Uno no sabe nada. Las hormonas y las ganas de quedar bien hacen el trabajo de creerse inmortal (y lo eres a los 20 y pico). Al inicio del descenso, te salen chepasos, la parca te chancea con amores cargados de pasión y toxicidad- sabrosos, cercanos a la locura y al desenfreno -, por suerte siempre cogieron su avión.
Luego, a uno le llega una percepción de la vida más filosófica. Con grandes dosis de indiferencia consciente y definitiva de que todo lo que te rodea es irreal, pasajero y mercurial, doloroso, y que la felicidad ansiada es un pan de agua de los de antes embadurnado de mantequilla Sosúa y dos tajadas de aguacate criollo, sal y tres gotas de limón.
Onetti camina solo
Los duros durísimos de la literatura caminaban solos por las calles de las ciudades sin calcular la vergüenza y el abolengo del colega, el color y la valía de sus personajes, el terror de que fulano escribe mejor que yo (y sí, escribe mejor que tú ¿y?
La ínsula literaria es un pasillo de colegio entre púberes corriendo de un lado a otro regalándose cayenas envenenadas Apostando a ver sus fotos en la Sala Portalatín de la Biblioteca Nacional.
Juan Carlos Onetti, con esa Santa María varada en la penumbra de su cuarto. Mate, pipa y libros.
Hablando de Onetti, el escritor catalán Juan Marsé, autor de Última tardes con Teresa, decía que el escritor uruguayo (Quiero conocer Uruguay) tenía el don de sugerir mucho más de lo que su escritura decía. Un verdadero don porque la planicie no tiene sustancia. Duro durísimo el Onetti. Busquen en Amazon sus obras. La vida breve o Juntacadáveres y su colección de cuentos , Un escritor con un mundo propio y fascinante.
La humedad invisible y constante de la soledad
La naturaleza humana y su eterna doblez, contradicción, pero eso lo aprendes después de viejo. Es como desguabinarse loma abajo, mueres, o te cuelgas de una rama salida de las rocas.
Muchos años después su padre nunca le enseñó que el hielo se derrite y solo queda la humedad, invisible y constante de la soledad
Compartir esta nota