La humanidad siempre ha buscado conocer y comprender el origen de todo cuanto percibimos, partiendo de la premisa de que todas las cosas tienen una causa, una razón de ser o un principio. La búsqueda de una explicación para la naturaleza dual de la existencia ha llevado a la intuición de que la aparente separación entre todo no es real, y que todas las cosas, individuos y fenómenos son la manifestación de una única realidad. En el siglo VI a.C. en China, Lao-Tsé llamó a esta realidad Tao (el camino). En este concepto, se concluye que todo es un flujo de energía pura, la fuente o campo vibratorio del cual todo emana y al que todo, en su devenir, está regresando. Esta es la esencia de lo que, de manera sutil y natural a esta corriente de pensamiento, se establece en las escrituras clásicas del taoísmo: el "Tao Te King", el "Zhuangzi" y el "Lie Zi".
Todos ellos señalan la naturaleza de la "Realidad Real" o la Fuente de la que emanan todas las manifestaciones. Asumir este concepto en el plano vivencial lleva a vivir en plena armonía con el universo, entendiendo esta armonía como una no interferencia. Sin embargo, no se niega la acción, sino que se invita a la no resistencia al flujo de la existencia, lo que en el taoísmo se conoce como Wu Wei. Se intuye que la manifestación de lo inmanifiesto es un permanente fluir y refluir de la energía, en infinitas frecuencias o expresiones de una única e inmutable existencia en sí.
Visiones filosóficas y místicas a través de la historia
Considerando el curso de la historia, es notable la coincidencia de que, mientras en China se interpretaba todo lo percibido como el flujo de una única realidad que se nos presenta de modo plural, en Grecia, en el siglo V a.C., el filósofo presocrático Anaxágoras, distanciándose de la visión de su maestro Tales de Mileto, también postuló que todas las cosas tenían su origen en un principio de orden al que denominó Nous. Él sostenía que lo que nos parece caótico no es real, sino la expresión de lo que debe ser según su naturaleza, trascendiendo los límites de nuestra percepción.
A esta misma realidad, Plotino (siglo III a.C.), renombrado neoplatónico de Alejandría, le llamó el Uno, estableciéndolo como la raíz y el fundamento de todo, al que se accede mediante la más profunda intuición. Por su parte, otro neoplatónico griego (siglo V d.C.), Proclo, intuyó los henads, a los que consideró nodos del Uno, expresiones de la "Realidad Pura" que se presentan a los sentidos como la diversidad o las apariencias sensibles. Esta concepción influyó en gran medida en los círculos místicos posteriores.
Es importante señalar que lo que Plotino y Proclo postularon no era algo novedoso para la época, ya que desde los presocráticos se venía intuyendo y reflexionando sobre ello. Anaximandro habló del ápeiron como lo ilimitado e infinito, el origen de todo. Heráclito, por su parte, planteó el fuego como el arché u origen de todo, que se expresa a través de un aspecto racional al que llamó logos. Esta intuición se aproxima a lo que hoy conocemos como energía pura, guardando un vínculo con la singularidad cuántica. Todo esto se enmarca en lo que Karl Jaspers denominó la Era Axial, un período en el que sabios de Occidente, China e India llegaron a las mismas intuiciones en un mismo contexto histórico, aunque no espacial.
Cosmovisiones ancestrales y la física cuántica
Antes de que la filosofía griega floreciera, en Egipto ya existía una tradición mística, con Hermes Trismegisto como figura principal. De allí provienen influencias filosóficas hacia Grecia. Hermes postuló que todo proviene del Todo, la única realidad en sí. Esta visión está recogida en "El Kybalión", una recopilación de la sabiduría ancestral egipcia.
En África, la cosmogonía contiene una visión del mundo vinculada con el Todo. Los sabios africanos concebían la existencia de nodos o puntos focales que conforman una red vibrante. A la realidad primaria la llamaron neter, la entidad suprema que lo conforma todo. Esta concepción se correlaciona con lo postulado por Proclo y Plotino.
Lo mismo sucede con las cosmogonías de las culturas de Mesoamérica. Los mayas y teotihuacanos, entre otros, llamaban a esta fuerza Hunab Ku, la única realidad u origen de todo. Su concepción se refleja en el Chilam Balam y el "Popol Vuh". De manera similar, los pueblos originarios de Norteamérica hablaban del "Gran Espíritu" o Wakan Tanka, la red de la vida de la que todo emana.
La física cuántica vino a confirmar estas intuiciones y revelaciones con su lenguaje científico. Mediante la observación y el estudio, ha establecido que la materia y la energía, la onda y la partícula, el observador y lo observado, están entrelazados como un flujo y reflujo de energía del que provienen todas las cosas. Así, la física cuántica postula que lo percibido no es la "Realidad Real", sino la manifestación de una única fuerza inmanifiesta. Acceder a ella solo es posible a través de la expansión de la conciencia. Es por ello que no es exagerado considerar la física cuántica como la expresión racional de intuiciones ancestrales, una arqueología en busca del Ser, que podría estar sentando las bases para una espiritualidad futura libre del miedo y el castigo.
La Taocuántica como visión integradora
La Taocuántica, una visión del mundo que surge en San Francisco de Macorís, República Dominicana, fue revelada a Ramón Antonio Jiménez y abrazada por la Comunidad Literaria Taocuántica. Esta comunidad, conformada por poetas como Mikenia Vargas, José Miguel Regalado, José Miguel García, Noé Zayas, Rosalina de la Cruz, Fraylin Esteban Pérez y otros, se establece como la certeza del vínculo entrañable que integra todas estas cosmovisiones.
La Taocuántica se formula como un estilo de vida y una mirada ética fundamentada en el amor hacia el Ser de todas las cosas. Su propósito es agregar conciencia a este "abrazo" entre todas estas visiones del mundo, considerándolas como hilos que danzan en el telar de la vida, música que alienta el compás del universo.
Abrazar el ideal taocuántico es vivir en armonía consigo mismo, con los demás y con el Todo. La Taocuántica no solo tiene la certeza del vínculo entre estas sabias visiones de la realidad y la cuántica, sino que también funda la necesaria mirada integradora que nos equilibra en la serenidad de la unidad. Es filosofía, arte, ciencia y espiritualidad, una mirada global que nos conecta con la belleza como resplandor del Ser de las cosas. Su propósito es también testimoniar las intuiciones y otras revelaciones que la gracia otorga.
Por lo tanto, la poesía se convierte en la vía inmediata para testimoniar lo vivencial. La poética taocuántica no es una simple ejercitación del lenguaje, sino un enunciado de la verdad que se eleva desde la belleza. Es una ecuación del lenguaje de la conciencia, que nos permite vislumbrar impresiones más allá de los datos sensoriales que nos aportan los sentidos físicos, con los que creamos nuestra realidad.
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