Todos, alguna vez, hemos tenido que salir de nuestro hogar y recorrer calles, pueblos o ciudades diferentes a la nuestra: más desarrolladas, con más oportunidades, con mayor crecimiento social o económico. Nuestros ojos han quedado maravillados ante cosas a las que no estábamos acostumbrados a ver; sin embargo, nada de eso se compara con la emoción de regresar a casa, al lugar que nos vio crecer, a nuestras raíces.
Cuaderno de un retorno al país natal, de Aimé Césaire, me recordó ese sentimiento: la nostalgia de volver a ver las calles por las que alguna vez corrimos y aquel ambiente que alguna vez fue todo nuestro mundo. Podemos conocer los lugares más asombrosos de nuestra vida, vivir allí, aprender a querer dicho lugar e incluso pensar que no podríamos estar mejor en ningún otro sitio, pero todo eso se pone en duda cuando finalmente retornamos a casa.
Regresar a casa, más allá de lo que literalmente eso significa, representa un reencuentro con lo que somos y de dónde venimos. Es reencontrarnos con nuestro yo más joven y que este nos recuerde que somos lo que somos por lo que hemos vivido, tanto nosotros como quienes nos precedieron. Regresar a casa es un reencuentro con nuestras raíces, con nuestros recuerdos olvidados, con la inocencia de nuestra niñez y con las huellas de nuestro pasado: dulce o amargo, pero imborrable. Como escribe Césaire: “y esta alegría antigua que me trae el conocimiento de mi actual miseria, un camino giboso que se zambulle en una hondonada donde esparce algunos bohíos…” (1939, p. 33).
Césaire, en un contexto histórico marcado por el racismo y la pobreza, y sufriendo los estragos directos del colonialismo, tuvo que enfrentarse a esta realidad. Después de haber conocido y adoptado la cultura de los colonizadores, regresar al país natal fue un choque de realidad que lo hizo ver y palpar las consecuencias de la colonización. Nunca se sintió más orgulloso de ser negro, aun con todo lo que esto significaba y representaba. En el poema, esto se hace evidente entre los versos que encarnan el dolor, la barbarie y el tortuoso camino recorrido por un país cuyo único pecado fue haber nacido en un mundo donde seres humanos se creen superiores a otros solo por su color de piel.
El poema, apoyado en recursos surrealistas muy marcados, refleja la expresión del pensamiento colectivo de un país que lleva consigo las cicatrices de años de sufrimiento, denigración, racismo y maltrato. El autor nos muestra a un pueblo que ha sufrido y sigue sufriendo, no por castigo divino ni por la fuerza de la naturaleza, sino por culpa de otros seres humanos. Como se expresa en el texto: “¿Pero quién voltea mi voz? ¿Quién desuella mi voz hundiéndome en la garganta mil ganchos de bambú?… Eres tú sucio pedazo de mundo… cien años de latigazos… cien años de mi paciencia, justamente para no morir” (Césaire, 1939, p. 67).
A través de sus versos, Césaire transmite ese dolor que está arraigado en cada país caribeño: ese pensamiento del “qué hubiese pasado” si los colonizadores nunca hubiesen pisado las islas del Caribe; si todo hubiese seguido su curso natural y, en lugar de una colonización, se hubiese dado un encuentro entre pueblos iguales en desarrollo, organización social y lo que siempre fueron: seres humanos totalmente semejantes, sin importar el color de piel o sus costumbres.
Con todo esto, el autor termina abrazando su negritud, su historia y todo lo que él es. Como él mismo admite: “y el negro cada vez más ruin, más cobarde, más estéril, menos profundo, más disperso hacia fuera, más separado de sí mismo, más astuto con sí mismo, menos inmediato con sí mismo, acepto, acepto todo esto” (Césaire, 1939, p. 113). He aquí, para mí, la mejor parte del poema: reconocernos, aceptarnos y amarnos como somos es el primer paso para trascender como seres humanos. No tenemos el poder de elegir cuándo y dónde nacer, ni nuestros rasgos físicos; por ende, aceptar lo que somos y llevarlo con orgullo nos hace libres. Libres del prejuicio, de lo que podrían decir o pensar los demás; libres de toda fuerza externa que quiera ponernos un sello por nuestro color de piel o procedencia.
Abrazar lo que somos y llevar con orgullo nuestra negritud es tener presente que nadie puede hacernos sentir inferiores. Es gritar a toda voz que, de haber tenido el poder de elegir, no habríamos querido ser de otra manera.
Cuaderno de un retorno al país natal inicia como un desahogo, como una pronta reacción ante la frustración y la rabia de Césaire tras comparar la miseria del país colonizado con el progreso y desarrollo del país colonizador; un desarrollo, en gran parte, a costa del sufrimiento y los recursos del primero. El autor plasma entre sus líneas la realidad de años y años de maltrato y discriminación. Salen a flote la injusticia y los ecos del sufrimiento de una sociedad a la cual la colonización no hizo más que dañarle, explotando no solo sus recursos, sino también a su gente.
El libro plasma el retorno de un ser que regresa en el tiempo a sus raíces, en un viaje que reabre las heridas de su país y revive el sufrimiento y las vicisitudes de los suyos. El poema explora y exterioriza el pensamiento y el sentimiento de quienes, alguna vez, tuvieron que retornar a casa, y para quienes ese regreso representó revivir viejas experiencias, muchas de ellas dolorosas. Es un viaje que inicia con dolor y nostalgia, describiendo el peso de una cruz cargada de historias crueles y de recuerdos que hieren, pero termina con un respiro de orgullo: el orgullo de ser negro. Césaire plasma este orgullo por todo lo alto; sin importar cuánto haya pasado ni los intentos de los colonizadores por mantenernos siempre bajo su dominio, en algún punto el Caribe se levantó y empezó a escribir su propia historia y a trazar el camino que quería recorrer. Entonces los caribeños aprendimos a abrazar nuestra esencia y llevarla con orgullo.
Somos lo que somos; somos caribeños, somos negros, y eso nada ni nadie lo va a cambiar. Como proclama Césaire casi en el cierre de su poema: “y ahora estamos de pie, mi país y yo, con los cabellos al viento… y ninguna raza tiene el monopolio de la belleza, de la inteligencia, de la fuerza, y hay sitio para todos en la cita de la conquista” (1939, p. 115).
REFERENCIA
Césaire, A. (1939/1956). Cuaderno de un retorno al país natal (A. Bartra, Trad.). Ediciones Era.
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Carlos Amado Mesa. Estudiante de la Licenciatura en Letras Puras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
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