En Relatos Inocentes, Rafael Chaljub Mejía se convierte en un cuidadoso cronista de su tiempo, un tejedor de memorias que rescata del olvido las vivencias, costumbres y adversidades que marcaron a la juventud dominicana de mediados del siglo XX. A través de estas narraciones —tan cargadas de

ternura como de profundidad histórica— el autor no solo rememora su propia infancia y adolescencia, sino que retrata con agudeza el pulso de un país rural, conservador y desigual, donde crecer implicaba enfrentarse desde temprano a los desafíos de la vida. Relatos Inocentes nace en el chat del Congreso, como resultado a la historia contada por el doctor Erasmo Vázquez, cuyo homenaje póstumo contiene la presente obra.

Lejos de ser simples anécdotas personales, los relatos que componen este libro tienen el valor de un testimonio generacional. En ellos resuenan los ecos de una época donde la escasez era norma, el trabajo infantil parte del paisaje cotidiano, y la educación —cuando llegaba— era un privilegio ganado a fuerza de sacrificios. Chaljub nos lleva de la mano por caminos de tierra, patios familiares, salones escolares y plazas de pueblo, dibujando con sencillez literaria una realidad profundamente compleja.

Cada historia revela un universo de valores y contradicciones. La disciplina estricta de los mayores, el sentido del honor, la importancia del respeto a la palabra empeñada, convivían con prácticas sociales rígidas, con prejuicios y limitaciones materiales que hacían del tránsito hacia la adultez un camino duro, pero formativo. Para los jóvenes de ese tiempo, no existían muchas comodidades ni atajos: había que aprender, equivocarse, madurar en medio de un entorno que exigía carácter, dignidad y resistencia.

Chaljub narra sin alardes. Su prosa limpia, serena y honesta, es la de quien mira hacia atrás sin resentimiento, pero también sin romanticismos. La inocencia que sugiere el título no es ingenuidad, sino la frescura de una mirada que logra extraer belleza y sentido de las cosas más simples: un juego de muchachos, una travesura escolar, el primer amor, una visita inesperada. Son relatos donde la historia grande se insinúa en los márgenes, mientras la historia pequeña —la de la gente común— ocupa el centro del escenario.

A través de Relatos Inocentes, Rafael Chaljub Mejía no solo documenta el pasado, sino que lanza un llamado a la memoria: a no olvidar de dónde venimos, a comprender que nuestras raíces están llenas de esfuerzo, de aprendizajes duros, pero también de una ternura inquebrantable. Es un homenaje a la dignidad silenciosa de los jóvenes de su generación, que, sin grandes poses, fueron construyendo país con el alma limpia y los pies firmes sobre la tierra.

Este libro es, en definitiva, un acto de amor a la vida y a la memoria. Un regalo literario para quienes entienden que, en la historia de cada niño y de cada joven, se juega también el destino de una nación.

Julio Disla

Escritor y militante

Julio Disla: el militante de la palabra, el poeta del pensamiento crítico. Voy por la vida con una pluma que combate, un teclado que documenta y una mirada que no se conforma con lo superficial. Soy el arquitecto de textos que cuestionan al capital, al racismo, a los muros — y a toda forma de dominación que intente maquillar su rostro con promesas democráticas. He hecho del ensayo un arma, del artículo un escenario de lucha, y del poema una bandera. Cuando escribo, se siente la influencia de Marx, la voz serena pero firme de José Pepe Mujica, el reclamo por justicia social, y la pedagogía que busca educar a otros con ideas y datos. Fundador de utopías posibles, intento rehacer la historia desde la izquierda que se reinventa, que no teme nombrar el neoliberalismo por su nombre, y que encuentra en cada injusticia una oportunidad para escribir, denunciar, proponer. Lo técnico y lo emotivo coexisten en mi estilo como militante de una misma causa. Soy, sin duda, un constructor de puentes entre la teoría y la calle.

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