En vísperas de la Nochebuena y en medio de las celebraciones asociadas al nacimiento de Jesús, los relatos bíblicos sobre la Navidad suelen ser retomados en iglesias, medios y espacios educativos, incluyendo el pasaje de los magos de Oriente y los dones que, según el Evangelio, ofrecieron al niño en Belén.
La Biblia relata que los magos de Oriente ofrecieron al niño Jesús oro, incienso y mirra al encontrarlo en aquel pesebre, según el Evangelio de Mateo (Mt 2,11).
Mientras el oro simbolizaba realeza y el incienso adoración divina en la tradición judía, la mirra era una resina usada en la antigüedad para embalsamamientos y preparados funerarios.
Fuentes históricas y bíblicas indican que la mirra se utilizaba como analgésico y en rituales vinculados a la muerte, lo que la convierte en el obsequio más llamativo dentro del relato del nacimiento.
El simbolismo reaparece en los Evangelios cuando Jesús rechaza vino mezclado con mirra durante la crucifixión (Mc 15,23) y cuando Nicodemo emplea mirra y áloe para su sepultura (Jn 19,39).
La inclusión de la mirra en el relato navideño establece, desde el inicio, una conexión entre el nacimiento de Jesús y su destino final dentro de la narrativa cristiana, su muerte, sacrificio y posterior resurrección.
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