Durante décadas, cada vez que leo o escucho hablar en los medios de comunicación sobre los problemas y desaciertos en la gestión del sistema educativo de nuestro país, me surgen varias interrogantes: ¿Cómo podemos aspirar a ocupar los primeros lugares en las pruebas PISA y otros indicadores internacionales, si al mismo tiempo tomamos decisiones que nos llevan a los últimos puestos? ¿De verdad queremos que nuestro sistema educativo avance? ¿Estamos dispuestos a asumir el costo político que implica tomar decisiones correctas y estructurales? ¿Es, para algunos sectores nacionales, un negocio lucrativo el descalabro del sistema educativo? ¿Realmente vale la pena fusionar dos ministerios en lugar de abordar los problemas de fondo de cada uno con visión más estratégica? ¿Por qué seguimos permitiendo que los políticos, la ADP y docentes sin competencias jueguen con el futuro de nuestros niños?
A mi juicio, el principal obstáculo que ha frenado el desarrollo del sistema educativo dominicano -y ha sido una constante en nuestros resultados desfavorables en las pruebas PISA y otras evaluaciones internacionales- radica en las profundas deficiencias que arrastramos en los procesos de alfabetización durante los primeros años de escolarización. La educación básica es la base sobre la cual se construye todo el futuro académico de un estudiante, y si no somos capaces de garantizar una alfabetización adecuada desde la educación primaria, el resto de la educación estará inevitablemente comprometido.
Al observar sistemas educativos exitosos como los de Estonia, Canadá, Finlandia o Corea del Sur, nos damos cuenta de que estos países entienden la importancia de los primeros años en la educación. En esos sistemas, se destinan los mejores recursos humanos a la educación primaria, donde los docentes encargados de enseñar a leer y escribir son altamente calificados y reciben una formación continua. Esto es algo que, lamentablemente, no se ha dado en la República Dominicana. Si realmente deseamos mejorar los resultados en términos de calidad educativa, debemos tomar decisiones más audaces: primero, un reclutamiento especial de los mejores docentes alfabetizadores, con procesos de selección rigurosos, transparentes y despolitizados. Evaluar aquellos que se encuentren en estos niveles, si no cuentan con las competencias necesarias, debemos ofrecerles la oportunidad de mejorar a través de un plan de formación o, en su defecto, reasignarlos a otras funciones dentro del sistema, garantizando siempre el respeto a sus derechos adquiridos.
Es cierto que, en muchas ocasiones, se ha dado más prioridad y apoyo en cuanto a las calidades para ejercer, a otros campos del conocimiento, como la medicina, por ejemplo, donde un profesional sin la competencia adecuada no puede ejercer. Entonces, ¿Por qué seguimos permitiendo que docentes sin las competencias necesarias sigan al frente de las aulas, especialmente en los niveles más críticos? Si en realidad queremos impactar positivamente el futuro de la sociedad, debemos dejar de tomar decisiones condicionadas por intereses políticos y centrarnos en lo que realmente beneficia a nuestros niños y jóvenes.
El sistema educativo dominicano también debe priorizar la innovación y la incorporación de nuevas tecnologías. En este sentido, la personalización del aprendizaje debe convertirse en una prioridad, adoptando un enfoque constructivista que fomente la creatividad, la exploración y el pensamiento crítico desde las primeras etapas de la vida escolar. Además, debe existir un compromiso con la equidad, la flexibilidad y la inclusión, asegurando que todos los estudiantes, sin importar su región, origen o situación económica, tengan las mismas oportunidades para aprender y crecer.
En un país donde, según las estadísticas, por cada biblioteca pública existen cien bares y quinientas bancas de lotería, no es sorprendente que el desarrollo científico y tecnológico sea limitado. Si el Estado no diseña una estrategia integral para la creación de bibliotecas físicas y digitales, y si no garantiza que todos los estudiantes tengan acceso a Internet, no importa cuántas fusiones, reformas o cambios superficiales se implementen en el sistema educativo: los resultados seguirán siendo deficientes. Para salir de los últimos lugares en las pruebas internacionales, necesitamos una inversión real en infraestructura educativa, especialmente en lo relacionado con la alfabetización, la enseñanza y desarrollo del razonamiento lógico, el acceso a la información y la tecnología.
Después de una alfabetización sólida, se debe comenzar a identificar las capacidades y talentos de cada estudiante, para orientar sus intereses hacia áreas profesionales específicas. En este sentido, la educación secundaria debe transformarse en un espacio que no solo brinde los conocimientos académicos básicos, sino que también permita a los estudiantes desarrollarse integralmente. Para ello, resulta fundamental ofrecer talleres extracurriculares con personal altamente capacitado en cada área, que aborden temas como educación financiera, inteligencia emocional, emprendimiento, arte, literatura, educación vial y alfabetización digital en áreas como la tecnología avanzada e inteligencia artificial. Además, ofrecer talleres de metodología de investigación, así como programas que enseñen a los estudiantes a crear planes de negocio, bancos de proyectos y emprender iniciativas de negocios.
El sistema educativo dominicano necesita una reforma profunda, que no se limite a cambios superficiales y fusiones innecesarias que complicarán el fluido desenvolvimiento del sistema educativo en todos sus niveles, sino que esté orientada a la mejora sustancial en la calidad de la enseñanza. Esto requiere tomar decisiones difíciles, como despolitizar el sistema educativo, separar del mismo a los docentes que no cuentan con las competencias necesarias y que no han procurado formarse, destinar a los mejores docentes a los primeros años de escolarización, priorizar la innovación, la tecnología, y garantizar que todos los estudiantes tengan acceso a las herramientas necesarias para desarrollarse en un mundo cada vez más globalizado y digitalizado. Si no asumimos estos retos de manera responsable, seguiremos condenados a ocupar los últimos lugares en las pruebas internacionales, mientras las generaciones futuras pierden oportunidades cruciales para su crecimiento personal y profesional.
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