Perpetua brevedad es un corpus poético que puede leerse como un atlas lírico de emociones y visiones, donde la geografía caribeña, la memoria afectiva y la imaginación cósmica se entrelazan. Su fuerza radica en la capacidad de sugerencia: cada microescena deja una estela que el lector completa. El resultado es un viaje sensorial y metafísico, tejido con imágenes frescas y una cadencia que oscila entre el susurro y la revelación.

Este poemario es un entramado de imágenes vibrantes, símbolos naturales y una profunda reflexión sobre la existencia, el tiempo y la creación poética. Hay en él una mezcla de melancolía, belleza efímera y destellos de esperanza.

El conjunto —que transita entre el aforismo poético, la miniatura lírica y el apunte visionario— desarrolla una atmósfera donde lo natural, lo cósmico y lo íntimo se funden. No existe una narración lineal, sino un mosaico de instantes que funcionan como pequeñas revelaciones o epifanías.

El texto breve logra una condensación intensa de imágenes y emociones, donde lo íntimo se enlaza con lo geográfico y lo onírico. Su fuerza reside en la manera en que los afectos personales se proyectan sobre un paisaje sensorial, logrando que el territorio no sea mero escenario, sino coprotagonista.

Es una obra evocadora, de lenguaje rico en imágenes y símbolos, que conjuga lirismo, atmósfera y tensión visual. La voz es distintiva e íntima, y muestra un manejo maduro del contraste entre ternura y extrañeza.

La frase «Eterna luciérnaga de mis ojos cansados» abre con una ternura de gran potencia visual. Funciona como imagen-faro: ilumina la emoción del hablante poético y sugiere persistencia y esperanza frente al agotamiento vital. Desde ese punto, el tono afectivo se expande a lo largo de todo el texto.

La mención a Puerto Plata como un “Edén” entre montaña y mar cumple una doble función: ubicar geográficamente y, a la vez, elevar ese espacio a categoría simbólica, lugar donde naturaleza y arte se funden. La atmósfera se construye con un ritmo pausado y cadencias que favorecen la contemplación, reforzadas por repeticiones como «Tras las luciérnagas…», que operan como un estribillo de eco y memoria.

En lo visual, el poema alterna suavidad y tensión:

  • La esfinge de metal aúlla irrumpe como elemento urbano-industrial, en contraste con el paisaje natural.
  • Paragua y piel. Lluvia y amor condensa sensorialidad y cercanía física en un minimalismo eficaz.
  • Desove de luna sorprende por su originalidad, uniendo lo celeste y lo marino en un símbolo fértil y polisémico.

Los versos «Ella aún no despierta, se erigió nube» aportan un momento de suspensión y transformación, como si la figura humana se diluyera en el cielo. El cierre en «el horizonte» abre el poema hacia lo amplio, liberando la mirada tras una serie de imágenes densas y próximas.

Motivos recurrentes y ejes visuales

  • La luz aparece en múltiples formas: copo de luz, techo brumoso, antro de luz, hija del sol, fotones emanando. Es símbolo de revelación, vida y trascendencia.
  • El mar es presencia viva: orilla, sirena, nubes como espejismo del mar, mar vestido de plata. No es mero paisaje, sino fuerza creadora, espejo y frontera.
  • El tiempo se percibe como materia maleable: regurgita el tiempo, el reloj pernocta, después de todo soñamos ser lo que no somos. El poema lo dilata, lo suspende o lo pliega.

Contrastes y tensiones

El texto alterna momentos de quietud (el corazón florece, remanso de sirena) con irrupciones inquietantes (espeluznante ebriedad, un fantasma agoniza). Esa convivencia de lo idílico y lo ominoso da profundidad a la experiencia poética.

Dimensión metafísica

Muchos versos apuntan a lo trascendental:

  • Tu sonrisa, indeleble cicatriz que derrota el silencio mezcla lo afectivo con lo eterno.
  • Un mundo sin poesía es tan solo un mundo sin sueños funciona como manifiesto.
  • Desnudo el silencio, plegarias en el nido, un ángel gime sugiere un espacio sagrado donde lo humano y lo celestial se rozan.

Estructura de viaje interior

Aunque no sigue un argumento tradicional, se percibe un desplazamiento:

  1. Inicio: Observación y asombro ante la naturaleza y la luz (techo brumoso, un sinsonte vuela).
  2. Centro: Fusión entre cuerpo, alma y cosmos (incólume tu piel, tu alma duerme).
  3. Final: Regreso a imágenes de plenitud y eternidad (toda la eternidad sonríe, extensos trigales, las lágrimas de un pez irrigaron por siempre la eternidad).

Estilo y recursos

  • Minimalismo visual: versos breves, imágenes condensadas.
  • Simbología orgánica y astral: flores, aves, luna, sol, nubes, elementos marinos.
  • Reiteraciones sutiles (techo brumoso, mar, luciérnaga) que crean un hilo invisible entre piezas.

En resumen, Perpetua brevedad se ubica en una zona intermedia entre la lírica simbólica, el surrealismo contenido y la epifanía contemporánea. Heredero de las vanguardias hispanoamericanas, pero con una voz personal, caribeña y meditativa, este poemario es una obra de contemplación y revelación, donde cada imagen respira como si fuera la última y la primera al mismo tiempo.

Ike Méndez

Poeta, educador y ensayista

Ike Méndez es ensayista y metapoeta dominicano. Coautor de obras como *"San Juan de la Maguana, una Introducción a su Historia de Cara al Futuro"* (Primer premio en el Concurso Nacional de Historia 2000) y *"Símbolos de la Identidad Sanjuanera"* (Segundo premio en 2010). Ganó el Segundo premio en el Concurso de Literatura Deportiva “Juan Bosch” (2008) y colaboró en la serie *"Fragmentos de Patria"* de Banreservas. También coeditó las antologías *"Voces Desatas"* (poesía, 2012) y la primera antología de cuentistas sanjuaneros (2015). Ha publicado seis poemarios: *Al Despertar* (2017), *Flor de Utopía* (2018), *Ruptura del Semblante* (2020), *Baúl de Viaje* (2022), *Al Borde de la Luz* (2023) y *El Joyero de Ébano* (2024), que reflejan una evolución poética constante. E-mail: jemendez@claro.net.do

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