El grabado es un arte exigente y complicado que, a diferencia de otras disciplinas artísticas, ha sido dominado por muy pocos artistas. Han sido grabadores de dimensión universal, artistas tales como Durero, Rembrandt, Doré, Goya o Picasso. En el ámbito dominicano este arte cuenta con referentes de la talla de Leonardo Durán, Rosa Tavárez, Jorge Pineda y otros pocos nombres. A este grupo se suma con méritos de sobra el nombre de otro grabador dedicado, minucioso y talentoso: René de los Santos, quien desde hace unos quince años dedica sus mejores horas al cultivo del grabado, en especial el grabado en relieve (como el linóleo y la xilografía). También, ha trabajado el monotipo y el chine collé. Sus piezas, en apariencia de gran sencillez, muestran a un artista con unas dotes nada comunes y portavoz de una cosmovisión insólita, compleja, determinante y poderosa.
René de los Santos nació en Santiago de los Caballeros, República Dominicana. En 1980 emigró a los Estados Unidos, donde fortaleció su amor por el arte y desarrolló una intensa labor pictórica. Desde hace unos pocos años reside nuevamente en la República Dominicana, donde ha continuado con su fructífera labor artística. Algunos de sus grabados forman parte de importantes colecciones internacionales. Participó en una exposición individual en New York y, también, en destacadas exposiciones colectivas en Nueva York, Washington D. C., California, San Francisco, México, Puerto Rico, Bruselas y República Dominicana. Es miembro fundador del colectivo de grabado “Dominican York, Proyecto de Gráfica” y miembro del Colectivo de Artistas Visuales Domínico-Americanos (CAVDA). En 2022, participó en República Dominicana —junto a Leonardo Durán, Rosa Tavárez y Humberto Grullón— en tres exposiciones del grabado, a saber: en el Palacio Consistorial de Santiago, en la Casa de la Cultura de Puerto Plata y en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Con admiración, he notado que el estudio del artista está rodeado de múltiples grabados colgados en la pared y tres amplios estantes repletos de muy buenos libros. Luego de ojear con detenimiento su excelente biblioteca, noté que —además de tener lujosas ediciones especializadas en arte— no hay en ella un solo libro que no sea de gusto selecto y clásico. Incluso, posee la colección casi completa que entre 1983 y 1984 publicó la editorial Seix Barral, así como también un buen listado de la colección de clásicos publicados por la editorial Cátedra. En conversación con el artista, confirmé que como lector prefiere los autores clásicos; que leyó en Estados Unidos las obras completas de Nietzsche; que gusta mucho de los cuentos de Antón Chejov; y que Eugenia Grandet, de Balzac, es su libro favorito. De los clásicos contemporáneos, los libros que más ha disfrutado son Crónica de una muerte anunciada y Del amor y otros demonios, ambos de García Márquez. Del primero, le llamó la atención la manera en que todos los personajes saben que van a matar a Santiago Nasar, que es el único que lo ignora. Del segundo, le causó curiosidad la forma extraña y póstuma en que le crece el cabello a Sierva María. En los actuales momentos, el artista lee la novela Niebla de Unamuno, libro con el cual —me ha dicho— se ha reído mucho. Traigo esto a colación porque ello brinda luz sobre la formación humanística de un artista, además de que es obvio que la buena lectura fortalece la cosmovisión y la amplitud de miras de los artistas.
El artista ha trabajado desde sus inicios la pintura al acrílico, la acuarela y el óleo, pero en este momento hago especial hincapié en sus grabados en relieve, que están entre los mejores de la historia del grabado en la República Dominicana. El suyo es un arte de carácter onírico, profundo y personal. Es un artista diferente y digno hace rato de una mejor atención en el mundo artístico y cultural. Su obra es atípica, como lo demuestran sus grabados. A mi entender, entre los que he visto del artista, los más importantes son los titulados Diablos cojuelos (2014), Bajo tu ojo (2016), Eva, el ojo que observa el SIM (2016). El Nefilim bíblico (2016), Celaje de mujer (2017), Silueta en fantasmal (2017), El fantasma del ser (2017) y, sobre todo, esa serie excepcional de doce piezas que tanto ha llamado mi atención desde que la vi por vez primera: Ave-Woman (2015-2017). Esta serie constituye un homenaje a la feminidad y una reivindicación de la mujer y su libertad, o puede ser vista como una protesta en favor de la mujer que ha sido víctima o prisionera del mundo.
Estos personajes de la serie son híbridos, o más bien, aves con cabeza de mujer o mujeres con cuerpo de ave; son seres con el cuerpo de águila o paloma y con la cabeza de mujer. Habitan en ciudades repletas de edificios o posan en las rocas de una isla desértica o repleta de casas y edificios levantados cerca de las aguas. El entorno y la geografía presentados son, quizá, ciudades estadounidenses, pero no tienen fronteras porque pueden representar a cualquier ciudad del mundo que posean semejantes características. En la pieza Ave-Woman II/Yelanie (2015) el híbrido —de pelo largo y negro, y de cabeza simétrica— está posando en una roca de una isla rodeada de casas y edificios; en Ave-Woman III/María (2015), tiene el pelo largo y rubio, el cuerpo es similar al de un águila y está en quietud sobre la roca de una isla rodeada de un edificio de varios bloques y dos casas visibles; en Ave-Woman IX (2016), es de pelo negro y corto, con un cuerpo similar al de una paloma. Está rodeado de agua y a lo lejos se divisan dos torres gemelas y varios edificios; en Ave-Woman V (2016), tiene la cabeza simétrica y el pelo negro, está sobre una roca rodeada de agua y a lo lejos se ve el sol y varios edificios; en Ave-Woman VI/ Kayla (2016), tiene el pelo rubio y un moño amarrado con una cinta o un paño delgado; el cuerpo es de paloma, está en posición firme y con las alas cerradas (como todos los híbridos de la serie); posa sobre una roca y a la distancia no se divisan edificios ni casas, sino acantilados o montañas y bosques tenebrosos; en Ave-Woman VIII (2016), se divisa una ciudad y mucha agua, el cuerpo es de paloma y la cabeza de mujer tiene el pelo corto; la cabeza de éste es similar a la cabeza del híbrido de Ave Woman IX. También, está la extraordinaria pieza Ave-Woman X (2016), que es, si no la mejor, al menos una de las mejores piezas de la serie. Presenta a un híbrido con pelo ensortijado o rizado, el cuerpo y las patas de paloma, los ojos cerrados o semicerrados y la cara casi en serenidad y en actitud meditativa o contemplativa.
Estos híbridos —mitad mujer, mitad ave— son creaciones personales del artista, pero remiten a otros ejemplos similares (aunque muy diferentes). No obstante, que exista influencia o coincidencia no es nunca un móvil para restar calidad a un trabajo auténtico. El mundo interior de este artista es suyo y de nadie más; lo que imagina y siente al crear, únicamente lo imagina y lo siente él. De ahí su autenticidad. Mas sus híbridos hacen pensar en el personaje de la mitología rusa: el Sirin, un híbrido con cabeza de mujer y cuerpo de búho que vive en las inmediaciones de un amplio río y próximo a un paraíso. Representa la armonía, el bien, la libertad y la esperanza. De modo que el Sirin es muy afín con estos híbridos de este artista. Asimismo, es preciso recordar que en la mitología griega las sirenas eran —contrario a la descripción actual del cuerpo en forma de pez— seres gigantes con cabeza de mujer y cuerpo de ave que merodeaban en las aguas oceánicas para seducir a los hombres a través de sus cantos, tal como se puede apreciar en la Odisea, cuyas sirenas tenían cuerpo de ave y cabeza de mujer. También, está el ejemplo del híbrido de la cultura coreana: el Inmeyeonjo, que tiene cuerpo de ave y casi siempre cabeza de mujer (aunque a veces de hombre). Representa la paz y la armonía; además, une la tierra con el cielo durante mil años. De igual modo, en la tradición budista —en especial en la cultura china— el pájaro Kalaviṅka tiene cabeza humana y cuerpo de ave. En la cultura hindú está Kinnaree, que tiene cabeza de mujer y cuerpo de ave; es un símbolo de la belleza femenina y de la delicadeza y la ternura de las mujeres. De modo que todos estos híbridos, de acuerdo a sus diferentes tradiciones, simbolizan la esperanza, la belleza y el poder femenino. Pero en las mitologías griegas y romanas hay otra criatura que se asemeja a los híbridos de René de los Santos: son las arpías, que generalmente simbolizan la destrucción, la malignidad, la traición, la rabia y el rencor. Aparecen en la Ilíada como criaturas con el cuerpo de ave y la cabeza de mujer; fueron enviadas por Zeus para castigar a Fineo. De hecho, el término "arpía" en Occidente define a una mujer demoníaca, perversa, maliciosa y peligrosa. En todo caso, las arpías son representadas y descritas con las alas abiertas, o en constante aleteo, en tanto que las criaturas de este artista tienen siempre las alas cerradas e irradian quietud y armonía.
En definitiva, nadie sabe cuáles han sido las verdaderas intenciones de este artista dominicano al crear estas criaturas híbridas. Ha externado que son mujeres que conoció en suelo estadounidense: bailarinas, cantantes, artistas y amigas. Sea como fuere, el artista ha tenido buenas intenciones para con la feminidad y al parecer ha tratado de vindicar el valor y la libertad de las mujeres, pero su arte es tan poderoso y tan interior que va más allá de sus intenciones. Toda obra de arte es susceptible de ser interpretada desde múltiples perspectivas diferentes, casi siempre a través de unas interpretaciones que nada tienen que ver con lo pensado por el artista. Por eso, cuando el artista da a conocer su trabajo —sobre todo, si está bien logrado— ya no le pertenece: es del público, quien lo asimila y lo interpreta a su propio modo. De ahí que muchas veces ni siquiera el artista sabe con objetividad lo que significa su trabajo ni lo que en el fondo sugiere. El artista únicamente está obligado a ser fiel a su mundo interior, a su corazón, a lo que siente y padece, a sus sueños y pesadillas, a sus fobias y manías, a sus aciertos y desaciertos, a sus encantos y desencantos; en una palabra, debe ser un fiel súbdito del consciente y el subconsciente. No está para moralizar ni para complacer modas, escuelas o teorías ajenas a su sentir y a su cosmovisión: está para desahogarse y liberarse por medio de sus creaciones, que deben ser personales y afines con su sentir y su mundo interior, pues toda creación artística es el producto de la catarsis de un demiurgo, o sea, de un artista. Por ello, lo que funciona en un artista, en otro fracasa; y lo que a uno le gusta, a otro artista le desagrada. Sin embargo, a veces coinciden entre ellos, pero están gobernados por angustias y problemas interiores dispares entre uno y otro artista, y, por tanto, los métodos y las funciones son igualmente diferentes. Lo único verdaderamente común a todos es la testarudez ante los preceptos de otro, siempre y cuando sean preceptos ajenos a su mundo interior. René de los Santos, por ejemplo, ha logrado tal cometido, pues se nota que el universo de su arte es el reflejo de su mundo interior. La prueba está en sus grabados, los cuales lo colocan entre los mejores grabadores dominicanos de todos los tiempos.
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