La literatura cuenta con escritores, que al leerse su biografía, se advierte que fueron sacerdotes católicos, monjas, obispos o papas, es decir, miembros del clero. Muchos de ellos, dejaron como legado obras literarias referenciales. Francois Rabelais, humanista que perteneció al período del Renacimiento francés, y quien puede ser considerado el padre de la prosa francesa, escribió Gargantúa y Pantagruel, un conjunto de cinco obras satíricas y humorísticas. Este quinteto, es su producción literaria más conocida.  Rabelais, aparte de ser una figura polémica y contradictoria, un cristiano a su vez anticlerical, fue reconocido como sacerdote.

Francois Rabelais.

El Renacimiento español y el Barroco, comprenden los siglos XVI y XVII.  En este período, conocido como los Siglos de Oro, hubo miembros del clero que fueron escritores de renombre, los cuales, muchas de sus obras hoy son clásicas. El teatro y la poesía fueron los géneros más sobresalientes. Una forma bastante usual, dada la vocación teológica de sus autores, fueron los autos sacramentales, un tipo de drama que representa el ideal religioso y eucarístico. El más destacado del teatro Barroco fue Pedro Calderón de la Barca, autor de obras cumbres como La vida es sueño y El alcalde de Zalamea.  Calderón de la Barca fue sacerdote. De este período es Gabriel Téllez, mejor conocido como Tirso de Molina, a quien se le atribuye la autoría de la inmortal obra de teatro El burlador de Sevilla y convidado de piedra, de la cual surgió el mito de don Juan, hasta hoy, el personaje más conocido del teatro español.

El Renacimiento español tiene en el sacerdote y poeta místico San Juan de la Cruz el autor más insigne de la poesía mística experimental cristiana. En el ámbito femenino, hay que señalar con sentido de justicia, a Santa Teresa de Jesús, quien junto a San Juan de la Cruz comparte el mérito de ser la más sobresaliente de la poesía mística. Otra figura sobresaliente del siglo de Oro, fue sor Juana Inés de la Cruz, quien después de ser poeta barroca, escribió teatro y prosa. En el siglo XX, el sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal trascendió como poeta.  Fue autor de una obra abundante y premiado a nivel internacional.

Tulio Cordero. Sacerdote. Poeta.

En la República Dominicana, los sacerdotes Fausto Leonardo Henríquez y Tulio Cordero han construido una trayectoria con un espacio ganado en la poética nacional. Mención aparte merece el ex arzobispo de Santiago Félix Bretón, al cual, en el año 2023 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura. Podría decirse que la poesía ha tenido más fortaleza que la narrativa en los escritores pertenecientes al clero. Sin embargo, es de sumo interés señalar y destacar a su vez, al sacerdote católico estadounidense Andrew Greeley, también periodista, sociólogo y profesor universitario. Solo en materia de ficción, escribió más de sesenta obras.  Sus libros de no ficción también fueron numerosos.

En referencia a los sumos pontífices de la historia reciente, Joseph Ratzinger, escribió una introducción al cristianismo y un libro sobre Jesús. El papa Francisco fue profesor de literatura y escribió varios libros de contenido teológico. Además, sus memorias, titulada Esperanza: la autobiografía, tuvo una enorme acogida y actualmente está traducida en diecisiete idiomas. Es decir, que la literatura ha estado presente en una gran cantidad de miembros de la Iglesia Católica de distintas jerarquías. De otro lado, hubo un obispo que antes de ser pontífice de la Iglesia Católica, redactó unos manuscritos que luego fueron recopilados y convertidos en libro. Es muy posible, que si a alguien le mencionan el nombre de Albino Luciani, no recuerde quien fue, pero si le dicen Juan Pablo I, se va a recordar del papa que murió en 1978, y que tuvo un breve pontificado de apenas 33 días.

Antes de ascender a la Cátedra de Pedro, Albino Luciani fue Patriarca de Venecia. Cuando estuvo en ese distrito eclesiástico, todos los meses escribía una carta en la revista católica El mensajero de San Antonio, un boletín mensual fundado en 1898. Este epistolario, comenzó a escribirlo desde el mes de mayo del año 1971 hasta 1975. Al tratarse de un obispo, cualquiera podría pensar, que son disertaciones sobre temas teológicos o de interés de su iglesia: más no fue así. Estas cartas, fueron dirigidas a figuras del escenario mundial, religioso, histórico y cultural. Entre ellos, escritores, personajes históricos, científicos, de ficción, místicos, santos de la iglesia, evangelistas; y la última carta, al más grande, y que originó que la historia en Occidente se dividiera en dos períodos: Jesús. Son bellas en la forma y en el fondo. Albino Luciani se retrata en ellas, refleja su temprana formación literaria, su vocación humanística, y se identifica en estas epístolas en un estilo comunicativo con sus lectores. Cada una de ellas, tiene al pie de página una mini biografía de cada persona o personaje al cual se dirige.

Albino Luciani, no se queda en el solio de su investidura, si no que desciende a la gente común y hace suyo el interés social y personal. Son cartas donde no ve adversarios ni van dirigidas solo a los clérigos, pues en el fondo, el propósito es transmitir un mensaje de aliento y superación. De ahí que revela con sus palabras la íntima relación que tiene la literatura con las posibilidades de ampliar el conocimiento y enseñar.  Esto se muestra claramente al dirigirse al escritor inglés y anglicano Charles Dickens, al cual le comenta que en su libro Canción de Navidad, él transmite un gran sentido de amor a los pobres. O cuando al dirigirse a Mark Twain, le comenta su novela Las aventuras de Tom Sauyer, y le expresa que en ella interpreta a través de su humor lo que es la complejidad humana. Lo mismo que cuando se dirige a San Bernardino de Siena, San Francisco de sales, al rey David o a la emperatriz María Teresa de Austria, a Penélope, Casella y otros.

Albino Luciani, Juan Pablo I.

En la última misiva, dirigida a Jesús, le confiesa que fue objeto de algunas críticas por haber escrito cartas en todas direcciones.

Es casi seguro que este libro, al que el patriarca de Venecia Albino Luciani, luego convertido en Juan Pablo I, tituló Ilustrísimos señores, no sea un referente literario, pero es un epistolario con un contenido lleno de sabiduría y de lectura necesaria.  Cuando estaban muy avanzados los trabajos de la edición en español, se recibió la sobrecogedora noticia, de que Juan Pablo I, a 33 días de su pontificado había muerto. Como bien dice una nota de este libro: Con la publicación de estas cartas, la BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS quiere rendir testimonio de filial homenaje a la figura entrañable de Juan Pablo I y prolongar su gesto humilde y conciliador, su sonrisa evangélica y, sobre todo, la lección de vida de su breve pontificado.

Rafael Guzmán Torres

Abogado y escritor

Rafael Andrés Guzmán Torres, licenciado en derecho por la Universidad Federico Henríquez y Carvajal (UFHEC). Ha participado como invitado en diversas instituciones en las que ha tratado temas jurídicos, literarios e históricos. Ha participado en varias ocasiones como jurado en las olimpíadas de lengua española de la regional 06 de La Vega. Trabajos suyos han aparecido en diversos medios digitales. Actualmente se desempeña como alguacil ordinario de la Cámara Penal del Distrito Judicial de Espaillat.

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