[Para que el alma de un pueblo no muera a fuerza de parches.]
El arte como deber del que ama su tierra
Vuelvo a escribir sobre cultura porque no puedo callar.
Porque lo que no se escribe, se olvida.
Y porque, en medio del ruido, aún creo que la palabra puede abrir caminos.
Me impulsa el deseo de ver a mi país crecer con dignidad, no solo con turismo y cemento.
Me impulsa la certeza de que la cultura no es un lujo, sino una necesidad.
Me impulsa la responsabilidad de quien ha vivido el arte, lo ha sufrido y lo ha soñado.
Me impulsa a actuar.
Por eso escribo, propongo y me atrevo a imaginar un país distinto: uno donde el alma también tenga presupuesto, donde crear no sea resistencia, sino poder compartido.
Uno donde la cultura no se improvise… se siembre.
La urgencia de imaginar un país distinto
Un país sin cultura planificada es como un barco sin timón:
se mueve, pero no avanza.
Gira en círculos, choca con las mismas piedras, se hunde en el mismo charco de lodo.
Las buenas intenciones pueden ser punto de partida, pero sin acciones concretas se vuelven espejismos.
No evitan el fracaso, no reemplazan el rumbo, no salvan ni transforman un país.
Ha pasado demasiado tiempo desde la salida de la anterior ministra, y aún no se conocen
-ni se ha propuesto- un plan cultural que podamos apreciar.
¿Qué queremos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Cuáles son nuestras metas?
Cultura a pulmón abierto
Desde hace años, la cultura dominicana sobrevive a pulmón abierto: a fuerza de entusiasmo sin estructura, de talento sin respaldo, de artistas que crean sin garantías, de gestores que inventan milagros con lo mínimo.
Todo a punta de pasión, pero sin un calendario nacional de actividades, sin política pública clara, sin presencia real del Ministerio.
Los eventos aparecen sueltos, sin continuidad, como luces que parpadean y se apagan: una escuela de danza en Las Terrenas, una presentación sinfónica aquí, una obra de teatro allá… pero sin visión de conjunto, sin propuesta de país.
Se celebra el arte como adorno, no como destino.
Y entonces nos preguntamos:
¿Por qué tanto cansancio en el sector?
¿Por qué emigran los talentos?
¿Por qué los barrios y municipios no reciben arte?
¿Por qué los teatros estatales están ocupados por promotores de artistas internacionales mientras los nuestros enfrentan trabas y tarifas absurdas?
¿Por qué cada nuevo ministro actúa como si el mundo empezara con su gestión?
La respuesta es simple:
no hay plan, no hay visión, no hay proyecto de país desde la cultura.
Sin rumbo no hay siembra
Un ministerio sin plan es un barco a la deriva, con gente buena remando sin mapa ni dirección.
Y la cultura no se improvisa.
No basta con efemérides ni actividades para la foto.
No basta con anunciar lo mismo cada año.
La cultura necesita un Plan Nacional con horizonte 2030,
con metas claras, territorios priorizados, presupuestos reales, alianzas público-privadas, seguimiento y resultados.
Gobernar la cultura no es apagar fuegos.
Es encender faroles en cada rincón del país.
Es sembrar memoria.
Es cosechar ciudadanía.
Aprender del mundo
Colombia apostó por su economía naranja.
Brasil levantó miles de Puntos de Cultura comunitarios.
Chile fortaleció sus centros de artes y bibliotecas digitales, con acceso gratuito a miles de libros y documentos.
Nosotros seguimos improvisando, repitiendo promesas, y consumiendo un presupuesto sin dolientes.
Basta de clientelismo cultural
No se puede seguir gobernando la cultura con privilegios para compañeros, botellas disfrazadas de asesores, y gestiones mediocres atornilladas al presupuesto.
El talento no debe mendigar.
El mérito no puede seguir esperando.
La política pública no debe ser un favor de turno.
Queremos meritocracia, fondos accesibles, jurados probos, instituciones abiertas, datos públicos, resultados visibles.
Porque la cultura también se audita.
Porque el arte exige rendición de cuentas.
Porque la creatividad no puede depender de un carnet de partido.
Un pacto entre creadores y el porvenir
Este no es solo un llamado al gobierno.
Es un llamado a nosotros: artistas, gestores, soñadores, instituciones, universidades, fundaciones.
No podemos resignarnos ni seguir comiendo migajas.
Necesitamos redes vivas, gremios activos, propuestas claras.
Un movimiento que no se quede en los chats,
sino que incida, proponga y transforme.
Porque no hay transformación sin cultura,
ni país justo sin creadores con voz.
Cultura como eje de nación
©Emil Socías/acento.com.do
La cultura no es un gasto ornamental.
Es educación, economía, salud mental, identidad.
Un Plan Nacional transformaría:
Las escuelas, con arte como parte esencial del currículo.
Los barrios, con espacios vivos sin abandono.
El turismo, mostrando un país con alma, no solo playas.
Las economías locales, impulsando industrias creativas.
Nuestra proyección internacional, llevando la creación dominicana al mundo.
La cultura no solo embellece.
La cultura salva.
Aleja de la violencia, sana heridas, genera empleo, eleva el orgullo, fortalece el alma colectiva.
Gobernar es planificar el alma del país
¿Queremos un país más justo, más vivo, más humano?
Entonces la cultura no puede ser relleno del presupuesto.
Debe ser el corazón del proyecto nacional.
La columna emocional de la República.
La cultura no se improvisa.
Se construye con visión.
Con planificación.
Con amor al país y respeto al pueblo.
Porque todo lo que se improvisa… se olvida.
Pero lo que se siembra con alma… florece en generaciones.
Aspiramos
Como artistas y ciudadanos,
aspiramos a una cultura que no sea espectáculo, sino conciencia.
Que no se use como maquillaje, sino como raíz y motor.
A vivir en un país donde crear sea dignidad, donde el arte no mendigue, sino que convoque, cuestione, construya y sane.
A que la cultura sea alma viva de la nación… no su decorado.
¿Y ahora qué?
Sembrar desde hoy
Porque no basta con alzar la voz. Hay que marcar el rumbo.
Después del grito, la siembra.
Después de la denuncia, la acción.
Si de verdad queremos un país donde el alma también tenga presupuesto,
debemos comenzar ya. No mañana. Hoy.
10 acciones inmediatas
-
Elaborar un Plan Nacional de Cultura con horizonte 2030.
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Crear un Fondo Nacional de Industrias Creativas.
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Lanzar un Calendario Nacional de Artes.
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Insertar la educación artística en las escuelas.
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Reestructurar Bellas Artes.
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Fundar Centros Culturales en municipios y barrios vulnerables.
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Estimular el mecenazgo cultural.
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Desarrollar un Mapa Nacional de Cultura.
-
Activar circuitos de ferias y encuentros culturales por región.
-
Conformar un Consejo Nacional de Creadores.
Esto no es un sueño
Es una urgencia.
Una hoja de ruta sembrable.
Una siembra nacional para cosechar alma, orgullo, comunidad, visión.
Porque un país que invierte en cultura no solo embellece su presente:
garantiza su porvenir.
Y todo país que se respete,
comienza por respetar su alma.
La cultura no se improvisa. Se construye con visión.
Y la visión se comienza sembrando.
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