Al leer los once cuentos que llenan las noventa y tres páginas de tu nuevo libro, "Desde un costado de la (des)memoria" el cual sigue los pasos de “Un hombre discreto y otras historias”, con el que obtuviste en 2002 el Premio Anual de Cuento José Ramón López, del Ministerio de Cultura de nuestro país, no puedo dejar de pensar en Fiódor Dostoyevski, pues tú, como él en la Rusia del siglo XIX, te manifiestas a través de una detallada descripción de la vida en República Dominicana, sometida a la pobreza, la injusticia y la alienación.
En tus cuentos, desde “El regreso”, el primero, hasta “Homenaje”, el último, se destaca un profundo realismo psicológico, a partir del cual exploras la angustia, los sinsabores y la apatía de una sociedad entrampada en los vericuetos abigarrados de la sinrazón.
Sociedad disfuncional, la nuestra, marcada por la desdicha y la hipocresía, y por premoniciones que, aunque ciertas, son soslayadas por el protagonismo de partidos políticos que coadyuvan al desmedro de las más sanas conquistas sociales para nuestro pueblo. Tú, a tu modo y estilo, lo expresas en tus cuentos, y esto le da un valor histórico a tu libro. “Creo que vendrán tiempos de desesperación y dolor para este pueblo”, dices tú, en boca de Julia, la esposa del teniente Gael Hidalgo, en tu cuento “El regreso”.
Como en los cuentos de tu primer libro, que comenté en su momento, te internas en los tropiezos humanos y en su constante lucha entre el bien y el mal. Con tu narrativa fluida y personajes vívidos, no vacilas en cuestionar aspectos morales y filosóficos que han incidido en la descomposición social de un país que, desde que fue invadido por el imperio español hasta los días que corren, no ha conocido la alegría verdadera, ni tiene un sentido claro de qué es vivir con dignidad.
Tus cuentos merecen ser leídos porque son estampas vivas, conmovedoras, de una realidad social que trasciende lo absurdo, lo trágico cómico. Es como si las hipérboles se enredaran en raíces seculares para mostrarnos, desde una perspectiva cognitiva y dialéctica, qué fuimos, qué somos y qué nos tocará ser en el mañana de no ser nosotros capaces de torcerle el pulso a quienes mal manejan los estamentos del poder.
No más creencias falsas predeterminadas por el embrujo rural o urbano, o por balanzas y crucifijos expuestos en los tribunales, difundidas en las aulas escolares y en los pódiums eclesiásticos bajo el amparo del poder mediático. No más mitos ni leyendas ajenos a los pasos de los hacedores de la historia.
Tus cuentos, pues, mi estimado amigo, nos estimulan a seguir batallando hasta encontrar la justicia y la paz que nos merecemos.
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