En el Bronx descubrí a Afro Dominicano, una agrupación que convierte la nostalgia del merengue en energía cosmopolita. Su música es un sancocho sonoro donde caben lo ancestral y lo urbano, lo dominicano y lo global, siempre con la tambora latiendo en el centro. 

Nostalgia y descubrimiento 

Mientras visitaba a mis hijos y sobrinos en los Estados Unidos, me encontré con un sonido que era a la vez memoria y hallazgo: Afro Dominicano. En medio del Bronx y sus esquinas vibrantes, escuché una música que me hizo sentir que el Caribe cabía entero en una tambora y que lo nuestro podía sonar al mundo sin perder raíz.  

En tiempos donde la industria musical insiste en clasificar la creatividad bajo etiquetas de consumo, Afro Dominicano irrumpe con una propuesta que desarma fronteras y se define con autenticidad: un sancocho musical. No un simple mosaico de influencias ni un crisol de sonidos, sino un guiso caribeño cocinado con paciencia y memoria, capaz de reunir en una misma olla lo ancestral y lo contemporáneo, lo popular y lo urbano, lo dominicano y lo global. 

 Integrantes y cohesión instrumental 

Adriano Brito – líder de la banda, 

Rafael Rodríguez – voz principal y güira, 

José “Cito” Báez – voz, tambora y bongó, 

Marco Mento – batería, Kelvin Ventura – voz y segunda guitarra, José “Cito” Cárdenas – voz y bajo, Franky Payne – guitarra principal y producción. 

La cohesión del grupo no es fruto del azar. Aunque no todos tienen formación académica formal, la precisión con que transitan del perico ripiao, la bachata y el merengue de orquesta al reggae, funk, calypso, samba o rock, revela una experiencia musical sólida. En el caso de Brito, la herencia familiar fue determinante: los ocho hermanos de su padre eran músicos o cantantes, y un tío suyo tocaba piano en una orquesta dominicana. Su aprendizaje, más que académico, fue orgánico: cultivado en casa, en la práctica colectiva y en el legado del barrio.  

Canciones destacadas 

“Amor de Colegio” fue una de sus primeras cartas de presentación: un tema que sintetizó el sabor que venían gestando. Más reciente, su participación en una invitación diplomática “Un merenguito en Kingston”, fusión de merengue típico con pulsos de reggae, consolidó su alcance internacional dentro de la iniciativa “Unidos por la música” organizada por la Embajada Dominicana en Jamaica. 

Estas piezas confirman la apuesta de Afro Dominicano: caminar sin miedo entre lo tradicional y lo global, sosteniendo el pulso a partir de nuestra ideosincracia y luego lo afrocaribeño como eje rector.  

Presencia escénica y proceso creativo 

Afro Dominicano no solo se escucha: se vive. Cada presentación es un ritual festivo donde la música se vuelve cuerpo y la danza rompe la frontera entre escenario y público. La güira y la tambora marcan el pulso, mientras el basie se convierte en latido colectivo. No son simples conciertos: son fiestas de barrio trasladadas a teatros, festivales y escenarios en espacios culturales de la comunidad hispana en USA. 

Su proceso creativo nace de la improvisación y la mezcla viva. No trabajan como laboratorio frío de fusiones, sino como jam session afrocaribeña. El acordeón, la tambora y la güira sostienen la raíz; sobre ellas entran guitarras, bajo y voces que abren camino a lo urbano y lo global. Cada canción es un viaje: comienza en un campo cibaeño y desemboca en Harlem, en Kingston o en las calles del Bronx.  

Mirada crítica 

En escena, Afro Dominicano no interpreta: convoca. Convoca al barrio y a la diáspora, a la memoria y a la esperanza. Frente a la uniformidad de la industria, cada presentación es un acto de resistencia cultural: Un sancocho vivo que no cabe en plato alguno, sino que se sirve en la piel, se reparte en el baile y se comparte en la comunidad. Por eso, más que una banda, Afro Dominicano es un movimiento cultural. En su tránsito entre bodegas de Harlem, esquinas del Bronx y escenarios internacionales, prueban que el Caribe no necesita traductores: habla con su propio ritmo, con su propio tambor a cuesta.  

Brindis final 

Celebro a Afro Dominicano como quien levanta un vaso en la mesa del sancocho. Porque en su música no hay frontera: hay raíz que viaja, tambora que late, voces que siembran identidad en el asfalto. 

Desde el Bronx hasta el Cibao, desde la bodega hasta el teatro, su arte nos recuerda que la cultura no se archiva ni se vende en etiquetas: se vive, se baila, se comparte. 

Felicito a Afro Dominicano, porque han hecho de la música un puente y de la fiesta un idioma universal. En cada acorde suyo late un país que no se olvida y un Caribe que se sabe infinito. 

EN ESTA NOTA

Danilo Ginebra

Publicista y director de teatro

Danilo Ginebra. Director de teatro, publicista y gestor cultural, reconocido por su innovación y compromiso con los valores patrióticos y sociales. Su dedicación al arte, la publicidad y la política refleja su incansable esfuerzo por el bienestar colectivo. Se distingue por su trato afable y su solidaridad.

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