Es oportuno resaltar el arraigo del béisbol en la cultura popular dominicana. Su integración en las tradiciones nacionales se revela en la huella dejada por el deporte en el español que se habla en el país.
En ‘Lengua y béisbol en la República Dominicana’ se analiza la modalidad lingüística que utilizan los dominicanos para describir, narrar o hablar del juego de pelota. El libro se encuentra en Internet y puede leerse siguiendo este enlace.
Resulta evidente que el vocabulario del béisbol tiene unas características especiales. En este sentido, su rasgo más destacado es, sin duda, el alto grado de densidad de los anglicismos. La proporción de los préstamos ingleses dentro del conjunto léxico de la pelota alcanza unos niveles mucho más elevados que los que presenta cualquier otra esfera semántica del español de los dominicanos. Según los datos, de las primeras 25 palabras disponibles relativas al béisbol, la mitad son anglicismos. En el cuadro se indica su índice de disponibilidad y porcentaje de aparición.
Muchas de las palabras utilizadas en este campo se emplean también en otros países del mundo hispánico, según los datos suministrados por el CREA (Corpus de referencia del español actual, de la Real Academia Española). Sin embargo, tienen un carácter exclusivo de la República Dominicana algunas unidades complejas, como ‘el rancho ardiendo’, y creaciones populares usadas sobre todo en estilo informal, del tipo ‘mata rally' o ‘no darle ni a un coco’.
Por otra parte, resulta oportuno resaltar el arraigo del béisbol en la cultura popular de la República Dominicana. Su integración en las tradiciones nacionales se manifiesta en la huella dejada por el deporte en el español que se habla en el país. Además de que prácticamente todo el mundo sabe lo que es un ‘fly' (flai), un ‘hit’ o un ‘jonrón’, constituye un hecho incuestionable que diversas palabras y construcciones propias del juego de pelota se han convertido en formas comunes del lenguaje corriente, como es el caso de ‘botar la bola’, para referirse a una acción exitosa; ‘tener dos strikes y el ampaya en contra’, para indicar que alguien se encuentra en serios apuros; ‘estar a tiro de hit’, que se emplea para referirse a algo que está a punto de ser concluido.
El análisis de la lengua del béisbol en la República Dominicana contribuye a certificar varios hechos de gran interés, tanto para el español dominicano como para el español panhispánico e incluso para la lingüística en sentido general. En primer lugar, se manifiesta la variabilidad propia de toda lengua. La pronunciación, las formas morfológicas, las estructuras sintácticas y, de manera especial, el léxico beisbolístico, constituyen una copiosa fuente de datos que confirman el carácter intrínsecamente variable de la lengua. Esto se revela, por ejemplo, en las abundantes adaptaciones fonéticas y morfológicas de los préstamos (out – ‘ao’, umpire – ‘ampaya’, pitch – ‘picheo’) y en la presencia de parejas de variantes de una misma variable léxica. Una gran cantidad de unidades constituyen conjuntos de equivalencia semántica, de modo que dos o más términos tienen el mismo significado referencial, aunque muestran valores estilísticos diferentes.
Pueden citarse, en este sentido, las parejas jonrón – cuadrangular, base – almohadilla, pitcher – lanzador, catcher – receptor, play – estadio, hit – sencillo, mánager – dirigente, umpire – árbitro, home – plato (o goma), left field – jardín izquierdo, right field – jardín derecho, coach – entrenador, short stop – campo corto, inning – entrada, infield – cuadro, rolling – rodado, pitcheo – lanzamiento, field – campo. El primer miembro es un anglicismo léxico que presenta un índice de disponibilidad mucho más alto que su correspondiente de origen hispánico, consistente a veces en una traducción o en un calco de la forma inglesa. Y no solo ostenta un nivel de disponibilidad superior al de su compañero: también es la opción preferida en el habla popular.
Sin embargo, en el estilo cuidadoso de la narración y de los comentarios difundidos por radio y televisión, se percibe un intento por parte de los locutores de buscar la alternancia entre los términos equivalentes. Muestran a menudo preferencia por la forma de origen hispánico.
Esta diferencia de selección léxica, más bien fija en el habla común y variable en el discurso periodístico, podría tener varias explicaciones. En el estilo formal, donde hay mayor participación activa de la conciencia lingüística, el hablante trata de evitar la monotonía, las repeticiones, pero en el habla natural, espontánea, no existe esa preocupación. Por eso, el narrador alterna hit, sencillo e indiscutible; inning, episodio y entrada; jonrón y cuadrangular. Pero el fanático que conversa informalmente con un amigo no ve ningún inconveniente en usar una y otra vez la misma palabra (hit, inning o jonrón), porque la intención de su acto de habla es simplemente comunicarse, transmitir información. No se propone la búsqueda de corrección ni de elegancia.
El anglicismo es el término que el hablante adquiere primero, por vía oral, de modo natural, a través de sus experiencias infantiles, aun antes de asistir a la escuela. La variante hispánica, o de apariencia castiza, suele ser aprendida como producto de una acción artificial, consciente, realizada por la prensa o por algún otro sector intelectual. A menudo consiste en una traducción más o menos exacta, o en un calco o una acomodación de la forma original de la palabra inglesa. El hablante suele adquirir los equivalentes cultos y formales cuando ya es adulto, al escuchar las transmisiones o al leer las páginas deportivas de la prensa. En este sentido, es normal que tales unidades no se hayan integrado de forma profunda y estable a la competencia lingüística del hablante como los anglicismos, adquiridos a una edad más temprana.
En el ámbito periodístico, las variantes hispánicas parecen sentirse más ‘correctas’ y tal vez más ‘elegantes’ y apropiadas para el uso culto que el anglicismo, precisamente por estar ausentes o ser poco frecuentes en el habla espontánea. También hay que considerar el influjo de la educación escolar, que generalmente corrige y condena el uso de los extranjerismos.
Muchos periodistas que narran o comentan el juego suelen estar conscientes del carácter extranjero de buena parte del vocabulario de la pelota. Y algunos toman muy en serio su ‘responsabilidad’, como comunicadores sociales, de ‘cuidar el lenguaje’. Esto puede impulsarlos a preferir entrada sobre inning; jardinero derecho, frente a right fielder. Por su parte, el hablante común, sobre todo el que pertenece a los niveles sociales bajos, no sabe, ni le interesa conocer, cuál es el origen de las palabras que utiliza. Como, además, se expresa con espontaneidad en una situación natural, ni siquiera se plantea el problema. Simplemente usa la palabra que llega primero a su mente: pitcher, inning, home, rolling.
De acuerdo con las ideas anteriores, en un diálogo informal entre dominicanos fanáticos del juego de pelota es normal escuchar oraciones como la siguiente: ‘El mánager debe cambiar al pitcher, porque ya le han pegado tres hits en este inning’. Pero si en esta misma oración se sustituyeran los anglicismos por sus equivalentes hispánicos (‘El dirigente debe cambiar al lanzador, porque ya le han conectado tres sencillos en esta entrada’), la nueva versión resultaría completamente rebuscada y artificial para esa situación. No cabe la menor duda de que la mayoría de los dominicanos la reconocerían en seguida como una expresión periodística transmitida por la radio o por la televisión y la considerarían inapropiada para el uso coloquial.
Dentro de las primeras 100 palabras disponibles del béisbol, 51 son anglicismos, lo que representa una densidad del 51%. Esto significa que de cada dos palabras que llegan a la memoria de los dominicanos cuando piensan en el juego de pelota como tema de conversación, una procede del inglés. Sin embargo, lejos de producir alguna alteración en el sistema, los préstamos se integran y son moldeados de acuerdo con la estructura del español. Se someten a los mismos procesos y restricciones que el resto del vocabulario. Dichas palabras se acomodan al modelo de la lengua receptora y adquieren, por así decir, la ciudadanía hispánica (‘home run’: jonrón, jonronero; ‘catcher’: quécher, quechar; ‘pitcher’: pícher, picheo).
Como anotación final, es preciso puntualizar que el hecho de que haya tal proporción de anglicismos en el léxico del béisbol en español no debe sorprender ni escandalizar a nadie, sino que tiene que entenderse como un hecho natural. El juego de pelota es un producto de importación en los países hispánicos y, lógicamente, antes de su llegada, el español no disponía de las palabras necesarias para expresar los diversos conceptos relativos al deporte: las reglas, las acciones, las estrategias. En este contexto, la adopción de palabras inglesas fue, en la práctica, una consecuencia directa de la realidad cultural, histórica y social de los pueblos hispánicos. Fue, en fin, una exigencia de la necesidad de comunicación que, a la vez, representa un enriquecimiento del caudal léxico de la comunidad en un campo de tanto interés para los dominicanos.
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