Un hombre se sienta en un sillón reclinable en pantalones cortos y camiseta en su sala de estar junto a su hija, su hijo y su esposa.
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Esta es la última fotografía de Wayne con su esposa Stella (derecha) y sus hijos Emily y Ashley (izquierda), tomada el día de su muerte.

Son las 10 de la mañana y, en poco más de dos horas, Wayne Hawkins estará muerto.

El sol brilla en el bungalow donde el hombre de 80 años vive en San Diego, California, en Estados Unidos, con su esposa Stella, con la que lleva casado más de 50 años.

Llamo a la puerta y me encuentro con sus hijos, Emily, de 48 años, y Ashley, de 44, que han pasado las últimas dos semanas al lado de su padre.

Wayne se sienta en el sillón reclinable en el que pasa la mayor parte del día. Padece una enfermedad terminal que lo deja demasiado débil para salir de casa.

Ha invitado a BBC News a presenciar su deceso bajo las leyes de muerte asistida de California.

Advertencia: Este artículo contiene detalles y descripciones que algunos lectores pueden encontrar perturbadores.

Media hora después de llegar a casa de Wayne, lo veo tragar tres pastillas antináuseas, diseñadas para minimizar el riesgo de que vomite la medicación letal que planea tomar en breve.

¿Estás seguro de que este es tu último día?, le pregunto. "Estoy decidido", responde. "Lo decidí hace semanas; desde entonces no he tenido ningún miedo".

Su familia me pidió una última foto, que tomé, y que pueden ver en la parte superior de esta página. Como siempre, Stella y Wayne están tomados de la mano.

Poco después llega el doctor Donnie Moore. Ha estado visitando a la familia durante las últimas semanas, a la vez que dirige su propia clínica de cuidados paliativos.

Según la ley de California, es el médico de cabecera y debe confirmar, junto con un segundo médico, que Wayne cumple los requisitos para recibir ayuda para morir.

El papel del doctor Moore es en parte de médico y en parte de consejero, y ya ha participado en 150 muertes asistidas.

En un estante superior del dormitorio de Wayne hay una botella de vidrio marrón que contiene un fino polvo blanco: una mezcla de cinco medicamentos, sedantes y analgésicos, que llegó a su casa hace cuatro semanas.

La dosis de los medicamentos que contiene es cientos de veces superior a la utilizada en la atención médica habitual y se garantiza su letalidad explica el doctor Moore.

Un hombre con una chaqueta azul y una camisa celeste y un estetoscopio sonríe en una sala de estar.
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El doctor Donnie Moore ha participado en docenas de muertes asistidas.

Cuando Wayne indica que está listo, el médico mezcla los medicamentos con jugo de cereza y piña para suavizar su sabor amargo, y le entrega este líquido rosado al paciente.

Nadie, ni siquiera el médico, sabe cuánto tardará en morir tras tomar los fármacos letales. El Dr. Moore me explica que, según su experiencia, la muerte suele ocurrir entre 30 minutos y dos horas después de la ingestión, pero en una ocasión tardó 17 horas.

Esta es la historia de cómo y por qué Wayne decidió morir, y por qué otros decidieron no seguir su ejemplo.

"Insoportable"

Conocimos a la pareja por primera vez unas semanas antes, cuando Wayne explicó por qué había decidido recurrir a la muerte asistida, una medida controvertida en otras partes del mundo.

"Hay días en que el dolor es casi insoportable", dijo. "Simplemente no le veo ningún mérito a morir lenta y dolorosamente, conectado a todo tipo de cosas: intubación, sondas de alimentación…", me dijo. "No quiero saber nada de eso".

Wayne dijo que había visto a dos familiares morir de forma "miserable" y "atroz" a causa de una insuficiencia cardíaca.

"Odio los hospitales, son miserables. Moriré primero en la calle."

Wayne conoció a Stella en 1969; la pareja se casó cuatro años después. Nos contó que fue una especie de matrimonio arreglado, pues su madre no dejaba de invitarla a cenar hasta que finalmente se dio cuenta de que debía salir con ella.

Vivieron muchos años en Arcata, en el norte de California, rodeados de extensos bosques de secuoyas, donde Wayne trabajaba como arquitecto paisajista y Stella era maestra de primaria. Pasaban las vacaciones haciendo senderismo y acampando con sus hijos.

Ahora Wayne padece una enfermedad terminal de insuficiencia cardíaca, que ya lo ha llevado al borde de la muerte. Tiene numerosos otros problemas de salud, como cáncer de próstata, insuficiencia hepática y sepsis, que le provocan graves dolores de columna.

Le quedan menos de seis meses de vida, lo que le permite optar a una muerte asistida en California. Su solicitud de morir ha sido aprobada por dos médicos y el medicamento letal es autoadministrado.

Fue durante nuestra primera reunión que pidió a la BBC que volviera a presenciar su último día, diciendo que quería que los adultos con enfermedades terminales en Reino Unido -donde se discute una ley sobre la muerte asistida- tuvieran el mismo derecho que él.

Wayne Hawkins
BBC
Wayne le contó a la BBC que odia los hospitales y quería evitar una muerte "miserable".

"Gran Bretaña tiene bastantes libertades, y esta es solo una más", dijo. "Las personas deberían poder elegir el momento de su muerte siempre que cumplan con las normas, como seis meses de vida o menos".

Stella, de 78 años, apoya su decisión. "Lo conozco desde hace más de 50 años. Es un hombre muy independiente. Siempre ha sabido lo que quería hacer y siempre ha solucionado las cosas. Así es como actúa ahora. Si esta es su decisión, estoy totalmente de acuerdo, y lo he visto sufrir mucho con la enfermedad que tiene. No quiero eso para él".

Polémica

Desde que la muerte asistida se introdujo en 2016 ha generado divisiones aquí en California.

Michelle y Mike Carter, ambos de 72 años y casados durante 43 años, están recibiendo tratamiento contra el cáncer: Mike tiene cáncer de próstata que se ha propagado a los ganglios linfáticos, y el cáncer de ovario terminal avanzado de Michelle se ha propagado a gran parte de su cuerpo.

"Le di la mano a mi madre cuando falleció; le di la mano a mi padre cuando falleció", me dijo Michelle. "Creo que hay libertad de elección; sin embargo, en mi caso, elijo los cuidados paliativos… Tengo a Dios y tengo buena medicina".

Una mujer rubia con una blusa color crema está sentada en un sofá sonriendo frente a las ventanas.
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Michelle Carter deposita su confianza en la medicina.

El médico de Michelle, Vincent Nguyen, especialista en cuidados paliativos, argumentó que las leyes de muerte asistida en ese Estado generan una "coerción silenciosa" que hace que las personas vulnerables crean que su única opción es morir.

"En lugar de acabar con la vida de las personas, creemos programas para cuidarlas", dijo. "Que sepan que son amadas, deseadas y dignas".

Dijo que la ley significa que los médicos han pasado de ser vistos como sanadores a asesinos, mientras que el mensaje del sistema de salud es que "es mejor que estés muerto, porque eres caro y tu muerte es más barata para nosotros".

Algunos activistas que trabajan con los discapacitados afirman que la muerte asistida les hace sentir inseguros. Ingrid Tischer, quien padece distrofia muscular e insuficiencia respiratoria crónica, me comentó: "El mensaje que transmite a las personas con discapacidad en California es que merecen asistencia para el suicidio, no prevención, cuando expresan su deseo de terminar con su vida".

"¿Qué dice eso sobre nuestra cultura?".

Los críticos suelen afirmar que, una vez legalizada la muerte asistida, las salvaguardias que rodean dichas leyes se erosionan con el tiempo, como parte de una pendiente resbaladiza hacia criterios más flexibles.

En California inicialmente existía un período de espera obligatorio de 15 días entre la primera y la segunda solicitud de ayuda para morir. Este período se ha reducido a 48 horas debido a que muchos pacientes fallecían durante el período de espera.

El último adiós

Afuera de la casa de Wayne, en la mañana de su muerte, un pájaro solitario comienza su canto fuerte y elaborado. "Ahí está ese sinsonte", le dice Wayne a Stella, mientras una sonrisa se dibuja en sus rostros.

Wayne odia al pájaro porque lo mantiene despierto por las noches, bromea Stella, cogida de la mano con él a un lado de su silla. Emily y Ashley están junto a Stella.

El doctor Moore, sentado al otro lado de Wayne, le entrega el líquido rosado, que traga sin dudarlo. "Buenas noches", le dice a su familia, un toque de humor típico de un hombre que nos dijo que estaba decidido a morir como él quería. Son las 11:47.

Después de dos minutos, Wayne dice que le da sueño. El doctor Moore le pide que imagine que camina en un vasto mar de flores con una suave brisa en la piel, lo cual parece apropiado para un paciente que ha pasado gran parte de su vida en contacto con la naturaleza.

Después de tres minutos, Wayne cae en un sueño profundo del que jamás despertará. En varias ocasiones levanta la cabeza para respirar hondo sin abrir los ojos, y en un momento dado empieza a roncar suavemente.

El doctor Moore le dice a la familia que este es "el sueño más profundo imaginable" y le asegura a Emily que no hay posibilidad de que su padre se despierte y pregunte: "¿Funcionó?".

"Oh, eso sería muy típico de él", dice Stella riéndose.

Un hombre se sienta en una silla reclinable rodeado de tres familiares y un médico en su casa.
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Wayne y su familia poco antes de su muerte.

La familia empieza a recordar las vacaciones de senderismo y los paseos en una furgoneta grande que habían convertido en autocaravana. "Papá y yo la aislamos y pusimos una cama atrás", dice Ashley.

En las paredes hay fotografías de Emily y Ashley cuando eran niños junto a enormes calabazas de Halloween talladas.

El doctor Moore sigue acariciando la mano de Wayne y de vez en cuando le toma el pulso. Para un hombre que, según Emily, "siempre caminaba, siempre estaba al aire libre, siempre activo", estos son los últimos momentos de su vida, rodeado de quienes más le importan.

A las 12.22 h el doctor Moore dice: "Creo que ya falleció… Ahora está en paz".

Afuera, el sinsonte se ha quedado en silencio. "Ya no hay dolor", dice Stella, abrazando a sus hijos.

Salgo para darle un poco de espacio a la familia y reflexionar sobre lo que acabamos de ver y filmar.

Llevo más de 20 años cubriendo temas de ética médica para la BBC. En 2006, estuve presente justo afuera de un apartamento en Zúrich donde la doctora Anne Turner, médica jubilada, falleció con la ayuda del grupo Dignitas. Sin embargo, en California fue la primera vez que presencié una muerte asistida.

Esta no es sólo una historia sobre la muerte de un hombre en California: se trata de lo que podría convertirse en una realidad en Inglaterra y Gales para aquellos que califican para una muerte asistida y eligen morir de esta manera.

Esté a favor o en contra de la nueva ley propuesta, la muerte de un ser querido es un momento profundamente personal y emotivo para una familia. Cada muerte deja una huella, al igual que la de Wayne.

Información adicional de Joshua Falcon.

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