Ijeoma Uchegbu posa en primer plano vestida con una chaqueta de color coral y una blusa celeste, además de con un sombrero de ala de lado, también celeste. Sonríe. Lleva en la mano un estuche largo, abierto, donde está la condecoración de Dama Comandante de la Más Excelente Orden del Imperio Británico. La condecoración es una gran lazo de color coral con ribetes plateados y una larga cruz dorada, plateada y celeste.
Palace Photos
El rey Carlos III nombró a Ijeoma Uchegbu este año Dama Comandante de la Más Excelente Orden del Imperio Británico por sus servicios a las Ciencias Químicas y a la Inclusión y la Diversidad.

Un día de 1990, Ijeoma Uchegbu se bajó de un avión procedente de Nigeria, con sus tres hijas pequeñas, una de ellas bebé, una sola maleta y muy poco dinero para comenzar una nueva vida.

Estaba de vuelta en Londres, el lugar donde había nacido 30 años antes.

En cuestión de semanas estaría en un refugio para personas sin hogar, batallando para mantener a la familia alimentada y segura.

¿Cómo pasó de ahí a convertirse en una experta líder en el campo de las nanopartículas?

Es esta una historia de agallas y pura determinación, con algunas sorpresas en el camino.

Empezó cuando sus padres llegaron a Reino Unido desde Nigeria en 1960.

Su madre estaba embarazada y cuando ella nació, le pusieron un nombre significativo. Según cuenta ella, habían sacrificado mucho en ese viaje para poder ir a estudiar a Reino Unido.

"Me llamaron Ijeoma, que significa 'que tengas un buen viaje', con la esperanza de que les fuera bien en el nuevo país", relata.

Su madre fue al London School of Economics y su padre comenzó un curso de ingeniería eléctrica. Para que ambos pudieran estudiar, la dejaron en un hogar de acogida temporal, con una familia en Kent.

A pesar de que era un bebé cuando eso pasó, era algo habitual entre estudiantes de África Occidental que tenían descendencia.

Ijeoma pasó cuatro años felices con esa familia, que pensaba era suya, hasta que un día su padre biológico fue por ella.

"No tenía idea de lo que estaba pasando. Solo recuerdo que mi tía Pat, como llamaba a mi madre adoptiva, desapareció, y de repente, ahí estaba mi papá".

Ijeoma en brazos de su madrina y su madre al lado sonriendo en una foto en blanco y negro. Las dos mujeres adultas van vestidas con abrigo largo, por debajo de las rodillas y vestidos a la misma altura. Están en la calle, junto a la reja de una casa.
Cortesía de Ijeoma Uchegbu
"Llegando del hospital después de mi nacimiento (mi madre tiene las manos en los bolsillos y me lleva en brazos una mujer que más tarde sería mi madrina)".

Para más confusión, su padre ya no estaba con su madre, sino con otra mujer. Ijeoma sólo descubrió que era su madrastra, y no era su verdadera madre, cuando tenía unos 10 años.

"Esa fue la primera vez que me di cuenta de que había otra madre por ahí".

La otra madre

Ijeoma conoció a esa "otra madre", la biológica, cuando tenía 13 años.

Recuerda que "ella estaba muy, muy feliz de conocerme, y realmente nerviosa: temblaba cuando nos abrazamos. Para mí, ella era técnicamente una extraña, pero pasamos un fin de semana adorable".

Ijeoma venía de estar en una familia con 6 niños, asi que cuando estuvo con su madre biológica, que solo vivía con una hermana menor, esto supuso un cambio.

"Eera sólo yo con 2 adultos y toda la atención. Fuimos de compras y terminé con una maleta llena de regalos. Solo tenía que mirar algo y ella decía, ¿lo quieres?".

Lo que nunca discutieron fue por qué no había estado más presente en su vida.

"Sentí que si hacía la pregunta, la respuesta sería difícil para ella y tal vez para mí, así que no pregunté, simplemente disfruté el momento".

Nunca más la volvería a ver.

Al año de ese encuentro, su madre biológica se fue a vivir a EE.UU., donde poco después murió, con 33 años.

"Aullé del dolor: nunca había pensado que no volvería a verla".

Ijeoma de unos 4 años con dos niñas que llevan coches de muñecas
Cortesía de Ijeoma Uchegbu
Ijeoma jugado con sus hermanas adoptivas en Kent, Inglaterra.

Había perdido a su madre adoptiva, a su madrastra y a su madre biológica, pero seguía contando con su padre.

"Mi papá era realmente una persona increíble. Al final de su vida tenía muchos hijos, 11 en total, pero siempre fue muy atento conmigo. Nunca olvidaba mi cumpleaños, jugaba mucho con nosotros, nos leía historias, nos llevaba al zoológico…", relata.

Siempre quiso volver a Nigeria, pero no le gue posible por años debido a la guerra civil en el país. Así que trató de compensar mantiendo una vida hogareña a la nigeriana y un estribillo que su padre repetía constantemente: "Voy a volver el año que viene. Vamos a volver".

Mientras tanto…

Ijeoma creció en Reino Unido en los años 60 y 70, una época en la que el racismo no era suficientemente condenado, y en la que no había muchos modelos a seguir.

Aunque tuvo una muy buena maestra que creyó en ella y solía decirle "puedes hacer lo que quieras’", en ese contexto, todo lo que Ijeoma aspiraba a hacer era trabajar en una tienda.

"No podía verme como una profesional pues no veía a nadie que fuera como yo en esas profesiones", dice.

Eso cambiaría cuando a su padre se le cumplió el deseo de regresar a Nigeria.

Pero aunque ese cambio sería finalmente feliz, también fue fruto de tristezas y dificultades.

"Estaba dejando a todos mis amigos para ir a un lugar lejano que no conocía. Me hice la valiente pero recuerdo que cuando entré en la oficina de la directora a decirle me iba, me eché a llorar. Estaba inconsolable y, para animarme, me dijo: '¡Tendrás una Navidad con sol!', y lloré aún más", cuenta.

De hecho, ni el Sol sería su amigo.

Al poco de llegar a Nigeria se le hicieron quemaduras en la piel y tuvo que permanecer en cama por meses. Los médicos descubrieron que tenía una alergía a la luz solar intensa.

Cambio de perspectiva

Ijeoma y dos otras niñas con su padre y otros dos hombres
Cortesía de Ijeoma Uchegbu
"Mi papá abrazándome" (derecha).

Cuando por fin pudo ir al colegio, la situación no mejoró mucho.

"Fue muy difícil ser aceptada. Parecía una víctima de quemaduras, hablaba de manera extraña y no había experimentado la guerra, lo que se consideraba negativo porque me decían que solo había regresado cuando las cosas estaban bien", explica.

Era un choque cultural en muchos niveles.

En un país que no hacía mucho había salido de la guerra civil, lo que veía a su alrededor era "devastación". Y ella venía de un lugar donde era común tener electricidad y agua corriente.

Todo era muy distinto. Incluso la educación.

En Reino Unido le iba bien en la escuela, era de las mejores de clase y muy popular. En Nigeria le tocó a acostumbrarse a no estudiar ni la historia ni la geografía europeras.

"Lo único que era igual era la ciencia y matemáticas, así que me refugié en ellas porque podía entenderlas".

Para entonces, ya había cambiado de parecer sobre qué quería hacer cuando fuera grande.

"Renuncié a mi ambición de trabajar en una tienda casi a los dos días de aterrizar en Nigeria. Un tío que me dijo: '¿qué es esta tontería de que no vas a ir a la universidad?'.

Y aunque ese arranque fue díficil, en retrospectiva ve su ida a Nigeria con otros ojos: "Fue lo mejor que me ha pasado, porque restableció por completo mi aspiración".

Del albergue al amor

A los 16 años, Ijeoma fue a la universidad a estudiar farmacéutica; luego obtuvo una maestría, se casó y tuvo tres hijas, pero la relación con su esposo no estaba bien.

Entonces pensó en que debía regresar a Reino Unido.

"Quería ser científica y, con la infraestructura de Nigerai, era difícil", detalla.

Pero la gente no tuvo fe en esa aventura. "Se rieron en mi cara, me decína que no tendría suficiente dinero y que la pobreza me haría volver".

Ijeoma y su madre
Cortesía de Ijeoma Uchegbu
Uno de los pocos días que pasó con su madre biológica.

Sin un plan, con pocos recursos y sus tres hijas, llegó a Londres, y poco después a un albergue para personas sin techo.

Todo era muy precario.

"En un momento, 11 familias compartíamos un baño; a veces, cerraban la cocina y no podías preparar la comida. Y quienes dirigían el lugar nos trataban con absoluto desprecio. Estuve ahí durante 7 meses y cuando salí, fue como salir de la cárcel".

A pesar de las dificultades, cuenta que no hubo un solo día en el que pensara en volver a Nigeria. La frenaba la idea de su horrible matrimonio.

Mientras lidiaba con todo eso, buscaba puestos de investigación para hacer su doctorado. De dos opciones, se decantó por una que proponía investigar algo de lo que nunca había oído hablar: partículas diminutas.

Era algo completamente nuevo. Aún no se llamaba nanotecnología.

La beca no era tan cuantiosa, pero consiguió ayuda del Estado para pagar el arriendo, y se dedicó a su familia y a la investigación.

Tres años después, asistió a una conferencia que cambió su vida "de manera inimaginable".

Allí conoció a Andreas G. Schätzlein, un científico alemán, con el que tuvo un par de largas conversaciones. Lo suficiente para que le llegara al alma. Después de apenas 4 días, "estaba perdidamente enamorada".

El último día, cuando iban camino a la estación para despedirse, Ijeoma se dio cuenta de que nunca más volvería a verlo.

"Demasiado tímida como para darle mi número de teléfono, le di mi dirección, y él me dijo: 'Te amo’", rememora.

Vivían a millas de distancia.

Lo enorme de lo diminuto

Ijeoma esperó una carta, que felizmente llegó, y aunque "decía todo lo que quería que dijera, él vivía en otro país, tenía su propia carrera, su propia vida".

No obstante, después de un tiempo, "se vino a Reino Unido; dejó todo para estar conmigo: una mujer con tres hijos".

Andreas no sólo se convirtió en su marido sino también en su socio profesional, en pos de algo revolucionario.

Imagínate una nanopartícula, algo de menos de una milésima del ancho de un cabello humano y que sea tan precisa que pueda llevar un medicamento justo al lugar donde se necesita en el cuerpo, mejorando el impacto del fármaco y reduciendo los efectos secundarios.

Eso hicieron.

Ijeoma sonriendo vestida de graduada
Cortesía de Ijeoma Uchegbu
"A los 16 años, en la Universidad de Benin, en Nigeria".

"Cuando tomas un remedio, ya sea por vía oral en forma de tableta, o recibes una inyección, el medicamento finalmente llega al torrente sanguíneo, y así puede ir a todos tus órganos. Pero a veces no quieres eso, porque no todos tus órganos están enfermos. La solución son medicamentos en nanopartículas", explica Uchegbu.

"Si estas nanopartículas solo van al área donde tienes la enfermedad y no al tejido sano, es menos probable que sufras efectos secundarios".

Esos efectos pueden ser desde los devastadores de la quimioterapia hasta la adicción que causan drogas que se prescriben para tratar dolores intensos, como morfina o fentanilo.

Además, Ijeoma y Andreas crean nanopartículas para transportar medicamentos a regiones del cuerpo de difícil acceso, como la parte posterior del ojo y el cerebro.

Con ensayos clínicos en desarrollo, esperan tratar la ceguera con gotas para los ojos, transformar el alivio del dolor y abordar la crisis de opioides.

Entre risas y revoluciones

Uchegbu ha tenido una ilustre carrera científica, y ostenta el título de profesora de Nanociencia Farmacéutica en el University College de Londres (UCL) y el cargo de presidenta de Wolfson College en la Universidad de Cambridge.

Pero además, su pasión por hablar de ciencia le ha hecho recurrir a la comedia para difundir su mensaje.

"Me di cuenta de que cuando hacía chistes, los estudiantes prestaban más atención, así que me propuse hacerlo mejor y tomé un curso de comedia de 10 semanas".

Un curso que incluía presentarse en un teatro londinense con un monólogo cómico.

"Aterrador, pero al final la pasé fabuloso".

Lo aprendido no sólo lo aplica en sus clases, sino que le ayuda cuando le toca comunicarse con grupos grandes y en sus numerosos discursos.

Ijeoma sonriendo
Phil Mynott
Ijeoma ha dedicado su carrera al estudio de la nanociencia farmacéutica, es una defensora de la igualdad racial, y resulta que también tiene talento para la comedia.

Divulgar conocimientos científicos no es su única pasión.

La otra surgió cuando acudió a regañadientes a un reunión sobre igualdad social en UCL.

En un principio no le gustó la idea, porque, dice, ella no entendía de esas cosas ni era una científica social. Pero una vez fue a la reunión, cambió de idea.

"Los datos mostraban que si eras parte de una minoría étnica, era menos probable que obtuvieras un título con honores, que te ascencieran. Pero aún menos si eras una mujer de minoría étnica", sostiene.

Así, Ijeoma se involucró de lleno en la búsqueda de soluciones.

Y se tomó la tarea de ir a los departamentos y facultades para ofrecerles herramientas tan sencillas como asegurarse que los estudiantes de minorías étnicas que contribuyan en las clases, pedirles que pronuncien una y otra vez su nombre "para que se sientan parte del grupo" o incluir a científicos y científicas de minorías étnicas para ilustrar las clases.

"Las medidas tuvieron un impacto fenomenal. Además nos deshicimos de los nombres de los eugenistas de nuestros edificios, algo que me enorgullece mucho", cuenta.

Y esto les ha valido comentarios muy positivos.

"Una mujer que se me acercó y me dijo entre lágrimas: 'Tengo una discapacidad. Solo quiero agradecerles por asegurarse de que esos nombres (de eugenistas) fueran eliminados’".

Ijeoma Uchegbu dice que es complejo dar consejos a la gente, pero que si tuviera que dar uno, lo tendría claro: Si eliges una progfesión, no lo hagas porque creas que vas a ganar mucho dinero; elige algo que sea interesante para ti.

Y es clara: "Si sigues tu pasión y haces lo que realmente te interesa, estarás bien.

línea gris
BBC

Haz clic aquí para leer más historias de BBC News Mundo.

Suscríbete aquí a nuestro nuevo newsletter para recibir cada viernes una selección de nuestro mejor contenido de la semana.

También puedes seguirnos en YouTube, Instagram, TikTok, X, Facebook y en nuestro canal de WhatsApp.

Y recuerda que puedes recibir notificaciones en nuestra app. Descarga la última versión y actívalas.

!function(s,e,n,c,r){if(r=s._ns_bbcws=s._ns_bbcws||r,s[r]||(s[r+"_d"]=s[r+"_d"]||[],s[r]=function(){s[r+"_d"].push(arguments)},s[r].sources=[]),c&&s[r].sources.indexOf(c)<0){var t=e.createElement(n);t.async=1,t.src=c;var a=e.getElementsByTagName(n)[0];a.parentNode.insertBefore(t,a),s[r].sources.push(c)}}(window,document,"script","https://news.files.bbci.co.uk/ws/partner-analytics/js/fullTracker.min.js","s_bbcws");s_bbcws('syndSource','ISAPI');s_bbcws('orgUnit','ws');s_bbcws('platform','partner');s_bbcws('partner','acento.com.do');s_bbcws('producer','mundo');s_bbcws('language','es');s_bbcws('setStory', {'origin': 'optimo','guid': 'c3e7qgpyvk3o','assetType': 'article','pageCounter': 'mundo.articles.c3e7qgpyvk3o.page','title': 'Ijeoma Uchegbu, la mujer que vivió con sus 3 hijas en un albergue para personas sin hogar y llegó a ser una reconocida científica','author': 'Jo Fidgen y Andrea Kennedy – BBC World Service, serie Outlook','published': '2025-10-26T11:38:39.269Z','updated': '2025-10-26T11:38:39.269Z'});s_bbcws('track','pageView');

BBC News Mundo

La British Broadcasting Corporation (Corporación Británica de Radiodifusión) es el servicio público de radio, televisión e internet de Reino Unido, con más de nueve décadas de trayectoria. Es independiente de controles comerciales y/o políticos y opera bajo un estatuto real que garantiza dicha independencia. La BBC cuenta con una red de más de 250 corresponsales en territorio británico y más de 100 ciudades capitales de todo el mundo.

Ver más