Mi última etapa en el servicio diplomático fue como embajador dominicano ante el Reino de España en Madrid, durante el gobierno de Hipólito Mejía, 2000-2004. Mi relación con Hipólito viene desde los años 1960. En el transcurso de los tiempos mantuvimos una amistad estrecha, abonada por coincidencias profesionales y familiares. Su fenecida esposa Rosa trabajó junto a mi padre muchos años en la Casa Espaillat, radicada en Santiago.
Muchos años más tarde, y a pesar de que yo ya estaba fuera de la política, me escogieron para organizar las primarias del PRD en Santiago en 1999. En agradecimiento a mi intensa labor, ya presidente electo, Hipólito me preguntó por mis planes, conversación que terminó con mi nombramiento de embajador en Madrid. Allí se lograron varias realizaciones importantes, sobre todo con el interés de afianzar el despegue del turismo español hacia República Dominicana y consolidar las ya intensas inversiones españolas en el turismo dominicano. Lo más importante fue que conseguimos, con gran esfuerzo, la primera visita de Estado de un presidente dominicano ante el Reino de España a principios de 2003, siendo canciller mi amigo Hugo Tolentino Dipp; luego, al momento de la visita, el también amigo Francisco Guerrero Prats. Otro logro fue que España pidió un convenio migratorio, para facilitar la migración legal de la mano de obra de dominicanos en España, en el que se trabajó arduamente. Para este importante asunto, la cancillería aportó los servicios, según recuerdo, de Carmen Amelia Cedeño, Rubén Silié y Wilfredo Lozano, entre otros especialistas de alto valor. En el banquete que ofreció el rey Juan Carlos, durante la visita de Estado, calificó este tratado de modélico. El encargado de presidir el comité para este tratado por la parte española fue Mariano Rajoy, presente en una sesión efectuada en Santo Domingo, quien años después fue presidente del gobierno español.
Madrid es una ciudad fabulosa en todos los aspectos. Y mi esposa Rosa María y yo la disfrutamos grandemente con la permanente compañía y solidaridad de nuestra hija María Isabel, médico y residente en Madrid desde 1988, su esposo Thomas Knop y su hija Ruth, muy querida nieta. Fueron días inolvidables.
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