Este martes se cumplen 62 años del ajusticiamiento de Rafael Leonidas Trujillo, el hombre que por 31 años había implementado una de las dictaduras más sanguinarias de América Latina.
Su fin llegó la noche del 30 de mayo de 1961 cuando un grupo de valientes ciudadanos decidió hacer justicia con sus manos y quitarle la vida a “El Jefe” o el “Benefactor de la patria”, como era llamado Trujillo.
El atentado no fue un hecho improvisado, sino fruto de una planificación elaborada por un grupo de dominicanos, entre ellos Miguel Ángel Báez Díaz, Antonio de la Maza, Modesto Díaz, Luis Amiama Tió, Amado García Guerrero, Roberto Pastoriza, Wascar Tejeda, Pedro Livio Cedeño, Antonio Imbert Barrera, Salvador Estrella Sadalá y Juan Tomás Díaz, quienes estaban hastiados de los crímenes y excesos del tirano.
El historiador Juan Daniel Balcácer, en una cronología que escribió, afirma que se trató de una conspiración cuidadosamente organizada e integrada por personas no alineadas con organizaciones políticas adversas a la tiranía, a quienes les tomó casi tres años llevar a término su proyecto tiranicida.
Los conjurados emboscaron al dictador en la autopista que conduce a San Cristóbal, hoy conocida como Autopista 30 de Mayo, a poca distancia de la Feria Ganadera.
Trujillo se desplazaba en un Chevrolet, color azul, modelo 57, acompañado solo por su chofer, capitán Zacarías de la Cruz.
“El plan era bloquear la carretera de manera que el carro en el que viajaba el dictador no pudiera continuar su marcha y, así, los héroes podían emboscarlo sin mayores contratiempos. Una vez iniciado el intercambio de disparos con el chofer de Trujillo, en cuestión de menos de diez minutos terminó la refriega con el dictador eliminado físicamente”, indica Balcácer.
Sobre el atentado, la directora del Museo Memorial de la Resistencia Dominicana (MMRD), Luisa de Peña Díaz, dice que el grupo de complotados tenía semanas yendo a la autopista 30 de Mayo, para poder ejecutar el plan.
Finalmente, ese día, martes, no era el que se tenía previsto para ejecutar el plan, pues Trujillo normalmente viajaba los miércoles a San Cristóbal.
“Él viajó un martes y eso hace que no todos los complotados estuvieran presentes. Por eso ves que hay tres carros y uno de ellos lo ocupan tres hombres. Hay otro que está ocupado por dos hombres: Wascar Tejeda y Pedro Livio Cedeño, y en el tercer carro solo va Roberto Pastoriza. Ahí faltaron dos personas, pero no estaban en la ciudad porque no se suponía que fuera un martes. Entonces, estamos hablando una época en que la comunicación y la movilización no es como ahora. Era muy diferente”, indica De Peña.
Según los detalles dados por la museóloga, los primeros disparos los hizo Amado García Guerrero.
“De esos primeros disparos hay uno que es necesariamente mortal, aunque Trujillo no muere de una vez, pero es un disparo que le da por el costado y le atraviesa la caja torácica. Trujillo queda muy mal herido en esa primera balacera. Ellos siguen corriendo en la avenida y pasa el carro de Wascar y Pedro Livio Cedeño, que entonces inicia la persecución y logran interceptarlo. Pero no llegan al puesto de Roberto Pastoriza”.
Agrega: “Pastoriza, que escucha el tiroteo, sale hacia donde están a interceptar los carros. Hay diferentes versiones de quién disparó antes o después. Eso es normal porque cada quien tiene una versión según desde dónde está. Esas versiones permiten a uno reconstruir que Trujillo sale de su carro, ya tambaleándose, herido, sigue la balacera. Hay una versión cercana a la realidad de que Trujillo le dispara a Pedro Livio en el momento en que éste último abre el automóvil y Trujillo está adentro herido. Además de los testimonios de la viuda de Pedro Livio que indican que cuando sacan la bala la identifican como una bala de la pistola de Trujillo”.
De Peña Díaz también especifica que, en medio de la balacera, Antonio de la Maza es quien le da el tiro de gracia, en el mentón. “Que realmente no es un tiro de gracia per se porque ya tenía heridas que eran mortales. Ahí Trujillo pierde el puente dental”.
Además, explica que los complotados dejaron varias pistas en el lugar del hecho que permitieron que las autoridades los identificaran rápidamente. Por ejemplo, señala, el vehículo de Salvador Estrella Sadhalá quedó en un muy mal estado y tuvieron que abandonarlo.
Mientras que a Antonio de la Maza se le cae la pistola y se le queda en el lugar, y el chofer, Zacarías, sobrevivió y huyó, aunque los complotados no se percataron.
A Pedro Livio Cedeño, narra De Peña Díaz, lo llevan herido a la clínica e inmediatamente lo identifican y logran a través de las pistas que se quedaron en la avenida, llegar a casa de Juan Tomás Díaz.
“Todo fue una bola de nieve en ese momento y no les permitió a los conjurados poder ejecutar el plan de instaurar un régimen democrático provisional hasta celebrar elecciones. Los ajusticiadores se dan cuenta que van a ser identificados y pasan a la clandestinidad, sobre todo para proteger a sus familias, los que pueden, porque hay una parte que son tomados prisioneros en sus casas, que son identificados rápidamente. Ahí empieza la cacería y el asesinato de los ajusticiadores, las torturas y todo eso. Finalmente, seis meses después, los que sobreviven, los seis son asesinados por Ranfis Trujillo en Hacienda María”.
El monumento a Los Héroes del 30 de Mayo, ubicado en la autopista que fue escenario del asesinato, recuerda aquella histórica noche, cuando este grupo de ciudadanos escribirían las primeras líneas del largo camino hacia la democracia en la República Dominicana.
Se calcula que unas 25,000 personas fueron muertas o desaparecidas en esos 31 años, aunque el total de víctimas, entre secuestrados, torturados y presos políticos, alcanzarían las 50 mil, de acuerdo a cifras del Museo Memorial de la Resistencia.
El asesinato de las hermanas Minerva, María Teresa y Patria Mirabal, junto a Rufino de la Cruz, el 25 de noviembre de 1960, ha sido calificado como uno de los principales factores que llevó al fin del régimen trujillista.