Cortesía de Norihelys Ramos Rodríguez/Especial para Acento.com.do

Es jueves, 21 de septiembre de 2017. Las vías están intransitables en San Juan, la capital de Puerto Rico. Hay inundaciones, derrumbes, carros volcados, semáforos rotos, postes rajados y árboles caídos. Jorge Muñiz se encuentra en el área, con su cámara de video, capturando los daños causados por el huracán María. Está conmovido por la devastación. En el archipiélago no hay energía eléctrica ni agua potable. Tampoco acceso a internet. Ese día, recibe señal en su celular por un momento y le envía un mensaje de voz a su hermano, que vive en Estados Unidos. Le dice llorando: “Puerto Rico está destruido”.

Jorge es reportero y fotógrafo para EFE, una agencia internacional de noticias. Califica la cobertura del huracán como una experiencia traumática. Por tres semanas, trabajó sin detenerse. Todos los días, escribió cerca de 25 notas. Cubrió conferencias de prensa y, también, visitó comunidades alrededor del país. Fue testigo de la desgracia y del sufrimiento de la gente.

El huracán María azotó a Puerto Rico, de sureste a noroeste, con vientos de hasta 155 millas por horas e inundaciones de hasta 38 pulgadas de lluvia. Según las autoridades, causó $100,000 millones de dólares en daños. Su fuerza superó en potencia a otros huracanes en la historia del país. Se considera como el mayor desastre natural que ha conocido la población puertorriqueña en 85 años.

En una ocasión, el periodista viajó en helicóptero con la Guardia Nacional desde San Juan hasta Jayuya, un municipio montañoso de la zona central. En el camino observó canales de agua marrones, cultivos tumbados y casas caídas por barrancos. “Era otra visión. No es lo mismo estar en un carro que ir mirando el paisaje desde un helicóptero. En la zona metro vivimos como en una burbuja y cuando empecé a ver todo el desastre que había pasado, fue impactante. Te afecta porque pudo ser tu casa o la de un familiar. Uno se hace mil preguntas: por qué nos pasó esto, si habrá gente muerta ahí, si podrán reponerse”, dice pensativo y en voz baja.

ACOMPAÑA CRÓNICA: P.RICO HURACÁN – USA035. YABUCOA (PUERTO RICO), 18/09/2022.- Fotografía del 16 de septiembre de 2020 que muestra el estado de los techos de unas casas afectadas en el 2017 por el paso del huracán María en el pueblo de Yabucoa (Puerto Rico). Hace cinco años, María Rodríguez perdió su casa cuando el ojo del devastador huracán María, que causó cerca de 3.000 muertos en Puerto Rico, tocó tierra en su municipio, Yabucoa, una experiencia que recuerda como la "más horrible" de su vida. EFE/ Thais Llorca

Muñiz tiene 42 años. Comenzó su carrera como reportero deportivo en el periódico The San Juan Star y desde el 2006 cubre todo tipo de noticias para la Agencia EFE. Durante la emergencia, sintió mucha tristeza y desmotivación. No quiso ejercer el oficio. Pensó que su trabajo no era suficiente. “Yo veía tanta necesidad. Me decía: qué yo hago aquí entrevistando a gente sufriendo. ¡Fue horrible! Porque uno se pone en los pies de ellos y uno quisiera tener todos los recursos del mundo para ayudar. Pero, lo más que puedes hacer es darle compañía. Decirles que nosotros también sufrimos esto. Que aunque somos periodistas, no estamos exentos”.

Los desastres naturales alteran el funcionamiento de una sociedad. Son eventos que producen daños materiales y pérdidas humanas, causan estrés colectivo y tienen consecuencias psicológicas en las personas implicadas. No solo afectan a las víctimas primarias, aquellas que están expuestas directamente, sino también a los profesionales de la comunicación que realizan la cobertura.

Según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), América Latina y el Caribe es la segunda región más propensa a sufrir desastres naturales en el mundo. Entre el 2000 al 2019 ocurrieron 1,205 fenómenos. Las inundaciones son el desastre más común de la región. En este periodo, se registraron un promedio de 17 huracanes por año. Las simulaciones de modelos climáticos pronostican que la intensidad de los ciclones tropicales aumentará por el alza de temperaturas del planeta. Existen cinco categorías de huracanes para conocer la fuerza del viento y la capacidad destructiva. Por ejemplo, el huracán categoría 1 es de intensidad mínima y el huracán categoría 5 es el más violento.

Por Puerto Rico, pasó el huracán María en 2017, categoría 4 y el huracán Fiona en 2022, categoría 1. Aunque en Fiona los vientos fueron de hasta 85 millas por hora, hubo un impacto significativo en inundaciones y deslizamientos, y más de la mitad de la población quedó sin energía eléctrica. Además, en los últimos cuatro años, el país caribeño ha enfrentado una secuencia sísmica de más de 24 mil temblores, que incluye un terremoto de 6.4 de magnitud.

Sheila Matos es fundadora de La Voz Digital, un medio regional, ubicado en el municipio costero de Cabo Rojo, que cubre las noticias de la zona oeste. Por el momento, es la única persona a cargo de todas las posiciones. Es redactora, fotógrafa y administradora. Distribuye su tiempo con otro trabajo porque, también, es reportera independiente en el periódico Visión, un semanario impreso y digital que informa sobre la zona norte y oeste del archipiélago.

SJ103. SAN JUAN (PUERTO RICO), 20/09/2017.- Vista de los daños causados por el huracán María hoy, jueves 21 de septiembre de 2017, a su paso por San Juan (Puerto Rico). El presidente de EEUU, Donald Trump, aprobó la declaración de "desastre" para Puerto Rico por el impacto del huracán María en la isla, donde causó al menos un muerto y dejó casi a la totalidad de sus 3,5 millones de habitantes sin energía eléctrica, informó hoy la Casa Blanca. EFE/Thais Llorca

Su primera experiencia como periodista en un desastre fue en el huracán Fiona, en septiembre de 2022. Se destacó por reportar las denuncias de la ciudadanía. Mucha gente la llamó y le envió mensajes pidiendo ayuda porque no tenían el servicio de energía eléctrica. “¡Se volvió como una pesadilla, eran tantas llamadas! Yo estaba impresionada porque creían que si yo reportaba la situación, les iba a llegar la luz”, dice, quien atendió las peticiones y siempre trato de publicar notas, video reportajes o transmisiones en directo desde la comunidad afectada.

A 19 días del huracán, visitó el Hogar Huellas de Amor, un centro de vivienda asistida para personas con discapacidad intelectual que no tenía energía. La administradora del lugar estaba angustiada porque seis pacientes dependían de camas de posición, concentradores de oxígeno y máquinas de terapia. Aseguraba que, si el generador eléctrico fallaba, la vida de esas personas estaría en riesgo. La compañía LUMA Energy restauró el servicio tras la cobertura de La Voz Digital.

Matos tiene 39 años. Emprendió su proyecto periodístico en marzo de 2020 al inicio de la pandemia. Antes del huracán Fiona, estuvo muy preocupada. “No sabía si la oficina era segura para un evento atmosférico y sentí mucha ansiedad. Pensé en todo mi esfuerzo y que si pasaba la misma devastación de María, pues, perdería el letrero y se inundaría la oficina. Fue mucho estrés, pero poco a poco traté de tranquilizarme y me dije: ‘todo va a estar bien, quizás no viene con tanta fuerza’. Tuve que hablarme a mi misma porque sentía que iba a colapsar”, explica.

La periodista, también, sintió miedo durante su primer recorrido por el casco urbano de Cabo Rojo. Estaba sentada en el asiento del pasajero transmitiendo en vivo, mientras su esposo conducía el carro. Recuerda que comenzó a llorar cuando sintió la fuerza de los vientos. Ese día, se toparon con inundaciones y un árbol gigantesco de tronco grueso, que bloqueaba la carretera de un extremo a otro. Intentaron tres vías alternas para poder regresar a la casa y protegerse. Un trayecto que tomaba 8 minutos en carro, se convirtió en una hora de incertidumbre. “Yo pensaba que íbamos a pasar el huracán en la calle. ¡Era peligroso! Había un poste de madera que se movía como una hamaca. Yo decía: ‘Santo Padre este poste nos va a caer encima’. ¡Fue bien fuerte! Pensé que podíamos perder la vida”, cuenta.

Efectos en la salud mental

Algunos estudios exploratorios evidencian el impacto del trabajo en la salud mental de los periodistas. Por ejemplo, la investigación de la profesora Gretchen Dworznik- Hoak, de la Universidad Estatal de Kent en Ohio, que muestra los efectos de la cobertura del huracán Harvey, de 2017, en un grupo de 30 periodistas locales del estado de Texas en Estados Unidos. Un 90 por ciento experimentó síntomas de estrés postraumático y un 93 por ciento, síntomas de depresión. A dos meses del fenómeno, varios participantes continuaban experimentando dichas manifestaciones.

Por otro lado, el estudio de la psicoterapeuta Anke Weidmann, de la Universidad de Humboldt de Berlín, que analiza los testimonios de 60 periodistas que cubrieron el tsunami de 2004 en el Océano Índico, registrado como el más grave de la historia con 250 mil víctimas mortales. A ocho meses del evento, un 7 por ciento de los periodistas aún experimentaba síntomas de estrés postraumático y para un 45 por ciento de ellos, su peor experiencia de trauma estaba relacionada a su oficio.

MIA17. SAN JUAN (PUERTO RICO), 20/09/2017.- Vista de los daños causados por el paso del huracán María hoy, miércoles 20 de septiembre 2017, en el sub-barrio de Miramar de Santurce, en el municipio de San Juan (Puerto Rico). El poderoso huracán María dejó hoy daños "severos" en las infraestructuras y viviendas de Puerto Rico durante las seis horas en las que su ojo azotó la isla caribeña después de devastar a inicios de esta semana las islas de Dominica y Guadalupe, donde ha dejado al menos nueve muertos. EFE/Thais Llorca

Según el doctor puertorriqueño Lino Hernández, especialista en Psicología del Desastre, el periodista, como cualquier otra persona, puede desarrollar un trauma psicológico si su vida o integridad corporal estuvo en peligro o si fue testigo de una situación donde hubo riesgo de muerte. A pesar de que no todo suceso negativo ocasiona un trauma, los periodistas son más vulnerables porque se consideran como personal de primera respuesta en una emergencia. Al igual que la policía, bomberos, paramédicos y rescatistas, son de las primeras personas en llegar al lugar y presenciar la gravedad de los hechos.

El periodista Jorge Muñiz, de EFE, piensa que experimentó síntomas de burnout, conocido como el síndrome de desgaste profesional, y que desarrolló un trastorno de estrés postraumático. En el huracán María, sintió un agotamiento que perjudicó su salud física y mental, y en los pasados seis años, ha tenido recuerdos intrusivos y reacciones emocionales cada vez que ocurren desastres y apagones.

Su experiencia nunca la ha compartido con otras personas ni con un profesional. Ha pensado que no necesita ayuda y que él solo puede manejar la situación. Sin embargo, reconoce que cuidar la salud mental debe ser una prioridad para cualquier periodista. “Desgraciadamente, nosotros nos guardamos muchas cosas. Tal vez, nos desahogamos con alguien o nos damos un palo (trago) y ya con eso pensamos que estamos bien. Pero, en verdad, no es suficiente”, opina.

La periodista Sheila Matos ha compartido su experiencia en terapia psicológica porque el trabajo le genera mucho estrés y quiere aprender a gestionar sus emociones de manera efectiva. “El tema del trabajo es bastante comentado dentro de mi terapia. Mi psicóloga me ha ayudado porque es una persona objetiva y con su conocimiento me va haciendo recomendaciones, que las he llevado a cabo y me ayudan. Últimamente, ya a las 7 de la noche apago la computadora y silencio el celular para darle un shutdown a la ansiedad. Busco hacer otras cosas que me desconecten como ver programas en la televisión que no sean noticias”.

Rafelli González es director de la plataforma digital de El Vocero, un periódico de cobertura nacional. En su jornada laboral, supervisa el trabajo de nueve periodistas web, analiza las tendencias en las redes sociales, observa a la audiencia, colabora con el área comercial y de programación y, además, escribe notas sobre temas policiales, judiciales y deportivos. En el huracán María fue responsable, por primera vez, de la seguridad y el bienestar de un equipo de reporteros.

En ese momento, era director digital del periódico Caribbean Business. Recuerda que durante la emergencia tuvo conversaciones que nunca había tenido. Por ejemplo, después de asignar las tareas a sus colegas, les preguntó de manera individual: ¿cómo te encuentras y qué necesitas? Reconocía que algunas personas del equipo sufrieron daños y pérdidas en sus casas. También, que el lugar de trabajo se inundó y no tenían una oficina, y que la empresa tuvo problemas con la nómina y no estaban recibiendo su salario. “Era la primera vez que estaba expuesto a esto. Para mi la clave era saber cómo estaba cada uno de ellos, y ese era el diálogo. Sabían que podían contar conmigo y que yo iba a buscar la forma de poder armonizar el trabajo que tenían que hacer con sus asuntos personales en ese momento crítico”, explica.

Cada periodista se expresó de manera diferente. Pero, en general, los más jóvenes compartieron sus emociones y mostraron menos resistencia a una conversación, en comparación con los más adultos. Algunas personas de su equipo estuvieron más distraídas y entregaron las notas con muchos errores. Lo mismo ocurrió en el huracán Fiona con su equipo digital de El Vocero. Por eso, considera que el mayor reto de un periodista en un desastre es: “dejar a un lado la familia y lo personal para enfocarse en la noticia”.

González tiene 15 años de trayectoria en los medios de comunicación. Admite que su desempeño en la cobertura de un desastre es “hardcore” porque con más trabajo, mejor se siente. “No sé si haya tal cosa que me afecte de manera emocional. Quizás sí y explotará en dos o tres años, como he escuchado de otros compañeros”, dice y confiesa que comprendió el impacto del huracán María en el primer aniversario del fenómeno. Recuerda que eran las 5 de la mañana, en el televisor se transmitía un programa especial de noticias y al ver las imágenes de la devastación, quedó conmovido. “Yo vine a llorar María ese primer año en la privacidad de mi cuarto. Ese día, llegué tarde al trabajo porque ni siquiera podía funcionar. Yo estaba soltanto y soltanto, y no entendía porqué. Hoy pienso que fue ver la situación por primera vez como televidente y no como periodista”.

Estrategias de prevención y cuidado

Ante el riesgo de desarrollar algún trauma psicológico, los periodistas deben priorizar el cuidado de la salud mental e incorporar estrategias de prevención en su vida cotidiana y trabajo. Uno de los ejercicios que recomienda el hospital psiquiátrico San Juan Capestrano es el CPR Emocional, un tipo de acercamiento para apoyar a personas en situaciones de crisis. La educadora en salud pública Ixza Casillas y el psicólogo Héctor Pérez ofrecieron un taller inicial a un grupo de periodistas el pasado octubre de 2022.

Los participantes aprendieron que el CPR Emocional consiste en tres etapas. La primera es la conexión, donde una o más personas escuchan de manera atenta y construyen un espacio seguro. La segunda es el empoderamiento, donde se ayuda a que la persona en crisis sienta esperanza y tome acción, por ejemplo, a través de preguntas: cómo quieres que sea tu vida, qué puedes hacer para cuidarte o qué cosa importante puedes hacer ahora. La tercera etapa es la revitalización, donde se alienta a que logre cambios en su vida. En palabras de Casillas, es una conexión de corazón a corazón para la resucitación emocional de una persona que está en crisis.

Los periodistas podrían capacitarse y utilizar este enfoque a nivel personal, entre colegas, como sala de redacción e, incluso, con las fuentes. “El rol del periodista es hacer su trabajo, pero es un ser humano […] Se espera que se enfrente a eventos de trauma y haga un reportaje sin que le afecte, pero eso es casi imposible. Es una población vulnerable por la constante exposición, que ante más riesgo necesita mayor preparación y herramientas, como estas, para poder protegerse”, enfatizó Pérez.

Este taller fue coordinado por el Hospital en colaboración con la Asociación de Periodistas de Puerto Rico y el Overseas Press Club porque coinciden que, en los últimos años, el gremio ha enfrentado eventos de alto estrés como la pandemia, los terremotos, las protestas sociales y los ciclones tropicales. “Yo estoy segura que en ese grupo de periodistas hay traumas, hay heridas que están presentes y que si no se les da la oportunidad de atenderlas, se van a complicar o van a resurgir. Muchas veces no queremos mostrar la vulnerabilidad pero es fundamental porque a la larga se nos va la vida”, dijo la educadora, quien exhortó al gremio a expresar sus emociones, y a los medios de comunicación a invertir en la salud mental de su plantilla porque “los periodistas son importantes para el pueblo. Son esa voz que nos permite tomar decisiones informadas. Entonces, su bienestar es como una joya preciosa que hay que cuidar. Nosotros dependemos de su trabajo y necesitamos que estén emocionalmente saludables”.

Miguel Santiago es un periodista de 26 años. Experimentó síntomas de burnout en su primer trabajo a tiempo completo cuando era productor de contenido web en El Nuevo Día, uno de los principales periódicos del país. Su salud mental se afectó por el ritmo acelerado de las publicaciones, ya que tenía que escribir cerca de 15 a 20 noticias diarias. En aquel momento, su desgaste empeoró porque su familia vivía en el municipio de Yauco y fue afectada por los terremotos del suroeste.

Su situación emocional nunca la compartió en el entorno laboral. “Yo era nuevo y, cuando uno empieza, uno es tímido y no se atreve a hablar. Tampoco yo quería parecer que estaba desaprovechando la oportunidad, y pensaba que no había espacio para eso. Yo no veía a compañeros que dijeran: ‘me siento así’. Puede ser mi interpretación, pero no lo veía como parte de la cultura”, expresó y añadió que prefirió buscar ayuda en terapia psicológica. “Comencé a ir y luego por la pandemia tuve que dejarla. Pero, no sentí que me ayudó mucho. Yo necesitaba validación y a veces no me daba esas respuestas que yo buscaba. Ahora, entiendo que eso es parte de ir a un psicólogo, estar dispuesto a escuchar otros puntos de vista”.

Ya han pasado tres años de esta experiencia y ha trabajado en otros medios de comunicación. Después del huracán Fiona, cuando era reportero en el periódico Metro, volvió a sentir algunos síntomas. Se dio cuenta porque observó ciertas señales. No podía leer un libro sin distraerse con su celular, estaba perdiendo el hábito de acomodar su cama y limpiar su apartamento, se demoraba en la mañana y no quería ir a trabajar, y se quejaba al ver las asignaciones de sus coberturas. Estos cambios en su estado de ánimo y comportamiento le preocuparon, y comenzó a cuidarse.

“Mi clave ha sido descansar, dormir mis 8 horas, aunque me acueste temprano. Me ayuda un montón a no deprimirme, a no sentirme cansado y a no tener un mal día. Se ha convertido en una de mis prioridades porque de inmediato me siento mejor”, compartió, quien también ha establecido una nueva rutina para sus días libres. “Planificar mis fines de semana, salir y hacer cosas distintas. Voy a la playa, a pasear. Me obligo a salir porque me ayuda mucho. Así cuando regreso al trabajo estoy descansado, con ganas de trabajar, y siento que hice algo, que aproveché el tiempo, que viví”.

Santiago, productor de podcast para GFR Media, ha creado límites entre su vida profesional y personal porque considera que no siempre tiene que estar pensando en el trabajo, leyendo noticias o compartiendo información en las redes sociales. Además, ha aprendido que, si ocurre otro desastre natural, debe proteger su seguridad y bienestar. “Yo voy a velar primero por lo mío, que tenga todo lo que necesite y asegurarme que yo esté bien. Luego, miro si voy a trabajar y si no puedo, pues no voy”, afirmó.

La preparación para la cobertura de un desastre es otra forma de prevención y cuidado. El psicólogo Lino Hernández, recomienda la creación de un plan para el antes, durante y después de un fenómeno atmosférico. Consiste en una planificación básica para la temporada de huracanes, que comienza en junio y termina en noviembre de cada año. Por ejemplo, tener suministros, vivienda segura, fuentes de energía, reserva de medicamentos y documentos personales. “Es tener un plan individual y familiar para que cuando tengas que ir a trabajar, esas personas que dependen de tí, se encuentren bien y no tengas mayores preocupaciones”, mencionó y recalcó que si el periodista no está preparado, no debe cubrir el evento porque estaría más vulnerable a experimentar síntomas de trauma.

Esta planificación, también, incluye el aspecto laboral. Sugiere que el periodista nunca debe ir solo al lugar de los hechos. “Esa es la primera regla de quienes trabajamos en un desastre porque no sabemos con qué nos vamos a encontrar o si habrá peligrosidad”. La cobertura debería ser en pareja para que ambos cuiden su bienestar y puedan compartir sus emociones y pensamientos. Otra regla que deben cumplir cada día es hacer ese debriefing y limitar el tiempo de trabajo vinculado a la tragedia. “No van a estar tres horas expuestos a la experiencia. ¡No se pueden quedar ahí! Necesitan salir del área y monitorearse”.

Según Hernández, es importante que después de cada cobertura el periodista preste atención a su comportamiento. “Cuando regrese a la casa, que se pregunte cómo está y cómo se manifiesta eso. Cualquier patrón es importante. Por ejemplo, si quiere dormir mucho más o si no puede dormir”.

Estas recomendaciones las compartió en un taller para la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos de Puerto Rico el pasado agosto de 2022, donde explicó a los participantes que siempre deben prepararse como cualquier personal de primera respuesta en una emergencia. “Cuando ocurre un desastre va a chocar contigo, con todo tu andamiaje, experiencias previas y situaciones no resueltas. Entonces, si estás expuesto al evento y, también, tienes que manejar contigo mismo, pues eso va a traer consecuencias. En mi caso, yo sé que este es mi trabajo y cuando voy a un desastre trato de que mi vida esté bastante organizada, que mi familia esté bien y no le falta nada”, comentó el integrante de la Red de Respuesta en Salud Mental ante Emergencias y Desastres de la Asociación de Psicología de Puerto Rico, quien atiende a personas damnificadas hace 14 años, desde que ocurrió la explosión de los tanques de gasolina en la Caribbean Petroleum (CAPECO) en el municipio de Cataño.

Los editores y jefes de redacción, también, tienen la responsabilidad de monitorear el estado físico y emocional de sus periodistas. El Dart Center for Journalism and Trauma, un proyecto de la Universidad de Columbia en Nueva York, propone que tengan conversaciones utilizando el acrónimo “FINE”. Una palabra que en español significa bien y que, en esta ocasión, cumple con el propósito de estructurar un diálogo informal.

La F es para “facts” o hechos. Es el primer acercamiento, donde se pregunta qué pasó en la cobertura y se escucha de manera atenta. La I es para “impact” o impacto. Es la oportunidad de conocer los efectos de esa experiencia. Se pregunta cómo le afectó y qué ha pensado y sentido desde ese momento. La N es para “now” o ahora. Es el tercer paso, donde se realiza un cuestionario para saber si el periodista está manifestando síntomas relacionados al trauma. Son diez preguntas claves que aparecen en el manual digital Trauma & Journalism, a guide for journalist, editors & managers publicado por el Dart Center en 2007. Por último, la E es para “education” o educación. Es el cierre del diálogo, donde el editor o jefe explica que cada persona reacciona de manera distinta y que es usual experimentar síntomas.

El método “FINE” se debe realizar al finalizar la cobertura y después de un mes para dar seguimiento y comparar los resultados del cuestionario. Ya que si el periodista continúa teniendo los mismos pensamientos y emociones o, si en esas semanas, ha empeorado su situación, debe recibir apoyo y ser referido a un profesional de la salud mental.

José Karlo Pagán es un periodista con siete años de trayectoria. Cuando ocurrió el huracán María era reportero en Primera Hora, un periódico de cobertura nacional, y en Diálogo, el periódico de la Universidad de Puerto Rico. Piensa que desarrolló estrés postraumático porque en cada temporada de huracanes recuerda a María, se asusta fácilmente e imagina el peor escenario. “Aunque el huracán esté lejos, yo pienso que puede llegar, y aunque se desvíe, pienso que vamos recibir otro de nuevo. ¡Es horrible! Después de la cobertura de María, cada aviso de un fenómeno es una tensión muy grande para mi”.

Por su profesión, también, ha sufrido síntomas de burnout y ansiedad. “Mi vida se concentraba en el trabajo y uno de mis refugios era ver series. Hubo momentos, que yo solo quería salir del turno para llegar a ver una serie. No me daba cuenta que era una manera de evitar la realidad y de desconectarme de lo que había vivido o estaba viviendo”. Este patrón de conducta, le ocasionó malos hábitos de sueño y de alimentación. “Eso hizo que engordara muchísimo y mi salud se fue deteriorando. O sea, mi nivel de colesterol y glucosa estaban por los aires”, exclamó.

Después de la cobertura del huracán Fiona, decidió ausentarse al trabajo por un día para cuidar su salud mental. En ese momento, era reportero web para El Nuevo Día y por primera vez, en cinco años, compartía su situación con algún jefe. Al excusarse, fue honesto y dijo que sentía ansiedad. La respuesta que recibió fue un correo electrónico. “Me pasaron un flyer con unos supuestos beneficios que habían en el plan médico, que no sabían si todavía estaban disponibles”. El mensaje le sorprendió, lo describe como transaccional y de poco tacto. “Yo hubiera tenido una conversación para entender qué está pasando y si el periodista no quería hablar conmigo, pues que fuera a Recursos Humanos o con un compañero de confianza. Le hubiera dicho que si tenía días de vacaciones o enfermedad, podía tomarlos. No sé, otras alternativas hubiesen sido mejor”, opinó Pagán.

Luego de esta experiencia y de continuar manifestando los mismos síntomas, tomó la decisión de renunciar a su trabajo. Admite que fue un proceso difícil, que consideró por casi dos años. “No tenía ningún referente de periodistas que lo hubieran hecho. Me decía: ‘¿tú estás loco, cómo vas a hacer esto?’. Pero, al final, me mantuve firme porque ya estaba el daño, la herida, el desgaste, la quemazón. No solamente por la cobertura de todos los desastres naturales, sino por la cultura de trabajo que había en la empresa. Fueron años explotando lo mejor de mí y más. Yo merecía descansar”.

A José Karlo le apasiona ser periodista, pero se marchó del periódico en diciembre de 2022 porque necesitaba priorizar su salud física y mental. A tres meses de entregar la carta de renuncia, confirmó que fue una buena decisión. “No soy la persona menos ansiosa ni ya se me sanaron todos mis traumas por arte de magia. Decirlo sería una mentira, pero siento que voy por el camino correcto. He vuelto a retomar la lectura. Ya no tengo un estilo de vida ajetreado. Tengo tiempo para caminar, para respirar”, dijo, quien se encuentra actualmente en España disfrutando un año sabático.

Durante este proceso, ha reflexionado que las universidades deberían enseñar los retos que enfrenta un periodista en su jornada laboral. “Es un oficio cansón y drenante que requiere mucha fuerza física, por ejemplo, para estar caminando de arriba hacia abajo o para estar sentado todos los días, ocho horas, y aguantar la postura y los dolores de espalda. Requiere mucha fuerza mental, también, y se tiene que hablar. Necesitamos herramientas, terapia psicológica y redes de apoyo”.

Recuerda que comenzó su carrera ilusionado con la frase: ‘el periodismo es el mejor oficio del mundo’ de Gabriel García Márquez. Hoy, “lo sigue siendo y mi ilusión continúa, pero es mucho más que eso”.