José Augusto Vega Imbert abandona la militancia política en 1971 por las razones que él mismo explica a ACENTO a continuación:
“Después de lo ocurrido en 1970, principalmente el retorno inesperado de Juan Bosch a República Dominicana y la puesta en ejecución de su proyecto de “desgarrapatización” del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), así como de la abstención de este en las elecciones de 1970; mi humilde incursión en la vida pública sufrió un angustioso descalabro a principios de 1971. Ello motivó a que me desvinculara de la militancia política durante años, hasta mi breve y absurda reaparición en el proceso electoral de 1978, lo que trataré de explicar de la manera más transparente y con estricto apego a la verdad.
Veamos :
A mi regreso de Benidorm a fines de 1968, en plena represión, principalmente contra los remanentes de la izquierda armada cuyas ocasionales acciones manifestaban signos de guerrilla urbana, y dada la firme inclinación del PRD de no concurrir a las elecciones de 1970, me alejé bastante del día a día político y me dediqué intensamente al ejercicio profesional y a actividades deportivas.
En 1969, una recién creada agroindustria cercana a Santiago se asoció a una multinacional norteamericana, lo que motivó que se me contratara como asesor legal, con base en que, además de mi capacidad en el Derecho societario y privado, mi conocimiento del idioma inglés resultaba muy conveniente.
Al socio fundador y gerente de la empresa agroindustrial, el señor Juan Portela Bueno, yo le conocía bien pues un pariente suyo era cliente mío. Aunque no militante político, él tenía una intensa simpatía y admiración por el presidente Balaguer, quien reciprocaba esa amistad con distinciones y atenciones… En dos ocasiones, en 1970, viajamos juntos a Estados Unidos a reuniones de negocios con sus socios. Seguí siendo abogado de su empresa hasta que la vendió en 1989 y su amigo personal hasta su fallecimiento en 2007.
Frecuentemente insistía en que, como profesional, me convenía ser miembro de la Comisión Nacional de Desarrollo. Mi respuesta fue siempre negativa por razones obvias. Unos días antes de la Nochebuena de 1970, en la fiesta navideña de la empresa, me arrinconó y delante de amigos reanudó su insistente propuesta de manera agobiante, y yo, para darle un corte al acoso, le dije que me lo dejara pensar, que luego hablaríamos. Enseguida me aparté del grupo.
Pasaron las fiestas, y el domingo 3 de enero de 1971, llegó el inesperado y sorprendente descalabro… El Listín Diario, en un diminuto recuadro de primera página, dio la noticia de que yo había sido designado por decreto, miembro de la Comisión Nacional de Desarrollo (CND). Sentí que el mundo caía sobre mi cabeza. Las llamadas telefónicas comenzaron a llover. Me reuní con amigos, en la residencia del gran amigo Aníbal Campagna, y les aseguré que no aceptaría un cargo al cual no había consentido. Don Antonio Guzmán habló con Bosch a ese respecto.
Salí hacia Santo Domingo esa misma tarde y me reuní con Alejandro Grullón Espaillat y Luis B, Crouch Bogaert, amigos entrañables, quienes me estaban esperando a instancia mía. Redactamos una carta de no aceptación y salimos a llevarla al Palacio Nacional que por ser domingo estaba prácticamente desierto. Allí nos recibió el señor Ricourt, a la sazón subsecretario de la Presidencia y conocido de todos, principalmente de Alejandro. Nos dijo que esa carta enfurecería al presidente Balaguer pues daba a entender que lo habían engañado y que esto conllevaría una reacción inmediata nefasta. Sugirió una carta con cambios, agregando que él explicaría la situación al presidente y que luego le entregaría la nueva carta. Alejandro le pidió a Ricourt que no hiciera nada hasta que recibiera la carta. Esa misiva nunca llegó.
En efecto, decidí volver a Santiago y repensar el caso. Caí en un estado de duda lacerante y luego de pasar la fiesta tradicional de Reyes, tomé una decisión muy desatinada. Decidí no juramentarme ni asistir a las reuniones de la CND. Transcurrió así todo enero y en los primeros días de febrero don Víctor Espaillat Mera me pidió pasar por su casa y allí me dijo que había recibido varias llamadas del licenciado Luis Julián Pérez, presidente de la CND, pidiéndole que averiguara si yo aceptaba o no la designación del presidente Balaguer. Don Víctor , quien años después se convertiría en un gran amigo y mentor, especialmente en la creación del importante proyecto de la Corporación Zona Franca Industrial de Santiago, cuya estructura jurídica se me encargó, me aconsejó que tomara una decisión cual que fuese, y se limitó a analizar conmigo los pros y contras de tal decisión.
Esa entrevista con el licenciado Espaillat Mera me llevó a la conclusión, quizá equivocada, de que debía escoger entre la militancia política y el ejercicio profesional. El camino del PRD después del regreso de Bosch, la salida de Peña Gomez a estudiar a París, y una gran presión de amigos y clientes y la necesidad de seguir levantando una familia, me llevaron a tomar una decisión aún más errónea que las anteriores. En tal sentido, le dije luego a don Víctor Espaillat que me juramentaría en la próxima sesión de la CND, pero que no volvería jamás a ninguna otra sesión. Luego visité a don Antonio Guzmán y le dije lo que había decidido y que por favor le dijera a Bosch que renunciaría al Partido. La respuesta de Bosch fue furiosa y trepidante, no aceptaría mi renuncia y se me pasaría a juicio disciplinario. Solo una vez fui a una sesión de dicha comisión, no como miembro de la misma, sino como asesor legal de un cliente que deseaba explicar una situación puramente legal que afectaba a su empresa. Balaguer aprovechó histriónicamente la ocasión escuchando nuestra petición con rostro áspero y visible disgusto y desprecio.
En honor a la verdad, debo reconocer, sin propósito de justificación alguna, que mucha gente se solidarizó conmigo, tanto de la comunidad política como empresarial y profesional. Hugo Tolentino Dipp fue sin duda el más conspicuo. También Jottin Cury y algunos más. El propósito era evidente, darme aliento para sobrepasar esa crisis, frecuente, según ellos, en cualquier trayectoria política.
Durante el resto de ese fatídico 1971 y todo el 1972, ejercí incansablemente la profesión, sin participación directa o indirecta en los sucesos políticos y sin asistir a las reuniones de la CND. Sin embargo, reaparecí en la vida social a finales de 1971 al ser elegido como vicepresidente de Águilas Cibaeñas, lo que me abrió un nuevo camino que recorrí intensamente durante toda esa década.
El año 1973 fue fecundo en eventos estremecedores que cambiaron el rumbo de la vida nacional (desembarco en Playa Caracoles y subsiguiente muerte del héroe de Abril, y la separación del PRD de Bosch y muchos de sus jóvenes seguidores para fundar el PLD), así como también otras circunstancias respecto a mi vida puramente privada. En efecto, durante ese año recibí, con gran satisfacción, una invitación para ingresar como socio de la prestigiosa Asociación Para el Desarrollo Inc. (APEDI), así como otra para formar parte del profesorado de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Madre y Maestra, donde durante diez años impartí docencia en materias de Derecho Privado.
En ese mismo orden de ideas, aprovechando una inesperada oferta del gerente del Citibank y notable deportista, Freddy Jana, alquilé parte de la segunda planta del edificio de dicho banco en Santiago que estaba disponible y monté mi propio bufete, inaugurado en 1974. Mi separación de la oficina del amigo Salvador Jorge Blanco, después de 14 años, fue triste para ambos, pero comprensible, pues nuestras respectivas rutas en muchos aspectos eran ya diferentes. Nuestra amistad, sin embargo, después de un brevísimo enfriamiento tras los hechos de 1971, renació con bríos y cobró fuerza años después como se explicará más adelante.
Los trascendentes acontecimientos políticos de 1974, es decir, las alianzas antibalagueristas que se formaron y que se disolvieron antes de las elecciones de mayo, discurrieron a mucha distancia de mi quehacer cotidiano, impulsado por el reto de levantar el nuevo bufete, mi docencia universitaria y mi plena actividad en la cúpula de Águilas Cibaeñas cuya presidencia ejercí durante los años de 1974 a 1977, permaneciendo en la vanguardia técnica del equipo, durante el resto de la década de los setenta. Muchos olvidan que durante esa década Águilas y Licey ganaron 5 coronas cada uno, surgiendo de esa manera la gran rivalidad que es hoy el más grande activo de la pelota dominicana.
Los acontecimientos políticos de 1974 fueron de gran importancia, pero por todo lo anteriormente expresado, estuve distante y ajeno a los mismos… Como hecho para mí relevante, puedo señalar que, a mediados de 1974, ya Peña Gómez por el camino electoral a plenitud, me visitó, sin previo aviso, acompañado por Ambiorix Díaz y me pidió que me reincorporara de nuevo al Partido, lo que decliné alegando que tenía que consolidar mi nuevo bufete.
Debo confesar que cometí un error no aceptando la oferta. Peña Gómez se despidió visiblemente decepcionado y se limitó a decirme secamente que las puertas quedaban abiertas. Una gran oportunidad perdida.
Tres años después se presentó un clima parcialmente favorable para unas verdaderas elecciones en 1978. Con el presidente Jimmy Carter y su firme decisión de apoyar universalmente el ejercicio de los Derechos Humanos, ese clima se vigorizaba en el país y la consiguiente fisura de la fuerza militar era palpable.
En lo que a mí respecta, una nueva corona para las Águilas en 77-78, y un bufete más consolidado, despertaba cierta inclinación a asomarme cautelosamente a la vida pública. En tal sentido, estando en Nueva York, recibí la noticia de que Salvador Jorge Blanco lanzaba una precandidatura contra don Antonio Guzmán, quien por más de un lustro se percibía como candidato seguro del PRD. El distanciamiento entre Salvador y Don Antonio a partir de esa coyuntura se hizo inevitable. Para el lanzamiento de Jorge Blanco en el hotel Lina, recibí una invitación pocos días antes del evento, pero como estaba fuera del país, le envié un cablegrama felicitándole y excusándome, así como ofreciéndole mi apoyo. Días después regresé a Santiago y en mi casa y con un grupito de amigos destapamos unas botellas de vino en espontáneo espíritu de celebración.
Al llegar el día de la convención del PRD por delegados, no primarias, había ya tres precandidatos, pues Jacobo Majluta también se había proclamado como aspirante. Ese día, un grupo de amigos estuvimos reunidos en la residencia de Hugo Tolentino Dipp para esperar el resultado de la convención. Salvador, si resultaba electo , se uniría con nosotros a festejar la ocasión. Es un hecho histórico que el conflictivo y larguísimo evento terminó con la postulación de don Antonio.
El 27 de febrero de 1978 Balaguer presentó sus memorias ante la Asamblea Nacional anunciando que se postularía por última vez para llevar a efecto “el gobierno que soñé desde niño”…
Días después visitó mi bufete el amigo Ucho Álvarez, síndico de Santiago, y me informó que su hermano Fernando Álvarez Bogaert sería el candidato del Partido Reformista a la vicepresidencia y que, dada la avanzada edad del presidente y su quebranto visual, Fernando sería realmente el principal timón del nuevo gobierno. (Cabe recordar que, años después, Fernando sería compañero de boleta del Dr. Peña Gómez en las elecciones de 1994 y 1996). Finalmente, me indicó que se pensaba presentar como candidatos al congreso a figuras independientes, es decir, a personas no ligadas a ningún partido y, por ende, no reformistas, incluyendo a Miguel Ángel Velázquez Mainardi, reconocido periodista e izquierdista, proponiéndome la postulación a senador por Santiago. Después de pensarlo unos días, decidí aceptar la postulación motivado principalmente en que desde el Congreso podría proyectarme independientemente.
En el curso de la campaña, que apenas duró unas diez semanas, se produjo el hecho histórico de la renuncia de Fernando Álvarez Bogaert, presumiblemente forzada por una reacción de sectores militares y políticos adversos a su candidatura.
Durante la noche de la fecha de las elecciones, los resultados parciales revelaban sin lugar a dudas el triunfo del PRD. Tan pronto me enteré, en horas de la madrugada del 17 de mayo, de que el cómputo de votos había sido suspendido en la JCE por irrupción de un grupo militar, salí en horas tempranas de ese mismo día hacia la capital y mi primer destino fue la residencia de mi compadre, primo y fraterno amigo Wenceslao Vega, donde frecuentemente pernoctaba cuando visitaba a Santo Domingo… Coincidencia histórica: Wenceslao salió a la puerta y no me dejó entrar. Me susurró al oído: “Aquí está don Antonio clandestinamente esperando el desenlace de esta crisis”.
Comprendí la situación y salí como un bólido hacia la casa de otro amigo donde me instalé y pasé no menos de tres días. Allí escribí una carta a la Junta Central Electoral, indicando que como no se había dado un resultado oficial, renunciaba a mi postulación.
Lo mismo había hecho el Dr. Octavio Almonte, candidato a síndico de Santiago, amigo de por siempre de Balaguer. Aún más, un grupo de prominentes santiagueros, encabezado por don Víctor Espaillat Mera y Monseñor Agripino Núñez Collado, emitió un comunicado de prensa pidiendo el respeto de la voluntad popular. Ese mismo día, o al día siguiente, Balaguer, entrada la tarde, habló a la Nación. Luego vendrían muchos días de pugnas, y ese conflictivo período, en el que hasta se involucraron factores externos, culminó con la desconcertante y salomónica decisión de reconocer la elección presidencial, pero atribuyéndole acrobáticamente 4 o 5 senadores al Partido Reformista, suficiente para dar a Balaguer un contrapeso en el ejercicio del poder”.
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