La historia de Altagracia Jean Joseph no se cuenta desde el privilegio, sino desde la resistencia. Nacida en República Dominicana, hija de trabajadores cañeros haitianos, su vida ha sido una constante confrontación con las estructuras de exclusión que marcan a las comunidades más vulnerables del país.
Desde niña, Jean Joseph mostró una sensibilidad aguda frente a la injusticia. A los ocho años, en un batey, acompañó a una mujer haitiana al hospital y cuestionó públicamente a un médico que se negó a atenderla por su origen. Ese gesto, aparentemente simple, fue el inicio de un camino de activismo que se ha nutrido de formación académica, experiencia comunitaria y una convicción inquebrantable.
Ha sido rechazada por ser mujer negra, bateyera, madre adolescente, hija de inmigrantes haitianos y por negarse a encajar en los estereotipos impuestos. En 2006, tras graduarse con méritos y obtener becas, el Estado dominicano le negó su acta de nacimiento por el estatus migratorio de sus padres. Lo que comenzó como una denuncia se convirtió en un acto de incidencia política, que la expuso a vigilancia estatal y amenazas de grupos ultraderechistas.
Ha sido rechazada por ser mujer negra, bateyera, madre adolescente, hija de inmigrantes haitianos y por negarse a encajar en los estereotipos impuestos
“Ser defensora de derechos humanos es vivir el rechazo, pero con la certeza de estar del lado de la justicia”, afirma Jean Joseph. Su activismo no es una pose ni una moda: es el resultado de una vida marcada por el despojo y la exclusión, pero también por la resiliencia y la dignidad.
Hoy, como abogada, escritora y activista, acompaña procesos de defensa comunitaria y trabaja con jóvenes en la construcción de conciencia crítica. Forma parte de la Alianza Defensores y Defensoras, que articula esfuerzos para proteger a quienes enfrentan riesgos por su labor social.
En el episodio “Soñar para vencer el rechazo” del Porque Sueño Podcast, conducido por Lauristely Peña Solano y Michelle Ricardo, Altagracia comparte sus convicciones: “Estoy tranquila porque vivo en mis términos: si me rechazan o me acosan, es por lo que creo, no por haber traicionado mis valores”.
Su testimonio es un llamado urgente a mirar de frente las desigualdades estructurales y a reconocer que el rechazo, cuando se transforma en acción, puede ser una herramienta poderosa para reivindicar derechos.
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