Es un miércoles cualquiera de septiembre del 2024. En Santo Domingo, la mayoría de las personas está durmiendo plácidamente en sus hogares, pero en el Aeropuerto Internacional Las Américas (AILA), una de las puertas de entrada y salida de aquellos que visitaron el país por turismo o para los dominicanos que viajarán a otras naciones, la actividad no se detiene.

Los pasajeros no residentes, adormilados, toman alimentos para iniciar sus trámites de vuelo.

En los counters del aeropuerto se validan pasaportes, itinerarios de vuelos y permisos migratorios. JetBlue, Arajet y Delta son las más concurridas por ser de las primeras rutas en salir.

El ambiente bullicioso de los pasajeros que salen antes del amanecer se convierte casi en una melodía. Otros, en silencio, verifican en la pantalla si su vuelo se mantiene "a tiempo o está retrasado".

En la pantalla se presentan los vuelos de las diferentes aerolíneas y rutas hasta las 2:00 de la tarde: Jamaica, San Martín y varias ciudades de Estados Unidos.

El reloj marca las 3:37 de la mañana, y dominicanos de la diáspora, residentes y una minoría de extranjeros, hacen fila para validar su boleto de Copa Airlines y pasar a migración.

“¿Usted va pa’ Bogotá?”, le preguntan a dos parejas que están en quinto y sexto lugar. Responden que “no, a Boston.. de vuelta a casa”.

En tanto, los pasajeros de primera posición son siete dominicanas y un hombre extranjero. Llevan cuatro carritos metálicos con cuatro valijas grandes y cuatro maletas de cabina, además de cargar un objeto personal en sus espaldas.

Ellos van para San Martín. Tienen 11 años residiendo en la isla, y entre ellos alternan el portugués, español y francés.

“Vamos a tener que pagar maletas extra, no creo que nos pasen este carrito”, comenta una de las señoras con un tubi en la cabeza, un vestido de flores y unas sandalias.

A unos cuatro pasos del mostrador, dos mujeres y una niña abren sus maletas y sacan ropas, zapatos y artículos personales para disminuir los kilos permitidos por la línea aérea, mientras que una señora de unos 60 años abre sus pertenencias y extrae mangos, limones y naranjas. La fémina se dirige a Orlando a visitar a sus hijos.

Luego de validar los ticket, los pasajeros se dirigen a control de Migración, que tarda unos 30 minutos para el primer grupo de pasajeros que salen entre las 6:00 y las 7:00 de la mañana.

Cada turista se dirige a la puerta de embarque, otros compran desayuno o café, una minoría curiosea en los estánds de Dutty Free y adquiere productos dominicanos como mamajuana, ron Barceló o postres típicos.

Entre pasos, personas durmiendo y niños correteando se escucha la "voz en off" del capital humano que notifica las próximas salidas.

Resuena varias veces las de Arajet, con destino a Kingston, Jamaica; y JetBlue a Nueva York, Estados Unidos. Mientras, a las 5:15 de la madrugada, Copa Airlines, anuncia su puerta de embarque “M7”, e inicia el abordaje de unas 80 personas, únicamente dos menores de tres años y unos seis menores de 18 años.

Los pasajeros, en su mayoría, son dominicanos qué harán una conexión en el Hub de Las Américas, en el Aeropuerto de Tocumen. Apenas tres pasajeros visitarán Panamá como su destino final.

A las 6:30 cierran las puertas e inicia la corrida del avión, que tomará impulso y volará durante dos horas y 35 minutos para llegar a su próximo destino. Los capitanes indican la altitud, la hora, el tiempo meteorológico y las señales de seguridad, luego arranca “el pájaro de metal”.

El viaje es silencioso, excepto por los gritos inesperados de los bebés; las personas van y vienen hacia el baño, otras duermen o toman fotos al amanecer.

La tranquilidad es interrumpida por los cuatro aeromozos vestidos de azul marino, reloj inteligente y camisas blancas, combinados con zapatos o tacones negros, para servir la picadera qué consiste en una barra de fresa, una papita de yuca y un jugo o refresco a elección del pasajero.

Luego, indican que están próximos a Tocumen, y habrá turbulencias por la lluvia. Activan la alarma de los cinturones y rápidamente va descendiendo el avión hasta tocar suelo panameño.

“Gracias por elegirnos para su viaje. Quienes conectan hacia otros destinos dirigirse a la terminal 1”, recuerda el capitán.

Todos los pasajeros se levantan de sus asientos, recogen sus equipajes de mano o carry on y salen “como los Lakers” a buscar su puerta de embarque.

Pero, Tocumen es más específico: entre la puerta 102 y la puerta 208, les tomará 35 minutos de una conexión que ya está abordando.

En toda la terminal se anuncia el turismo de Panamá, su cultura y sus atractivos, además de que cada 300 metros o menos se registran tres pantallas gigantes qué va actualizando los vuelos. También se ofertan cambio de divisas, paquetes de Internet o renta de carros.

Pero, los dominicanos que llegaron a la puerta 208 se dieron cuenta que ha sido cambiada a la 219. "Revisa bien", "Si, es el vuelo 282, es en la 219, más para allá", "A último momento, ¿tu estas seguro? Mira bien que tu tienes lentes".

Y efectivamente, la puerta correcta es la 219, que "esperaba a los últimos pasajeros que llegaron desde Santo Domingo".

"Señores, el vuelo está en su máxima capacidad, por favor verificar sus asientos de vuelos", repite en inglés y español unas tres veces una aeromoza con labial rojo.

El vuelo, que tendrá de duración una hora, se enfrentará a una leve llovizna, turbulencias, y dominicanos y colombianos que buscan llegar a su hogar o su destino turístico: Cali, Colombia.