Donald Trump acaba de sugerir una Noche de los cristales rotos (Kristallnacht), para Estados Unidos: la autorización de salir a matar sin cortapisas a los latinos, negros e inmigrantes, una hecatombe. Es un delirio fascista que ya ocurrió en 1938 en Alemania contra los judios, y que él sueña reeditar contra los hispanoamericanos, negros y asiáticos en Estados Unidos, con lo cual alienta la pasión homicida de sus acólitos.

Eso se lo aplaudieron.

Muchos latinos que residen en los Estados Unidos, y eso incluye a los puertorriqueños, creen que, por el hecho de ser residentes o ciudadanos, estarán a salvo de una situación de extremismo. Ignoran que están condenados de antemano por Trump: ellos, en opinión de Trump, “contaminan la sangre” de los blancos norteamericanos. Se trata de limpieza étnica: un documento de ciudadanía no te salva, porque eres latino, negro, asiático. No eres blanco.

Si creen que solo se trata de inmigrantes ilegales se equivocan. Aunque se autotilden de “nazis negros”, como se autocalificó Mark Robinson, uno de sus conmilitones. su condición racial los condena.

Trump, el descendiente de inmigrantes alemanes, el empleador y explotador de inmigrantes indocumentados en sus edificaciones y negocios, tiene un plan homicida: aplicar en la realidad la ficción de la película de terror “La purga”: desatar una ola de violencia homicida para “limpiar” de latinos, negros y asiáticos a Estados Unidos (todos bajo el común denominador de ser o ilegales o “criminales” o “oriundos de paises de mierda que contaminan la sangre de los norteamericanos”).

¿Qué fue lo que Trump dijo?

El extremismo de la supremacia blanca se sentirá autorizado a aplicar La Purga a la población no blanca de Estados Unidos.

En uno de sus mítines, específicamente en Erie, Pensilvania, desde cuya tribuna suele desvariar y ventilar todo tipo de falsificaciones y acusaciones, Trump (un admirador de Hitler, según sus propios parientes, a quien les copia la gesticulación y el tono airado y agresivo), expresó públicamente, pintando saqueos y vandalismo que supuestamente cometen los hispanos en Estados Unidos:

"Ves a estos tipos saliendo con aparatos de aire acondicionado y refrigeradores en la espalda, lo más loco. Y a la policía no se le permite hacer su trabajo. Se les dice que, si hacen algo, perderán su pensión.”

“No se les permite hacerlo porque la izquierda liberal no se lo permite. La izquierda liberal no quiere destruirlos y ellos quieren destruir nuestro país”.

Y entonces, tras esparcir otra de sus mentiras acusando a menores de edad de ir a robar con una calculadora para no exceder cierto límite de valor (un delirio más), incita a La purga, su particular versión de La noche de los cristales rotos: “Ahora bien, si tuvieras un día realmente violento… una hora dura, y quiero decir realmente dura. Se correrá la voz y terminará de inmediato”.

¿Cuál es la idea de la película de terror La purga? Una vez al año, durante 12 horas, todos los delitos en Estados Unidos son legales, incluidos el asesinato, la violación y el incendio provocado. Mientras las fuerzas policiales se hacen a un lado, todos tienen vía libre para actuar como les plazca.

En la película de terror, se fantasea de que Estados Unidos para el 2022, estará prácticamente libre de delincuencia y desempleo, tras una política de legalizar todos los delitos, incluido el asesinato, una especie de catarsis criminal colectiva en que todo se vale, y de hacer que los servicios de emergencia no estén disponibles, todo durante un período de 12 horas cada año. Cada quien sale a matar y a evitar que se asesinen, en un todos contra todos.

Escena de la película Escena de La Purga.

Aunque Trump reivindica esa función de actuar al margen de toda ley y toda regla para la policía, enardece a su audiencia dándole la oportunidad de imaginar que salen a hacer todo tipo de desmanes, crímenes y abusos sin que medie ninguna consecuencia. Se trata de una matanza indiscriminada de todo inmigrante, de todo latino, negro, asiático. De todo aquel que “contamine la sangre” de los anglonorteamericanos y, sobre todo, los que provengan de nuestros “países de mierda”.

Y, no se sorprenda, hay latinos, incluyendo dominicanos, aplaudiendo, creyendo ingenuamente que a ellos no les tocará el fuetazo. Serían de los primeros.

¿A quiénes admira Trump?

Tres versiones del saludo nazi.

Trump es, como todos los racistas, un admirador de Hitler y su parafernalia. De hecho, según uno de sus colaboradores cuando ejercicio la presidencia, el general retirado John Kelly, compartió con Jim Sciutto, una conversación con Trump sobre Hitler.

“Él (Trump) dijo: ‘Bueno, pero Hitler hizo algunas cosas buenas’.

Yo (Kelly) dije: ‘Bueno, ¿qué?

Y él (Trump) dijo: ‘Bueno, [Hitler] reconstruyó la economía’.

Kelly: “Pero, ¿qué hizo con esa economía reconstruida? Lo volvió contra su propio pueblo y contra el mundo”. Y le dije: “Señor, nunca se puede decir nada bueno sobre ese tipo’. Nada. Es decir, Mussolini era un gran tipo en comparación”.

Trump admira a los tiranos, a los gobernantes con vocación totalitaria. Se derrite ante gente tan torcida como Vladimir Putin de Rusia, Xi Jinping de China, Kim Jong Un de Corea del Norte y Victor Orban de Hungría.

John Bolton, quien fuera asesor de Seguridad Nacional en el gobierno de Trump, expresó a Sciutto: “Él se considera un tipo grande. Le gusta tratar con otros grandes, y los grandes como Erdogan en Turquía que pueden encarcelar a la gente y no tienen que pedir permiso a nadie. A él le gusta eso”.

Y el general Kelly remata: “No es un tipo duro de ninguna manera, sino todo lo contrario. Pero así es como él se ve a sí mismo”.

¿Qué fue la Noche de los cristales rotos?

a noche de los cristales rotos.

La noche del 9 al 10 de diciembre de 1938, las milicias nazis conocidas como Tropas de Asalto de la SA, en Alemania y Austria emprendieron una razzia con linchamientos, ataques y destrucción de viviendas y negocios propiedad de familias judías, con la indiferencia de las autoridades nazis que no lo impidieron. Al revés, lo alentaron.

Fue el mayor pogromo (linchamiento de judíos) de la historia, cometido por huestes combinadas de miembros de la Sturmabteilung (SA), la Schutzstaffel (SS) y las Juventudes Hitlerianas, apoyadas por el Sicherheitsdienst (SD), la Gestapo y otras fuerzas de la policía.

El nombre de Noche de los cristales rotos refleja la destrucción de escaparates de negocios judíos o de las ventanas de hogares judíos.

Esa noche, se asesinaron unos 91 ciudadanos judíos. A otros 30,000 los detuvieron y deportaron en masa a los campos de concentración de Sachsenhausen, Buchenwald y Dachau.

Los pogromos antijudíos no solo ocurieron en la Alemania nazi y sus países satélites. En la Rusia zarista y, luego, Unión Soviética de Stalin nunca dejaron de ocurrir, enmascarados en supuestas luchas contra saboteadores y enemigos. Un ejemplo de eso fue el llamado Complot de los médicos judíos en 1953, a los que Stalin acusó de planear matar a los dirigentes soviéticos. Fue un progromo selectivo, pero progromo fue.

No puede uno ignorar los paralelismos entre la cultura racista nazi y la que proclaman Trump y sus acólitos.

Miren, por ejemplo: el 15 de septiembre de 1935 se aprobaron las Leyes de Núremberg, sobre todo con la Ley para la Protección de la Sangre y el Honor Alemán (Blutschutsgesetz) y la Ley de Ciudadanía del Reich (Reichsbürgergesetz). ¿No suenan semejantes a esas acusaciones de que los hispanoamericanos “contaminamos la sangre” de los norteamericanos? También Trump tiene su particular versión de una Ley para la Protección de la Sangre y el Honor de los Blancos norteamericanos. Y por ello, su enfoque es un enfoque acorde a la mentalidad del KKK y los supremacistas blancos, que gozan oírlo ventilar sus propias convicciones.

No es casualidad que uno de sus partidarios, Mark Robinson, candidato a gobernador por Carolina del Norte, se autotilde a sí mismo de “nazi negro”. Él sabe lo que se mueve. Lo que ignora es que él ya está condenado de antemano por su raza.

La trampa de Trump

Donald Trump y Joseph Goebbels, jefe de la propaganda nazi.

Trump incita, sin ningún escrúpulo, lo más bajo, zafio, torvo y perverso que hay en una persona. Miente, falsea, exagera, difama, calumnia, enerva y, como aquel Gran Hermano de 1984, la novela de Orwell, proclama una Semana del Odio para “purificar” la sangre norteamericana, mancillada por los inmigrantes de estos “países de mierda”.

Esa Semana del Odio orwelliana ya tiene un modelo simbólico: La Purga, y un referente histórico: La noche de los cristales rotos.

Muchos piensan que es solo retórica, pura charlatanería.

Pero los que trabajaron con él saben lo frustrado que se sintió cuando vio que la presidencia tenía límites y requería autorizaciones. Y ya incluso alardeó de que sería un dictador, aunque solo por poco tiempo.

En el 2023, en una entrevista con el presentador  deFox News Channel, Sean Hannity, Trump no tuvo empacho en afirmar que pretendía, el primer día, actuar como un dictador. Es decir, violar la ley. Quiere sentirse como Putin, como Xi, como Kim, como Maduro, como Hitler y como Stalin. Esos son sus modelos, los hombres fuertes cuya ley en su arbitraria voluntad.

Hannity le preguntó: "¿Promete a Estados Unidos, esta noche, que en ninguna circunstancia abusaría del poder como represalia contra nadie?", en la entrevista grabada en Davenport, Iowa.

"Excepto el primer día", respondió Trump, “quiero cerrar la frontera y quiero perforar, perforar, perforar". Entonces, Trump repitió su afirmación: "Me encanta este tipo", dijo sobre el presentador de Fox News, "Me dice: 'no vas a ser un dictador, ¿verdad?', y le digo: 'no, no, no, aparte del primer día. Vamos a cerrar la frontera y vamos a perforar, perforar, perforar. Después de eso, no soy un dictador'".

Trump se ha referido a sus contendores como “sabandijas”, algo clave: deshumanizar y convertir en un bicho repulsivo al contrario, para desemocionalizar cualquier tortura que se le inflija y poder aplastarlo sin resquemor. Y ha amenazado con usurpar las funciones judiciales, al declarar que “Cuando gane, esas personas que hicieron trampa serán procesadas con todo el peso de la ley, lo que implicará largas sentencias de cárcel para que esta perversión de la ley no vuelva a ocurrir”. Como vemos él ya decidió no solo enjuiciar, sino que también hizo de fiscal y juez, decidió la pena y la duración de la misma.

Por qué importan para los dominicanos estas elecciones

Dominicanos al pie de la estatua de Juan Pablo Duarte en Nueva York.

No voto en las elecciones norteamericanas, pero allí, en los Estados Unidos, viven mi hijo, mis hermanas, mi nuera, mis nietos, mis sobrinos, mis primos y muchísimos amigos y gente querida.

Y cerca de dos millones de dominicanos.

Los votantes hispanos son camelados por ambos partidos, el Demócrata y el Republicano, tras su voto.

El asunto es que las consecuencias de ese voto pueden ser fatales para los inmigrantes dominicanos.

Que los supremacistas blancos, el KKK y los sectores más analfabetos, zafios, perversos y frustrados que aúpan a Trump se sientan autorizados a descargar sus frustraciones, su ira, su odio larvado contra infelices inmigrantes hispanos, sean residentes legales, ciudadanos o no, y se promueva una actitud de permisividad orientada a hacer intolerable la vida en Estados Unidos para los hispanos que venimos de “países de mierda” tendría un impacto de incalculables consecuencias negativas para República Dominicana.

No quiero pensar que mis nietos sean discriminados por su origen o su color, pese a que una es puertorriqueña y el otro norteamericano, porque esa nacionalidad en nada le sirve frente a los racistas supremacistas: son “sangre contaminada”, son seres inferiores a los que hay que eliminar.

Que todo un partido, el Republicano, esté controlado por la histeria racista y el extremismo desorbitado, y que esa mentalidad tenga una oportunidad de controlar el poder en los Estados Unidos y convertir una sociedad abierta en una sociedad protofacista y partidaria de linchamientos y otras barbaries, debe llamarnos la atención.

Con el apoyo de Putin, cuyas granjas de trolls, hackers y recursos buscan instalar a Trump de nuevo en el poder, lo que el próximo mes se dilucidará en las urnas no es simplemente una visión más liberal o conservadora, sino, como muchos dirigentes republicanos han terminado por darse cuenta: si la democracia (por más mediatizada, formal o criticable que sea) norteamericana pervivirá o sucumbirá.

Y si lo peor, el protofascismo trumpista, regirá el mundo por los próximos años.

Dios nos ampare.