Miércoles 8 de enero de 1969. Un reducido grupo de dirigentes y militantes de la organización comunista “Voz Proletaria” se concentra clandestinamente para esperar la noticia. Se comenta por lo bajo que su organización política tiene bajo estricto control e interroga a su máximo dirigente: Caonabo Elpidio Jorge Tavarez, conocido como Juanito, acusado de espía y de estar infiltrado en el partido que el mismo fundó, bajo orientación de organismos de inteligencia del gobierno de Joaquín Balaguer. Sometido a juicio “revolucionario” ha sido condenado ese mismo día y ejecutado por un pelotón de fusilamiento.
Al parecer todo comenzó al finalizar la guerra de Abril de 1965. Como secuela de la misma, el gobierno que se inauguró en julio de 1966 encabezado por el doctor Joaquín Balaguer, necesitó del apoyo de los Estados Unidos para enfrentar la tarea de reorganizar el Estado dominicano, desarticulado en la conflagración cívico-militar. Se dijo, y apareció permanentemente en la prensa, que para entonces la “inteligencia” americana ayudaba a reorganizar los organismos de espionajes dominicanos.
Mientras tanto, la izquierda se enfrentaba con la realidad de la derrota militar. En aparente auge, con la experiencia armada de Abril, intentó revertir el fracaso y propiciar la lucha con el apoyo de Cuba y otras naciones socialistas. Se hizo rutinaria la salida de ex combatientes que viajaban a esos países, especialmente a Cuba, en afanes guerreritas y en República Dominicana se favorecían tácticas que tenían fines vinculantes: “Lo mejor al campo”, “Los Comandos Clandestinos”, las expediciones armadas desde el exterior, los “Comandos de la resistencia” y luchas tenidas como ideológicas por la “construcción del verdadero partido comunista”. Todo esto en el marco de la guerra fría que enfrentaba las potencias capitalistas y “el mundo comunista”. Ese fue el telón de fondo que envolvió las actividades políticas de Caonabo Jorge Tavarez, conocido por muchos como “Juanito”, “El Lagarto”, quien al momento de su trágica muerte era el líder, secretario general de la organización de izquierda “Voz Proletaria”, desprendimiento del Movimiento Popular Dominicano (MPD).
Juanito “Voz Proletaria” había nacido en Villa Tapia, provincia Duarte, el 27 de julio de 1935. Hijo de un humilde sastre de San Francisco llamado Juan María Jorge. De figura alargada, delgado y con unas 140 libras de peso, se había casado en 1966 con Fabiola Perdomo, con la que había procreado un hijo. En los últimos años de la dictadura de Trujillo había sido cabo de la Marina de Guerra, raso de las Fuerza Aérea y “legionario”, al parecer miembro de la Legión Extranjera. En esa última condición estuvo en Constanza, pero en mayo de 1960 fue encarcelado en la penitenciaría de La Victoria “por haber observado una conducta de dudosa reputación política al externar conceptos contraproducentes, mientras ingería bebidas alcohólicas en un bar de Higuey”. Después de la muerte de Trujillo comenzó a vincularse a la izquierda y participó en la guerra de abril de 1965.
Terminada la conflagración cívico-militar de 1965, al parecer estuvo vinculado al Partido Comunista Dominicano (PCD), para quienes hizo labores políticas en el Ingenio Porvenir de San Pedro de Macorís. Tal vez fue en base a esa relación que viajó a Cuba en febrero de 1966 con el fin de entrenarse en guerra de guerrilla. Estando en esa isla gobernada por Fidel Castro, entró en contradicción con la revolución, se dice que por “discordancia”; es posible que él fuera uno de los que no compartían el régimen disciplinario impuesto como parte del adiestramiento guerrillero, pues no se le permitía salir a las calles, lo que justificaba como actitud ideológica de critica al régimen castrista.
Estando en Cuba, donde comenzaron a sospechar de él, se asiló en la embajada de China, declarándose perseguido por ser de ideología “maoísta” y desde allí, junto a un revolucionario conocido como Tulio viajó a China Comunista, Corea del Norte, Vietnam, y Albania. Volvió a la República Dominicana a mediados de 1967.
A su regreso, con la aureola del revolucionario que había recibido entrenamiento guerrillero y estado tras la “cortina de hierro”, se vinculó al Movimiento Popular Dominicano, supuestamente responsable de organizar la famosa “Guardia Roja” de esa organización. Desde entonces se dedicó a la militancia clandestina y desde su posición, a crear la fracción o núcleo de la organización que luego se convertiría en el partido Voz Proletaria.
En octubre de 1967, con solo 32 años de edad, el periódico “El Caribe” trajo la noticia de que Juanito estaba preso acusado de prácticas comunistas y de violar la ley de pasaporte, identificándosele como miembro del MPD. Había sido apresado en su residencia de la calle Juana Saltitopa en la ciudad Capital, y se daba la información de que había traído documentos y $25 mil pesos enviados por China “destinado al comité central del MPD”. Sobre los documentos, dice el rotativo, Juanito declaró que debían ser “sometidos a discusión en las próximas reuniones del comité”. Como detalle curioso, la Policía se encargó de lanzar una cortina de humo, anunciando que Caonabo Jorge había sido denunciado por “alguien”.
En junio de 1968, quizás como una estrategia para desviar la atención que sobre Juanito habían puesto los emepedeistas, que al parecer tenían informaciones llegadas desde el exterior, Caonabo Jorge fue arrestado en una casa de la calle Restauración. En aquella ocasión, decía la prensa: Se ignoraba “el motivo del apresamiento de Jorge, pero según sus familiares, el arresto tiene un trasfondo político. (….). Tampoco en el Servicio Secreto se pudo obtener una explicación”.
El 25 de junio de 1968 circuló el primer número del periódico “Voz Proletaria”, que sirvió como instrumento de propaganda y agrupamiento de la posición que dentro del MPD defendía junto a otros disidentes de la línea de ese partido, que a partir de la “Táctica Hilda Gautreaux”, favorecía la formación de los “Comandos Clandestinos”, la unidad de todas las fuerzas antibalagueristas y el “golpe de Estado”, como una forma de instaurar un gobierno revolucionario.
En ese medio de prensa de izquierda, aparecen detalles que reflejan las acusaciones, al parecer infundadas, de que militantes de mucha importancia estaban infiltrados en organizaciones comunistas. Se decía que el objetivo de “Voz Proletaria” era rescatar el periódico “Libertad” por entender se encontraba bajo el control de la “Dirección oportunista” del MPD que le estaba llevando “hierba venenosa” a sus cuadros y rebelarse contra esa dirección, creando una agrupación de izquierda.
En el número 5 de ese medio informativo, que circuló el 30 de septiembre de 1968, apareció un artículo que pareció tener la intensión de desacreditar a Henry Segarra, dirigente del MPD, acusándolo de agente del servicio secreto de la policía. Ese texto cargado de frases maliciosas y presumiblemente escrito por Juanito, deja, la sensación de que él se estaba refiriendo a su propia condición de sospechoso.
Por ejemplo, estas resaltan cuando el articulista hace las precisiones de que las declaraciones de que Henry era un colaborador con “la policía no son casuales, sino que constituyen un paso perfectamente calculado y encuadrado dentro de la cadena de hechos tendientes a desacreditar el movimiento revolucionario” y de que su partido había alertado sobre “la infiltración enemiga en sus filas”. Recordaba que el 2 de junio alertó sobre “los misteriosos descubrimientos de la Policía sobre cuestiones secretas del MPD”. Y cuestionaba el por qué el Comité Central del MPD “entrega periódicamente remesas de armas y municiones al enemigo tal como si fuere una Intendencia criolla”, insistiendo con ironía: “O será deberá a las informaciones precisas dadas por agentes infiltrados del enemigo que (*interesante coincidencia*) solo ponen en manos del enemigo imperialista aquellos recursos movilizados a partir de diciembre de 1966?”
Aquel artículo, como acusación de mucho peso que coincidía con el señalamiento de la Policía de que Segarra era un colaborador, debió producir sus efectos en el MPD; una forma inteligente y a todas luces trazadas desde el gobierno para crear la confusión: la “CRECIENTE POSIBILIDAD de que las altas esferas de dirección del MPD, constituida por “ciertos hombres” improvisados, incluso por aventureros y mercaderes políticos, se encuentre real y efectivamente penetrada por el imperialismo norteamericano”.
También el escrito muestra cierta preocupación de que los “palos” que estaba dando la policía contra el MPD, alertaran a esa organización: “En sus principios la Policía usó los “hallazgos” y “descubrimientos” como medio para desmoralizar (…), tratando de demostrarles que conocían todos sus pasos. Pero más tarde cuidaron más su campaña al comprender que, (…) al mismo tiempo habían creado un estado de alerta entre las filas revolucionarias de tal forma que sus infiltradores podrían ser descubiertos. La culminación de este proceso “defensivo” de la Policía, que veía peligrar a sus infiltradores, fue la denuncia contra Henry Segarra como un medio de concentrar la atención momentáneamente sobre éste y desviarla de sus agentes más valiosos” ¿!!?.
Esa estrategia de desinformación contra los dirigentes del MPD, Caonabo Jorge, El Lagarto, la mantuvo hasta las últimas horas de su vida, cuando, de acuerdo a sus captores, acusó a varios dirigentes de izquierda de ser espías, infiltrados en sus organizaciones.
Lo que pasó con Juanito “Voz Proletaria” fue lo mismo que él reseñó en su periódico. La alta dirección del MPD y de la propia Voz Proletaria se alertaron en la labor de detectar a los infiltrados. Primero, el supuesto espía fue expulsado del MPD y segundo, las investigaciones y los datos entregados por ese partido a miembros de Voz Proletaria los llevaron a ser capturado por su misma organización y al final, después de más de una semana bajo control del segundo hombre de su organización, le costaría la vida fusilado en el tronco de un frondoso árbol.
Dividido el Movimiento Popular Dominicano en dos organizaciones, desacreditados los dirigentes de su comité central, apresados los más importantes militantes de la organización y requisadas en allanamientos una parte importante de las armas que había ocultado al finalizar la guerra de Abril, el desconcierto apuntaba a la desarticulación de su estructura o a desarrollar estrategias que lo pusieran en condiciones de sobrevivir de los duros golpes que estaban recibiendo de los servicios de espionaje del gobierno de Balaguer.
En un informe de principios de 1968, se evidencia el trabajo de espía que el gobierno venía desarrollando dentro del MPD, cuando se anotaba, en un lenguaje que parece redactado desde un sector de esa organización, o por una persona implicada en la lucha que se estaba dando en su interior, que en ella: “tiene una gran lucha intensa e interna, que está conduciendo a casi una lucha armada entre sus cuadros directivos, porque el Comité Central, que desde hace tiempo ha venido dando tropiezos, y tambaleante ahora, se proponen expulsar de sus filas a elementos que desde hace tiempo han venido luchando por la causa del partido. Actualmente trata de expulsar a los nombrados Caonabo Elpidio Jorge Tavarez, (a) Juanito, otro miembro del Comité de propaganda y recientemente fueron expulsados Elido Alberto Pérez y Ernesto Monsón. Estos últimos porque están librando una lucha por escalar ellos el Comité Central”.
“Frente a esta situación—sigue diciendo el informe—un prominente miembro de ese partido de tendencia marxista-leninista, lo hemos entrenado y por más de un mes nos ha estado suministrando informes positivos en esta misma fecha, nos proponemos trasladarnos con él esta noche donde hacen aproximadamente ocho días vio donde los nombrados Maximiliano Gómez o Marino Nazario (a) El Moreno y Otto Morales (a) Ismael, ambos miembros del Comité Central, ahora trabajando con el campesinado de aquella provincia, tenían guardados la cantidad de ocho fusiles FAl y varias granadas fragmentarias. Nuestro propósito es llevarnos un equipo del Campamento de Operaciones, para tan pronto tengamos ubicado el lugar especifico y alejado de allí nuestro informante, al amanecer de mañana, proceder a un allanamiento”.
En los meses de 1968 el gobierno había logrado organizar una estructura nacional de espionaje, conocida como Servicios de Seguridad y/o Servicios de Inteligencia, que tenía sus oficinas en la segunda planta del palacio nacional y despachaba directamente con el presidente de la República, encabezado por un coronel de las Fuerzas Armadas y los Jefe y subjefe del Servicio Secreto de la Policía Nacional, asesorados, se decía, por personas que alegaban tener vínculos con servicios de espionajes extranjeros, entre ellos Carlos Everstz Fournier, quien había sido miembro del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) durante la dictadura de Trujillo
La labor de inteligencia y los informes que daba “El Lagarto” y otros de menor categoría infiltrados en los partidos de izquierda, rendían positivos frutos en el camino de aniquilar las agrupaciones que evidentemente se preparaban para la lucha armada, pero como medida de distracción, el 8 de junio de 1968, se informó que la Policía había apresado a Caonabo Elpidio Jorge, ex miembro del MPD y sus familiares temían de que fuera maltratado por los agentes del Servicio Secreto que lo detuvieron: decía el periódico “El Nacional” que se “ignoraba el motivo del apresamiento (…) pero, según sus familiares, el arresto tiene un trasfondo político”. Se especula, estaba en marcha una operación para asestar otro golpe al MPD, lo que sucedió nueve días después.
El 17 de junio, el mismo periódico informó que la Policía había encontrado un arsenal de armas y pertrechos militares en una vivienda de la calle Sánchez no. 72 en la zona colonial. Los detalles del hallazgo fueron dados por el Jefe de la Policía y los responsables del organismo de Seguridad. En la rueda de prensa, el Ayudante fiscal observó que la denuncia para el hallazgo fue hecha por “los mismos que escondieron las armas”, pero no quiso dar los nombres de “los denunciantes”: 40 fusiles y ametralladoras de diferentes calibres, cargadores, mochilas, y cientos de capsulas fueron incautados en la operación.
A principios de septiembre, El Nacional trajo la noticia de que Henry Segarra, importante dirigente del MPD, había sido apresado y golpeado por la policía. Junto con él también fueron apresados Moisés Blanco Genao, Euclides Peña y Andrés Cordero y se les acusó de ser los propietarios de unas armas encontradas en el reparto “Pepito García”. A mediados de octubre Segarra fue condenado a 6 meses de prisión, en un expediente en el que también estaban Otto Morales y Maximiliano Gómez, El Moreno.
Mientras las autoridades hostigaban con éxitos a los grupos de izquierda, a lo interno del gobierno de Balaguer se desarrollaba un conflicto y lucha de poder entre mandos cercanos al presidente, lo que afectó la labor de inteligencia que se venía realizando y posiblemente facilitó el descubrimiento de su importante espía dentro del partido Voz Proletaria, toda vez que sin la pronta reacción de la estructura de espionaje, Caonabo fue presa fácil de los directivos de su partido que tenían varios meses vigilándolo de manera discreta.
Faltando un día para terminar el año 1968 y de manera coincidente, el mismo lunes 30 de diciembre de 1968, el doctor Joaquín Balaguer desarticuló mediante decreto número 3210 el “Servicio de inteligencia”, a la vez que el partido Voz Proletaria capturaba y ponía en condición de prisionero en un sitio no determinado, a Caonabo Elpidio Jorge Tavarez, “El Lagarto” y a quien muchos ya conocían como “Juanito Voz Proletaria”.
En relación con la captura y su condición de espía circularon varias versiones y aunque la noticia no era del dominio público, miembros de su organización rumoraban sobre el hecho y de que estaban esperando el desenlace de la situación. Al parecer y partiendo de lo que se decía en el gobierno, ya el espía había sido detectado por los revolucionarios, tanto dentro como fuera del país, y que desde algunos meses ya se rumoraba de que Juanito trabajaba para servicios de espionaje extranjeros y que estando en Francia, Héctor Homero Hernández Vargas lo había acusado de esa condición porque había despertado sospecha en Cuba, “donde se le acusó de lo mismo, y tuvo precipitadamente que asilarse en la Embajada de China, alegando que los cubanos lo querían fusilar porque él era pro chino”.
Para círculos de izquierda de esa época, Juanito fue captado para trabajar como espías desde 1967 cuando estuvo en Cuba y a decir del general Soto Jiménez en un artículo publicado en el “Listín Diario”, en ese año ya “había sido reclutado” y se fue al “gigante amarillo, para continuar lo que estaba haciendo para los servicios extranjeros (…). Estuvo cumpliendo misiones importantes hasta que recibió la orden de regresar al país con el propósito de ayudar a desarticular la famosa tesis del “golpe de estado revolucionario” del MPD. Además, Juanito fue contactado en el “Tarro Bar” de Villa Tapia, por un funcionario importante de un banco extranjero que viajó allí desde la capital para el efecto”. Como dice el general Soto Jiménez: El Lagarto “era un agente viejo de los servicios locales”.
Existe otra versión sobre la cooperación de Juanito con el Servicio Secreto, lo que no descarta la anterior. Se entiende, dicen algunos de los entendidos en este caso, que aún siendo colaborador la Policía lo presionaba para que supliera las informaciones requeridas. Debido a esto, fue detenido a mediados de 1968 para ser interrogado por un capitán de los servicios de espionaje y le pidieron que dijera todos los nombres de los articulistas del periódico “Libertad”, órgano del MPD. Estando en ese trance, se presentó su esposa Fabiola al Palacio de la Policía con el fin de llevarle alimentos, lo que permitió que el agente lo presionara amenazándolo que de no hacerlo, ella quedaría presa, pues se le acusaba de estar implicada en un asalto a dos mensajeros de la empresa Corripio en que fueron sustraído unos 10 mil pesos.
El asalto a la empresa fue ejecutado por desconocidos en la intercesión de la Avenida Mella con calle José Reyes, el 29 de febrero de 1968. Esta situación fue confirmada por el confeso espía durante el interrogatorio que le hizo Voz Proletaria. Después de esto, lo dejaron libres y lo contactaron varias veces en la ciudad. Se rumoró que el mismo capitán lo encontró un día en la calle y le introdujo 100 pesos en los bolsillos como ayuda por la colaboración recibida.
En cuanto a la forma en que Voz Proletaria aprisionó a Juanito se ha especulado. Se ha dicho que Fabiola Perdomo, su esposa, fue quien lo entregó a sus captores del grupo Voz Proletaria, del que ella también era miembro. Antes, a la señora se le prometió que la vida del acusado de espía sería respetada; pero ella públicamente negó esa versión. Además se ha dicho, que estando bajo control de Rubirosa Fermín y otros de sus compañeros, fue llevado a un lugar solitario en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, la finca de Engombe o en una casa abandonada próximo a la ribera del río Chavón en La Romana, y mantenido en cautiverio durante nueve días.
Otra de las versiones sobre la captura del informante, la aporta el general Soto Jiménez en el citado escrito: “Fue la dirigencia del MPD la que desentrañó la traición de Juanito el Lagarto. Sin embargo, no fue de ahí que salió el drástico castigo. Otto y el Moreno se lo comunicaron con las debidas evidencias y de forma cauta a Rubirosa Fermín, segundo al mando de Voz Proletaria, y éste comenzó a darle seguimiento con cuidado para que el hombre no se le espantara y se escapara de la “nasa de Yayo”.
La noticia de su muerte apareció en periódicos del 27 de enero de 1969. “Dicen fusilan uno”: en esa fecha el partido Voz Proletaria convocó una rueda de prensa para anunciar que el 8 de enero de 1969 había fusilado a Juanito. Los convocantes se definieron como los “verdaderos marxistas leninistas” del país, y expresaron que en la Republica Dominicana todavía no existía el partido comunista.
Los dirigentes de la organización comunista, que no quisieron identificarse ni que les tomaran fotos, suministraron fotografías en que se ve al prisionero prestando declaración y otras relacionadas con el hecho de sangre. Varios de los periodistas presentes pusieron en dudas el fusilamiento y algunos políticos dijeron que era un método de propaganda usado por Voz Proletaria para darse a conocer, lo que fue negado por ellos, afirmando que antes de confesar su colaboración con la policía, “Juanito ofreció en forma “espontanea” detalles y nombres sobre otros elementos (…) que, según explicaron, están infiltrados en la organización”. El cadáver, de acuerdo a los declarantes en la rueda de prensa, fue incinerado para no tener que darle sepultura. Desde entonces se rumoró y en el gobierno corrió la versión, de que los interrogatorios y el pelotón de fusilamiento fueron encabezados por Rubirosa Fermín que fue muerto en 1977 y Otto Pichirilo, quien falleció en el 2014.
En una carta supuestamente escrita por Juanito y entregada a su esposa Fabiola Perdomo después de su muerte, éste señaló las razones que lo llevaron a colaborar con los servicios de inteligencia. La carta, fechada miércoles 8 de enero de 1969, el mismo día en que Voz Proletaria dice que lo ejecutó, este afirmó haber perdido la confianza en el pueblo, y “que frente al chantaje que me hicieron de que te iban a coger presa por haber suministrado los informe para el robo de Corripio, casi me volvió loco. Yo te quise demasiado y era capaz de todos para que no te sucediera nada y mi hijo no pasara trabajo”.
Debido a que, “por su inteligencia y capacidad de mentir” al parecer Juanito se negaba a dar las informaciones que la agrupación política le exigía en su estado de reclusión forzada, sus captores les ofrecieron seguridad de que no lo iban a matar, además de que le permitirían salir del país junto a sus familiares, siempre y cuando “confesara la magnitud de su crimen”. Bajo esas condiciones el prisionero colaboró dando detalles que sirvieron para sustentar la acusación de que él era un espía infiltrado en la organización política.
En los detalles de la acusación hecha por Voz Proletaria a su máximo líder, se encuentran los siguientes: 1) “Hacia algún tiempo que venía desligándose de las masas populares, despreocupándose de los problemas del pueblo, y si bien en mayor o menor grado, cumplía con las tareas practicas que le eran encomendadas por el grupo, no es menos cierto que las realizaba de una manera mecánica”.
2) Acusaron a Juanito de que se “lanzaba a orgias nocturnas acompañado de “lumpens” de la peor calaña. Dejaba muchos pesos sobre las mesas de los night clubes más caros de la capital en momentos en que muchos de sus camaradas se morían de hambre”.
3) Lo acusaron de liberalismo y desprecio por las medidas de seguridad y de actual a espaldas de sus camaradas, y 4) “Declararon que, primeramente, Juanito trató de justificar el dinero que se le veía ”siempre encima” como parte del salario que devengaba de un supuesto empleo que tenía en la Compañía Dominicana de Seguros, lo que resultó falso tras las comprobaciones correspondientes”. Luego él dijo que el dinero que recibía provenía de sus relaciones con la mafia que trabajaba alrededor de la entrega de visas y pasaportes falsos, con ramificaciones en Nueva York, Puerto Rico y posesiones francesas y que con él trabajaban altos funcionarios consulares de un país que no identificó. Pero dijeron haber comprobado que eso era falso. Confiado en las ofertas por sus captores, tenía la creencia de que no lo iban a ejecutar, mientras esperaba el desenlace. El 8 de enero de 1969, con los ojos vendados, sus manos amarradas, en la espesura del bosque y debajo de un frondoso árbol, fue acribillado por un “pelotón de fusilamiento”.
La verdad que han pasado 47 años de aquel confuso acontecimiento que le costó la vida a Caonabo Elpidio Jorge Taveraz y estremeció la izquierda dominicana; un capítulo más de cómo la guerra fría se expresó en la República Dominicana en aquellos días de los doce años de gobierno de Balaguer.
(Para este artículo de las “Crónicas de los doce años”, fueron utilizadas las siguientes fuentes: “Someten dirigente MPD; le imputan varios cargos”, El Caribe, 30 de octubre 1967; Gaceta Oficial Número 9132 de 1969; “Desmantelan oficina Servicio Seguridad”, El Nacional, 6 de enero 1969; “Dicen fusilan uno”, El Nacional, 27 de enero 1969; “Aparecen indicios de “fusilamiento”, El Nacional, 1 de febrero 1969; Miguel A. Hernández, “Dama niega apoye “fusilen” a esposo”, El Nacional, 2 de febrero 1969; “Asilase un oficial de investigaciones”, El Nacional, 12 febrero 1969, y José Miguel Soto Jiménez, “El personaje lucía un “desbaratado” pero era un “arma de doble filo”, Listín Diario, 13 de mayo 2007).