Anoche partió para siempre el Dr. Virgilio Bello Rosa, de quien se hablará mucho. Dirán que nació en la loma La Joya, provincia de San Francisco de Macorís en el 1939, hijo único de doña Luz, una madre soltera; quien lo crió solo y trabajó para convertirlo en un hombre digno y coherente. Y como hijo agradecido, la cuidó hasta sus 100 años, junto a la talentosa pediatra Dra. Miriam González Durán, su novia desde la universidad y madre de sus hijos Virgilio, Wilfredo, Luz Indira y Natalia.

En esta ocasión, les relataré, para los más jóvenes, que Virgilio fue aquel joven abogado que apresaron varias veces y torturaron por defender gratuitamente presos políticos; y que en una audiencia, donde inventaban las pruebas, incluyeron una vez más, el porte de una granada explosiva, y  pidió que le permitieran tocarla y discretamente le hizo unas crucecitas. Y en el próximo caso le señaló al tribunal que era la misma granada, y que chequearan si tenía sus marcas; y a partir de ese día, cambiaron el cuerpo de delito.

Él pensaba que “’si los dineros que se han robado los funcionarios públicos y sus asociados durante la era de Trujillo y en los gobiernos que le han sucedido, se hubiesen empleado para edificar escuelas, hospitales, acueductos, carreteras, caminos vecinales, barrios de mejoramiento social; buena parte de la población podría vivir con má dignidad.” Y como Procurador General de la República dijo: “desde esta Procuraduría no saldrá un expediente para descalificar a ningún ciudadano por razones políticas ni por ninguna otra razón, pero tampoco nadie podrá utilizar el chantaje para impedir el sometimiento a la justicia de las personas contras las cuales haya pruebas de que han cometido actos de corrupción, aunque estas personas entiendan que ocupan el más alto peldaño en la escala política y social de la República Dominicana.”’

Y honró sus palabras, al decir de la valiente periodista Sara Pérez en el periódico El Nacional: “la actitud de Virgilio Bello Rosa luce una extraña dignidad que desconcierta y hasta aturde. Renunció a su cargo de Procurador, por sus discrepancias con el presidente de la República en torno al tema de la corrupción’’.

Fue víctima de fraudes en procesos electorales en la Universidad Autónoma de Santo Domingo y en el Partido Revolucionario  Dominicano, pero su respuesta fue la misma: “no me asocio al fraude en ninguna de sus manifestaciones, no soy de los políticos que hace denuncias de irregularidades, para luego negociar posiciones y privilegios en el Partido”.

Por lo que el agudo periodista Orlando Gil en el 2003, en una de sus influyentes columnas dijo: “pero sería injusto si no dijera que Virgilio Bello Rosa, no solo ha sido digno como perredeista, sino que salió de la Procuraduría General de la República con la frente más alta que cuando entró. Es de las fuerzas capaces de rescatar a ese partido, si se le hace espacio y se le deja trabajar.”  Por lo que la talentosa escritora Angela Peña, considerada por un respetado y galardonado periodista, como la mejor periodista viva de este país, en la noche de este jueves 18 de mayo, mientras yo compartía con la viuda e hijos, de Virgilio en hogar,  me escribió. “Era lo más sano y bueno que he conocido”.

Paz al alma de mi compadre, el Dr. Virgilio Bello Rosa, y gratitud infinita por su ejemplo y dignidad.

** Este artículo puede ser escuchado en audio en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván en Spotify.