En algún momento, sea tarde o temprano,

en un café en la calle, o en la mesa de la cocina,

nos sentaremos con nuestras nostalgias

y empezaremos a sopesar cada una.

Va a ser un trabajo de horas y días.

Tal vez terminará solo con la muerte.

Y la muerte sí nos ayudará a seguir adelante por primera vez,

desnudo como aquel primer día cuando representamos

el regocijo y esperanza sin fin por nuestros

benditos padres –salvo en casos extremos,

de violaciones, de enfermedades heredadas,

de mala suerte, de cuerpo aplastado, muerte repentina.

Mientras, por haber tenido suerte,

sigo escribiendo esta reflexión de sentido doble.