“Vivimos en un mundo en que el propio cambio se ha convertido en algo tan obvio que corremos el riesgo de olvidar incluso que es lo que ha cambiado”. (Hannah Arent: Que es la política).
Los actores políticos requieren empoderarse de la necesaria correspondencia biunívoca entre acción y discurso. Una obra de la cultura ética, de los valores intrínsecos de la democracia. No podemos seguir diferenciando al político y a la persona, a lo que es privado y el sentido público que lo aborda todo. La decencia no puede ser sustraída al campo de la interactuación personal si no a lo institucional y al manejo de lo colectivo.
Las actitudes, creencias de los actores políticos actuales en el Siglo XXI, no puede seguir configurando un orden político divorciado de la agenda social, postergando de manera sempiterna problemas ancestrales de la vida pública: económica-social-institucional. Dicho de otra manera, el sistema político tiene que cambiar significativamente su cultura política que le dio éxito ayer, pero que hoy se ve su deriva queriendo mantener su pasado en un mundo y una sociedad que requieren de nuevos paradigmas. Cultura política para Rodrigo Borja, en su libro Enciclopedia Política, es “el conjunto de conocimientos, tradiciones, valores, mitos, creencias, juicios de valor, prejuicios, opiniones, prácticas, costumbres, recuerdos históricos y símbolos de una comunidad que orientan su comportamiento político y a veces lo condiciona”.
La cultura política y con ello, todo el andamiaje del sistema político, su liderazgo, acusa de enorme déficit: el verticalismo y centralización sin democracia interna y vocación eterna de voluntarismo y autocracia, incubado en la eternidad del tiempo en la jerarquía partidaria. Las 4C del nuevo dirigente: pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad, adolecen en ellos. Aún más, aquellos, muy pocos, que tienen los conocimientos y preparación no aúnan las simbiosis para la transformación por el abismo entre acción – decisión y pensamiento, marcada por la carencia de carácter en la personalidad de muchos actores.
El Siglo XXI comporta un nuevo desafío en el liderazgo, no importando su caracterización: empresarial, organizacional, presidencial. La inteligencia emocional se constituye en la llave fatua ineludible para construir sinergia y espacio de transformación. La inteligencia emocional es el uso inteligente de nuestras emociones. Es la fragua y timón para interactuar de manera efectiva con los demás. La inteligencia emocional es “La capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las emociones”. Es como gestionamos las emociones para el logro esencial de lo que hacemos tomando en cuenta, como nos diría Daniel Goleman, sus 5 atributos o dimensiones:
- La autoconsciencia;
- El autocontrol;
- Automotivación;
- La empatía;
- Habilidades sociales.
¿Qué ocurre en la cultura política dominicana que lleva a drenar el sistema político más allá de los intereses pequeños, corpóreos, falta de visión? Los actores políticos, sobre todo en los últimos tiempos, usan la política como escalera para el ascenso económico y social sin más manifestación que los vicios, malformaciones y pasiones singulares de una sociedad ataviada en los años 60 del siglo pasado. La era digital, la comprensión de la psicopolitica, de la infocracia, no han sido veladas por ellos. Se encuentran en la biopolítica y la necropolítica por la praxis no por la asunción conceptual, categorial, sino por la osmosis de la cotidianidad.
Vicios, manipulaciones y mentiras que desbordan las pasiones al no comprender que la política es el exacto equilibrio entre la razón y la pasión, entendida la pasión como el arte del manejo de las emociones que se encuentra en el sistema límbico, al tiempo que se forja en el neocórtex como el hilo conductor de lo razonable y la racionalidad. Hoy, la neurociencia nos define la inteligencia como la lucidez de la razón. Vicios y pasiones que entristecen y ahuyentan a cientos de seres humanos que tienen amor por la POLITICA. Verbigracia: Como es posible que el cuarto partido más grande en el Congreso sea el DE LOS RIFEROS, con una especificidad, una particularidad, que genera una ventaja distintiva, diferenciadora: es el cuarto más grande, empero, está conformado en su interior por los tres partidos más grandes.
De igual manera, como entender que en un país tan pequeño el narcotráfico haya podido penetrar el primer poder del estado con varios diputados. Vicios del dios dinero corren la cuneta vacua para derivarse en “triunfo” que arde en el clientelismo más espeluznante y execrable en una sociedad. Es así como se suman narcotráfico, lavado, corrupción y política que se expande como onda que recorre la velocidad de la luz y penetra en la economía sumergida para reflotar en la economía real.
¿Cómo explicar que los partidos políticos no quieran las nuevas leyes políticas y electorales que ha canalizado la Junta Central Electoral y ni siquiera han respondido al Reglamento que hizo la organización para administrar las consecuencias de la campaña a destiempo? ¿Cómo entender la comisión de diputados que quisieron reunirse con el Ministro de Educación Ángel Hernández y querían dirigir el protocolo, incluyendo que le permitieran grabar la reunión, alegando que ellos son el primer poder del Estado?
Vicios sin razón ni razonabilidad. Quieren dirigir una nación sin control ni consecuencias, donde ellos prevalezcan por encima de las leyes y de las instituciones. Don Juan Bosch, el gran maestro, dijo al respecto “… Cumpliremos y haremos cumplir la Constitución y las leyes que nos gobiernan y decimos con propiedad que nos gobiernan, porque en una democracia no debe haber más gobierno que el de las leyes y los hombres, cualesquiera que sean sus posiciones, están llamados a ser solo ejecutores de esas leyes”.
No es prejuicio y juicio lo que asumen los actores políticos, son vicios en tanto estos son práctica, conducta o hábito que se vierten en falta, en defecto, en enfermedad o un mal. Defecto, imperfección, tacha, falta, mal, deficiencia, anomalía son algunas de las palabras sinónimos. Han querido sincronizar al unísono mentira y política. Que en política se vale todo, desde prometer y no cumplir hasta posponer al infinito, con ausencia cardiaca de coherencia e integridad.
Sabemos que una democracia sin demócratas es como llevar en su seno un cascarón vacío. No puede una democracia revestirse de fortaleza, con pantalones largos, cuando vemos en el Senado el retiro de la bancada peledeísta porque el presidente de la Comisión de Justicia, Pedro Catrain, les dijo que el caso de la Cámara de Cuentas y la Resolución estaba cerrado. ¿Acaso no es mera pasión desbordada rompiendo los límites de la institucionalidad, puesto que es la Cámara de Diputados que investiga y determina si hay calidades, méritos en la misma y luego envía al Senado? ¿No fue apoderada la Procuraduría y la institución, órgano de la justicia, apoderó dos fiscales adjuntos para la investigación al presidente de la Cámara de Cuentas? ¡Una verdadera cuerda floja tiene el vocero del PLD en el Senado!
La cultura política, en esa subjetividad, los actores políticos nuestros desconocen a Platón con respecto a los elementos en el espíritu humano: deseo, razona y siente. Obvian, como decía Hegel, rabia, vergüenza y orgullo que dirigen al ser humano. “Las emociones de rabia, vergüenza y orgullo motivan la conducta humana y molden los procesos históricos”. Los vicios y las pasiones de la partidocracia dominicana los llevan a manejarse enteramente en el marco de rabia y vergüenza. El accionar de esa elite política al estilo hegeliano es de rabia porque la sociedad no reconoce su valía y han de sentir vergüenza: “Porque su conducta no corresponde a su valía”.
Como la clase política no ha tenido la “capacidad” de romper paradigmas con una cultura política que ha quedado atrás, con una tautología pasmosa, sigue generando vicios y pasiones que penetran en una subcultura que desborda la cultura general. Sus preferencias e intereses les han permitido constituirse en una casta que trasciende su instrumentalización, alcanzando una autonomía muy alta. Deseos y necesidades de la sociedad que no se alinean con la agenda política. Esa cultura política que se ahonda en todos los poros hasta asumir lo peor de la sociedad, lo más negativo, constituyéndose como generadores de la cultura del engaño y de fraude. Es lo que explica que siendo casta, elite económica y social se manejan en los vicios y pasiones de la cuneta del lodazal. No respetan ni siquiera sus propias democracias internas.
¿Qué explica que desde 1996 esa oligarquía partidaria no haya realizado una sola reforma estructural en el seno de la sociedad dominicana? Los vicios y pasiones de una cultura política lacerante y al mismo tempo cimentada en un constructo diezmado en el atraso para la sociedad. Una praxis política que hoy en el nuevo paradigma de la transparencia y la vigilancia es perversa. Byung-Chul Han en su libro Hegel y el Poder nos lo recrea cuasi de manera lapidaria “El poder que se muestra imponente no necesariamente violenta. Es cuando un poder extendido y abarcador se desmorona que sobrevienen diversas formas de la violencia y esta salta a la vista. La violencia divide. El poder congrega. A la presencia efectiva de la violencia siempre precede una retirada del poder”.