Una de cal y otra de arena.  La semana pasada escribí sobre el “Valiente mundo nuevo” en el que ya entramos donde la tecnología nos puede ayudar a mejorar las interacciones sociales y donde usamos los frutos de la modelización para evitar desperdicio de tiempo y dinero, como es el caso de probar cómo nos queda el diseño virtual de una camisa antes de enviarla por un largo recorrido y adquirirla.  Genial. Pero hoy viene el reverso de la moneda.  La atención al mal uso de la comunicación apoyada en tecnología.

 

Y lo digo porque recientemente tuve que vivir con personas haciendo mal uso de las nuevas tecnologías a mi alrededor. Están, por supuesto, los casos de robo masivo de información.  Es lo que se hizo recientemente en Francia cuando a un hospital le sustrajeron la información sobre el estado de salud de sus pacientes.  Y así como hay grandes estafas, tenemos pequeños hurtos, es decir, potencialmente todo el mundo.  Por ello, es bien conocido que las grandes entidades estatales y empresas protegen sus informaciones y algunas inclusive ayudan a clientes de menor tamaño a protegerse. Es el caso de la presentación que Diego Laverde, del Banco Popular, hizo recientemente por LinkedIn y que está disponible para el gran público.

 

Está también la atención a lo que se recibe y evaluarlo con por lo menos el mismo nivel de exigencia que la publicidad banal. Sabemos que los anuncios de refrescos muestran energía y felicidad, pero al final lo que estamos adquiriendo son calorías y recipientes que hay que botar o reciclar.  Del mismo modo, a veces hay informaciones que circulan por las redes únicamente para quitarnos tiempo, no para “darnos” nada.  Leemos títulos que prometen una idea que es diferente de lo que es la entrega final. Eso pasaba también con las películas, con los títulos de los libros y hasta con la decoración de algunos restaurantes. La promesa era superior al producto y lo que veíamos en el mundo físico lo estamos comprobando también a través del que viene a través de las pantallas.

En cuanto a los peligros de la difusión de información sesgada, está también el problema de la falta de transparencia.  A la celebérrima Kim Kardashian le pusieron una multa no por lo que dijo (promocionar el uso de criptomonedas, un terreno sobre el cual todavía queda mucha legislación por hacer) sino por ocultar que le habían pagado por difundir esa información.  Y es que en este terreno de la mala difusión hay que estar atentos tanto a lo que dicen los demás como a lo que uno mismo emite. Idealmente, solo debería colgarse lo que conviene que se haga público.  Y lo que conviene, además de verdadero, debe ser congruente. Un excelente abogado no tiene que estar compartiendo fotos de él en poses seductoras. A menos que quiera dejar de ser abogado y concentrase en ser símbolo sexual.  Nadie que no sea chef o distribuidor de alimentos tendría que estar enseñando comida salvo que la ilustración tuviera algo que ver con su narrativa. También, al igual que para manejar un vehículo, si el juicio está afectado por el alcohol o por un exceso de emociones, mejor esperar un rato antes de difundir.

 

¿Qué hacer si se es víctima de un engaño? Primero, guardar la evidencia del engaño para poder usarla en investigaciones, denuncias o cualquier manera en que se pueda castigar y disuadir su proliferación. Lo automático es querer borrar el mensaje, pero este no hace más daño por seguir estando expuesto.  Lo conveniente es hacer una captura de pantalla y denunciarlo a autoridades competentes que, en ocasiones, pueden ser hasta las mismas plataformas. Si en una red social uno lee algo que es evidentemente falso, eso se debe denunciar. Las redes pueden tratar los casos con diferentes niveles de exigencia, pero hay que darles la oportunidad de corregir. Luego, si uno sospecha que a un amigo le han suplantado la identidad, además de contactar a la red, se debe alertar al amigo también (por otra vía, naturalmente) para que se tomen medidas adicionales.   Instagram tiene sistemas de alerta para minimizar impactos.

 

En resumen: el engaño no vine por el uso de la tecnología sino por la intención de los humanos que están detrás. Con lo que hay que ser cuidadoso no es con la virtualidad sino con la muy humana tendencia a presentar las cosas como no son. También con nuestro propio deseo de esperar que la realidad sea como quisiéramos que fuese, el autoengaño es tan frecuente como el que proviene de otros.  Como decía en el artículo anterior: estamos realmente frente a un mundo valiente y feliz.