El mundo vive una espiral de violencia impresionante. Para constatar esta realidad basta con realizar un recorrido virtual o presencial, por Haití, Ucrania, Rusia, Irán, Yemen, Afganistán y otros países de América y de África.  La República Dominicana está entrando al club de los países marcados por la violencia. Esta problemática es compleja. No depende de un solo factor. Son  múltiples las variables que forman parte de su composición. Por ello es  difícil analizarla y encontrar explicaciones que la expliquen, sin caer en sesgos que invaliden lo que se plantea sobre ella. La sociedad dominicana, en la actualidad, no está interesada en muchas explicaciones. Su necesidad principal es que la violencia no se convierta en cultura. Además, le importa que se busquen las medidas necesarias para que la ola de violencia mundial, no invada la nación.

 

Los riesgos de una sociedad dominada por la violencia son incontables. En este contexto,  urge ponerle atención a la violencia social, política, sicológica y educativa que se incrementa y expande en el país. Asimismo, la violencia de carácter verbal que se exhibe y se legitima en la sociedad. Esto es frecuente en los dirigentes de partidos políticos y en afiliado a estos. Además, la  violencia que se promueve a través de las redes sociales. De igual manera, la práctica casi salvaje, que utilizan instituciones como la  para resolver problemas sociales y penales. Esta forma de actuar de la Policía Nacional, constituye una distorsión de lo que se habría de espera de una institución cuyo rol es de mediación de conflictos, de apoyo a soluciones pacíficas de los problemas. Sin embargo, se especializan en transgresión de los derechos y en desestabilizadores de la seguridad y de la paz ciudadana.

 

Esta misma situación se instaura en las familias. Lo que tendría que ser un espacio de paz, acogida y seguridad, se va convirtiendo, de forma progresiva en una caldera humana. Con frecuencia, niños, jóvenes y adultos desertan de su familia. No resisten el nivel de violencia que se vive en ella. Consideran este espacio como una amenaza para su desarrollo humano, social y espiritual. Los expulsados de las familias, por la violencia que la calcina, se asumen, también, como personas con derechos conculcados. Asimismo,  con inestabilidad integral en su desarrollo como sujetos. Esta situación de violencia, desarticula la fraternidad y la estabilidad de los restos de familias con que cuenta la sociedad dominicana.

 

La violencia este año ha continuado su expansión sin regulación alguna, en los centros educativos del país. Las rencillas ingenuas y propias de niñas y niños, adquiere una modalidad más peligrosa y cruenta. La presencia de armas y de hechos sangrientos en los centros educativos, indica que la construcción de una cultura de paz, pierde terreno. Se impone la barbarie en las escuelas. Se pulveriza la cultura de humanización que ha de primar en los centros educativos. De otra parte, se amplía la relación y comunicación distante entre los actores de la escuela. Se construyen barreras comunicativas y afectivas, que bloquen la docencia de calidad y los aprendizajes con significados.

 

El Departamento de Orientación y Sicología, así como  el Departamento de Supervisión Escolar y la Dirección General de Currículo, del MINERD, han de actualizar sus estrategias de prevención de la violencia y de formación para la gestión efectiva de conflictos.  Han de fortalecer su eficiencia  en el tratamiento de la violencia que afecta a todos los actores de la escuela. La violencia entre profesores; entre directores y profesores; entre estudiantes y profesores; entre estudiantes y personal de apoyo, no es un secreto. No se puede llegar tarde. Se necesita una acción razonada y  sostenida para anticiparse a problemas más graves que los que estamos observando.

 

La realidad de violencia puede reflejar un desequilibrio entre la atención a los aspectos técnicos y la atención a las dimensiones más sensibles del ser humano: emociones, sentimientos, autoestima y reconocimiento del otro. De igual modo, la violencia social, familiar y escolar responde a problemas estructurales de la República Dominicana. Por tal motivo, el Estado dominicano tiene una gran responsabilidad para que este problema se atienda con el carácter y el rigor que demanda. La tríada que presentamos es veloz y expansiva. Urge que los diferentes sectores de la sociedad avivemos el paso y contribuyamos para que la violencia presente en  la tríada señalada reduzca la violencia a la mínima expresión. Violencia, no. Seguridad y paz, sí.