Ostentamos una economía que todavía resiste a las embestidas de los tiempos actuales, post Covid y bélicos, con un turismo pujante; sin embargo, a la par de esta realidad vemos signos anunciadores de un cierto descalabro social que nos sumerge en nuestras propias contradicciones.

Sorteamos de manera positiva los efectos de la Covid gracias a las medidas de contingencia del gobierno, que hizo muchos esfuerzos para proteger y compensar a los sectores más vulnerables al costo de cierto endeudamiento controlado. Por otro lado, el flujo de las remesas, que lejos de detenerse se incrementó, representó una importante válvula de escape.

Sin embargo, hoy en día, las remesas están en baja y la pandemia todavía no ha terminado con sus estragos y efectos colaterales, como lo demuestra el cierre de la ciudad de Shanghái y su puerto que afecta directamente nuestra economía, como toda la economía mundial .

Estos efectos negativos se ven magnificados por la guerra en Ucrania, escenario de una lucha mundial por la hegemonía que está generando una crisis global que desde ahora afecta a sectores de la economía dominicana que tenían a Rusia y Ucrania como sus proveedores.

Todos estos acontecimientos provocan una inflación que se hará insostenible para los sectores más vulnerables y la clase media en un país de bajos salarios y escasos ingresos, como lo demuestra la estampida de enfermeras hacia países que ofrecen salarios más dignos que la RD.

El gobierno trata de mitigar la crisis con nuevos subsidios que no se podrán mantener a largo plazo, por lo que hay que pensar en soluciones más de fondo basadas en el impulso y estímulo a la producción nacional.

Espesos nubarrones se ciernen sobre nuestras cabezas, encontrándonos con nuestras sempiternas debilidades estructurales y con serias adversidades que manifiestan a través de la violencia, el deterioro de la educación, de la salud, la corrupción y la resistencia a los cambios.

Las señales de violencia están por todas partes y son cada vez más preocupantes: pareciera que no tenemos la capacidad de parar los feminicidios; crimenes, delitos,  violencia policial y asesinato de policías se suceden. El rebote de pacientes de los hospitales y la mala calidad de los servicios brindados en muchos centros hospitalarios siguen estando a la orden del día. El deterioro de la educación  a pesar de la inversión del 4%  y  de  la alta relación costo por alumnos versus resultados es una gran preocupación y grava nuestro futuro.

Los periodos de crisis son propicios a una merma de los derechos fundamentales reconocidos en la Constitución, por lo que debemos estar vigilantes para prevenir cualquier retroceso en las garantías a los derechos fundamentales y a las libertades democráticas.

Es un momento de prudencia en el que se deben cuidar los logros y beneficios alcanzados. La desilusión y la desesperación son un caldo de cultivo que puede dar paso a los peores instintos humanos. Hay personas que al sentirse atrapadas en situaciones difíciles tienen una tendencia a buscar culpables donde no están. O quizás sea mejor decir, ponen a la gente a buscar pretendidos culpables, como puede ser el caso de los migrantes, utilizados a menudo como chivos expiatorios en medio de las crisis.

Si bien se dice que las crisis tienden a exacerbar los problemas y que es poco lo que podemos hacer para frenar la tendencia, pienso lo contrario. Es precisamente porque estamos en medio de una crisis que debemos con más fe redoblar nuestros esfuerzos para ponerle coto a esta situación asumiendo cada uno su responsabilidad, desde el lugar en que se encuentra colocado.