Enma

Enma estaba segura de que esa noche vería el rostro de su hermano. Lo que nunca imaginó es que esa misma noche vería el rostro de su amado. Así que una vez llegó al lugar acordado, salió rápidamente en busca de su hermano, quien se encontraba sentado en un sillón abandonado, contemplando un cuadro de Mondrian. Enma se detuvo y mirando el cuadro dijo:

–¡Nunca he logrado entender la  pintura abstracta! Sus líneas y formas sencillas absorbiendo el color, sin un objetivo cromático que asir… conducen a un mundo vacío de imágenes barrocas.

–La verdad que yo tampoco he logrado asimilar ese tipo de pintura—dijo su hermano, señalando con el dedo índice las líneas invisibles de un mandala que colgaba del sol pintado del cuadro.

–Sin embargo—objetó Enma–, si tan solo fuera eso… todo estaría más claro.

Pero, de repente se detuvo, e inesperadamente vio surgir del cuadro una fuente de luz: ¡la cabeza inacabada de  su amado! ¿O era el rostro de su hermano cuando pestañeó?.

Una familia muy normal

El hermano de aquel hombre tenía otro hermano, pero menor que él, casado con la mujer de su primo. Ambos solían salir juntos a divertirse. Sin embargo, un día cualquiera de marzo, el menor de los hermanos peleó con su mujer y entonces decidió casarse de nuevo, pero esta vez con la esposa y prima de su hermano. Así que de inmediato fue a comunicárselo al hermano. Cuando iba de camino a su casa, repentinamente, se encontró con su novia de infancia, que también había sido novia de su hermano, quien al verlo irrumpió en llantos. Frente a una situación tan enojosa, y sin saber qué hacer, descorazonado, le dijo:

–i Por favor no llores, mi amor!, yo todavía guardo gratos recuerdos sobre ti…, aunque te confieso… aún no he podido olvidar aquellas terribles imágenes…. de la noche en que me dejaste plantado, y te fuiste con mi hermano a un lugar desconocido de la ciudad. A pesar de todo, añadió, estoy dispuesto a reiniciar nuestra bella historia de amor–. Entonces ella dejó de llorar y le dijo:

–Sucede que tu hermano me prometió regalar un anillo con las iniciales de mi nombre en oro, y, además, prometió estampar su nombre en mi ingle, lo que me llevó a creer en la eternidad del amor y en la posibilidad de establecer un vínculo infinito con él. ¿Cómo iba yo a imaginar que lo único que le interesaba a tu hermano era el sexo? Ahora que lo pienso, debí morderles los labios hasta hacerlos sangrar. Aunque, por otro lado, te confieso que aquel fue un encuentro muy intenso, y no te niego que me ha sido difícil olvidarlo.

–¿Qué quieres que te diga?, respondió mi hermano, en estado de shock y asombro, y sin saber qué hacer, le dijo, temblando: "Si aún guardas en tu corazón las huellas de mi amor, creo que es nuestro deber intentarlo de nuevo. Creo que es posible llegar a ser feliz después de un frío fracaso. ¿No te parece justo?", le dijo, interrogándose a sí mismo.

Yo, habituado a este tipo de situaciones, comprendí el verdadero propósito de mi hermano: hacerme creer que la felicidad no es solo amarse, sino inventar en el otro una imposible historia, donde cada quien es libre de hacer lo que quiera, para saciar sus instintos. Por eso me molesta que ahora mi hermano prefiera casarse con su novia de infancia y no con mi prima y esposa hasta ayer, que acaba de dejarme plantado, aquí en la casa, y se ha ido con otra mujer, no sé a qué lugar, ni con qué propósitos.