Aun se sigue señalando, con bombos y platillos, la importancia del crecimiento económico del país tomando en consideración el producto interno bruto (PIB), como si por sí solo fuera la clave del bienestar de los ciudadanos. Hace más de cuatro décadas Robert Kennedy, senador de los EEUU entonces, dijo: “lo mide todo… excepto lo que hace que la vida valga la pena”.
“El producto interno bruto no favorece la salud de nuestros hijos” -señalaba el senador- “como tampoco la calidad de su educación ni la alegría de su juego. No incluye la belleza de nuestra poesía ni la robustez de nuestros matrimonios, la inteligencia de nuestro debate público ni la integridad de nuestros funcionarios públicos”. (¡Uy!)
Es más, decía el senador: “tampoco mide nuestro ingenio ni nuestro coraje, ni nuestra sabiduría ni nuestro aprendizaje, ni nuestra compasión ni la devoción que sentimos por nuestro país; es decir, lo mide todo menos aquello que hace que la vida valga la pena. Es la economía imbécil”. (Mejor de ahí…).
Se supone, que mientras mayor es la producción de riqueza de un país, mayor será su bienestar social. Lo que generalmente no se dice, es que hay lo que los economistas llaman “infortunios” que hacen que éste índice crezca como: los divorcios, los gastos de hospitalización como los del funeral; el consumo de alcohol y de cigarrillos, entre otros.
En la página de la BBC News mundo en el 2023, bajo la firma de Cecilia Barría, aparece un trabajo con el siguiente título: “La “dictadura del PIB”: 4 razones por las que el crecimiento económico de un país no es sinónimo de éxito”, y a estas razones las denominó mitos:
Mito 1: las economías con el PIB más alto son mejores que el resto: falso.
Mito 2: el PIB solo mide actividades legales: falso.
Mito 3: el aumento del PIB es sinónimo de un mayor bienestar para toda la población: falso.
Mito 4: el aumento del PIB no tiene efectos negativos: falso.
Para quienes se interesen en los detalles de estos mitos y falsedades, visite la página La "dictadura del PIB": 4 razones por las que el crecimiento económico de un país no es sinónimo de éxito – BBC News Mundo
En la página F&D Finanzas & Desarrollo del Fondo Monetario Internacional, Andrew Stanley publicó en marzo del 2024 el Informe sobre la felicidad en el mundo, bajo el título: El Informe sobre la felicidad en el mundo impulsa la búsqueda de indicadores más holísticos del bienestar, e inicia con la famosa crítica del senador Robert F. Kennedy.
Aunque el Informe reconoce cierta utilidad del referido índice para predecir la felicidad, señala que éste no es el único factor, sino que hay otros a considerar, como son el apoyo social, la esperanza de vida, la libertad, la generosidad y la ausencia de corrupción, que permiten conjuntamente colaborar con el desarrollo del bienestar y la felicidad.
Los investigadores hacen un llamado a la necesidad de redefinir el concepto de éxito, promoviendo políticas que no solo fomenten el crecimiento económico, lo que no deja de ser importante, sino que mejoren la calidad de vida de los ciudadanos. Hablan de la necesidad de formular políticas con una perspectiva más holística.
A esto le quiero llamar la economía del amor, poniendo sobre la mesa la necesidad de una mejor educación y un mejor servicio de salud, que permita a pobres y ricos ir a las mismas escuelas y a los mismos centros hospitalarios, sin discriminación alguna, pues todo el mundo recibe el mismo servicio que, por supuesto, sería de alta calidad.
Protejamos a nuestros envejecientes que ya ofrecieron sus años de juventud y adultez al país con su trabajo. Desarrollemos más fuentes de trabajo y menos bonos, así como programas de transferencia de dinero. Invirtamos mayores recursos en crear fuentes de trabajo para que nadie tenga que depender de un bono, del tipo que sea.
Invirtamos mayores recursos en promover una sociedad y una ciudadanía responsable y conocedora no solo de sus derechos, sino también de sus deberes, abalados por la carta magna. Pongamos más importancia en promover la amabilidad y la cortesía, y menos, en lo “mucho que están haciendo” los funcionarios, pues para eso tienen un cargo y se les paga.
Hay quienes plantean la sustitución del PIB por el FIB, la Felicidad Interna Bruta, que mida la calidad de vida en términos más holísticos y psicológicos, tomando en consideración la promoción del desarrollo socioeconómico sostenible e igualitario; la preservación y promoción de valores culturales, como la conservación del medio ambiente.
Promovamos en nuestras escuelas real y efectivamente, además de la lectura y su comprensión, el pensamiento histórico y lógico-matemático, la educación artística a través de la música, el baile y la danza, la pintura y la escultura, la poesía y el teatro. Incentivemos la solidaridad y la empatía a través de proyectos sociales.
Hagamos de nuestras escuelas espacios de construcción de ciudadanía responsable, conscientes de su rol social por un país próspero, pero al mismo tiempo, encaminado a ofrecernos oportunidades para la vida que debemos aprovechar. Ciudadanos que no necesitan de la dádiva de un político con dinero que no es de él, sino del propio ciudadano.
Apostemos por FIB y olvidémonos de un índice que oculta muchas otras cosas que atentan contra el bienestar colectivo. Apostemos por una economía del amor, centrada en la persona, que es la que produce riqueza. Una economía para el servicio de todos y no la de unos pocos, que se quedan con la gran tajada de toda la riqueza producida.
Es probable que sea necesario e imprescindible el debate sobre una ética del poder, una ética que ofrezca la posibilidad reflexiva no solo de la producción de riqueza y los medios para ello, sino también de cómo la misma se distribuye, contribuyendo con el bienestar de todos. Una ética política que brinde el marco para las grandes decisiones económicas y sociales.
Quizás de esa manera estaremos honrando y haciendo posible lo que Duarte, Sánchez y Mella, junto a los demás trinitarios soñaron para esta pequeña isla “colocada en el mismo trayecto del sol” como nos hizo sentir Don Pedro Mir. Sería una manera interesante de honrar a nuestros Padres de la Patria, más allá de los discursos vacíos en el Altar de la Patria.