Introducción
Por estos días en que con diversos actos conmemoramos varios de los momentos estelares de la patria, entre ellos el 212 aniversario del natalicio de quien nos concibió libres e independientes, resulta imposible evocar los aportes de aquellos que con su vida y obra intelectual han contribuido de forma decisiva a robustecer, con el estudio riguroso de nuestro pasado, la conciencia histórica del pueblo dominicano.
Entre otros ciudadanos a quien la patria agradecida debería ofrendarle gratitud perenne por sus singulares contribuciones académicas, su civismo y ejemplaridad, se encuentra Don Pedro Troncoso Sánchez (1904-1989), uno de nuestros grandes humanistas, a quien justicieramente uno de sus contemporáneos definió como “un espíritu de luz, un ejemplo de sencillez y de modestia” y de quien Manuel de Jesús Goico Castro, en su elogio fúnebre, citando a Hostos ante los restos del pensador chileno Manuel Antonio Matta, expresó que: “ este es uno de los muertos que nunca mueren por completo; porque al día siguiente de dejarlos en la tumba, los encontramos vivos en la historia”.
De él es una frase que sus contemporáneos le escucharon decir en no pocas ocasiones para edificación de los suyos: “si quieres ser un ser humano completo, pon todas las fuerzas de tu alma en todos los actos de tu vida”.
Por varias décadas, uno de los aspectos fundamentales que ocupó la atención de Don Pedro, fue el estudio y difusión de la vida y obra de Duarte, labor a la que consagró esfuerzos admirables.
En 1975, como volumen décimo primero de la colección del Instituto Duartiano, se publicó “Vida de Juan Pablo Duarte”, de su autoría, una de las biografías fundamentales para estudiar la vida del Patricio. La dio a la luz en vísperas de celebrarse el primer centenario de su muerte.
Dado que en este año 2025 se cumple el cincuentenario de la publicación de la “Vida de Juan Pablo Duarte”, nos ha parecido oportuno publicar la misiva de gratitud que otro gran intelectual dominicano, Don Sócrates Nolasco (1884-1980), una de las más empinadas cumbres de las letras nacionales, dirigiera a Don Pedro, fechada el 30 de abril de 1975, tras familiarizarse con el contenido del ejemplar que recibió en obsequio. La misma fue publicada en el Listín Diario en fecha 3 de mayo de 1975, pág. 3.
Aunque entonces limitado en su visión, viéndose precisado a escribirle “por mano amiga”, como afirmaba en su interesante misiva, es admirable cómo se agolparon en el celebrado autor de “Viejas Memorias” en la misiva de referencia, tan valiosos y esclarecedores recuerdos de nuestro pasado que su pródiga memoria ordenó y expuso en la misma con elegancia y con rigor.
Por su valor, y en elogio a estos dos grandes paladines de nuestras letras, se publica a continuación el texto íntegro de dicha carta.
Distinguido escritor, mi amigo:
Incapacitado para escribir, por menoscabo de la vista, válgome de mano amiga para hacerle llegar a Ud. mi agradecimiento por el regalo de su reciente libro, VIDA DE JUAN PABLO DUARTE, de valor principal en cuanto al iniciador de la Independencia de la República Dominicana se refiere. Ha realizado Ud. una obra necesaria y buena.
No pocos han creído que el patricio Duarte estaba mentalmente debilitado cuando vino a ofrecer sus servicios en la campaña restauradora. Ahora al leer las cartas que él escribió con perspicacia, firmeza y grandeza moral, se ilustrarán y rectificarán comprendiendo al que se dio a todos desde el comienzo hasta el final de su vida.
No acabo de entender o no me han leído bien por qué Antonio Duvergé no aparece cabalmente en la acción del 19 de marzo, triunfo contra los invasores que en gran parte de debió a él y que, por lo mismo, fue escogido para defender el camino clave de San José de Ocoa. Santana ya con las tropas replegadas en Baní, le escribió a Bobadilla: “Los haitianos atacan duro…y ya habrán ocupado el camino del Maniel”.
Falló la presunción del que no era todavía el gran militar que después llegó a ser. Contra lo supuesto, Duvergé rechazó en El Memiso la columna haitiana y aseguro el camino clave. Sin las victorias del 19 de marzo y el Memiso no se explicaría que Duvergé fuera distinguido para Jefe del Sur de la Frontera, acierto sagaz.
¿Quién fue el autor del escrito insidioso publicado en el Diario de la Marina que circuló sin firma y afectó a Duarte y produjo deplorable efecto en varios restauradores? Ud. no se arriesga a decir que fue Don Manuel de Jesús Galván, corresponsal del Diario de la Marina, de Cuba, durante la anexión de Santo Domingo a España capitaneada por Don Pedro Santana y el mismo Gándara y Navarro, lo cual no demuestra que Galván fuera autor de la venenosa insidia. Galván y Don Félix María del Monte publicaron doloridas notas necrológicas con motivo de la muerte de Juan Pablo Duarte.
Galván no firmó. ¿Tardío arrepentimiento? Don Félix era vocero de la anexión de Santo Domingo a los EE.UU. de América desde antes de Duarte morir. Siempre sincero…”¿Qué de tus glorias fue?, gimió preguntándole a la patria frente a la anexión a España. Después exigía que fusilaran a Rodríguez Objío porque andaba con Luperón, entero e indomable antianexionista. Don Félix era poeta lírico. “Desconfía de los poetas líricos”, alertaba Nemesio R. Canales…
Publica Ud. en su libro que Santana fue llamado en 1849 para combatir la invasión capitaneada por el Emperador Soulouque. Santana, aprovechándose de la invasión, conspiraba para derrocar al Presidente Jiménez. Dirigente de los conspiradores eran Buenaventura Báez, Presidente del Senado y Don Félix María del Monte, Presidente del Tribunado.
Quizás debido a superiores ocupaciones no leyó Ud. el discurso que dije en la inauguración de la estatua erigida a Duvergé por voluntad del Excmo. Sr. Presidente de la República, Dr. Don Joaquín Balaguer, y que es la distinción honrosa que he recibido y tanto agradezco.
Consta en el discurso que el Presidente Jiménez y el Gral. Santana se vieron frente a frente. Se opuso Jimenes a que, para combatir la invasión, Santana sustituyera a Duvergé, como pretendía. Con franqueza expresó que en el país ningún militar superaba las cualidades de Duvergé, y que, a lo sumo, estaba dispuesto a nombrar a Santana Adjunto del Jefe de La Frontera.
Apartáronse en desacuerdo…Durante la noche se aconsejó Santana o lo aconsejaron y al día siguiente fue nombrado General Adjunto del Jefe de la Frontera. El nombramiento está escrito en papel oficial, timbrado. Lo guardaba Monseñor de Meriño y a su muerte pasó al poder de Don Pedro Spignolio, de quien lo hube y por mi recomendación está en manos del Sr. Presidente Dr. Don Joaquín Balaguer. Ya antes Jimenes había nombrado a Ramón Mella Adjunto del Jefe de la Frontera.
Horas después del sangrientísimo combate de El Número, Santana, acompañado de un grupo selecto de sus adictos, se presentó ante Duvergé, que estaba enterado de quién era el jefe de la conspiración ya extendida a casi todo el ejército. Se vió ante el conflicto de ser cómplice o víctima. Prefirió dejar el mando, y enfermo de calentura palúdica se retiró hacia Santo Domingo.
En Baní lo alcanzaron Miura y el Gral. Abad Alfau…”Que el General lo llama en su ayuda”…” Que los haitianos reaccionan y acercan a Las Carreras…Retrocedió Duvergé, le señaló a Alfau el lugar propicio para librar con éxito la batalla y participó en el triunfo. Nadie ignora lo ocurrido a continuación: la sorpresiva prisión y el asesinato del más sufrido y grande de los primeros libertadores de nuestra Patria: mancha que ensombrece el prestigio dominicano.
Con pena recuerda Ud. que mataron al Gral. Pedro Guillermo. Para los contrarios a la pena de muerte todo fusilamiento es deplorable. Guerrero distinguido durante Restauración, Pedro Guillermo: un valiente antianexionista como baecista. Luego de ver expulsos a los peninsulares, enarbolando bandera roja, trabuco en mano y al grito de: ¡Viva Báez! “asustó a las mujeres y a los enclenques, que gritando “Dios mío, ¡ya vuelven! “…” huyeron a esconderse cerrando puertas. No; era Pedro Guillermo proclamando a Báez presidente de la República.
A Curazao mandó a buscarlo para que viniera a gobernar. Años después P. Guillermo intentó repetir la hazaña. Lo apresaron y, de orden superior, Don Manuel Rodríguez Objío lo fusiló y a dos o tres más. El mismo Rodríguez Objío, por cuenta propia, fusiló a Jove Barrientos, líder y reliquia del baecismo cibaeño.
No es fácil olvidar que Rodríguez Objío era un prosista brillante, simpático y hombre intranquilo. Durante varias horas se alió a Báez que lo premió nombrándolo gobernador de Puerto Plata, acaso, pensando amansar al grande, entero e indomable restaurador Gregorio Luperón, tenaz antianexionista. En la primera oportunidad Rodríguez Objío y Luperón se sublevaron y, triunfantes, jactanciosa y burlonamente Rodríguez Objio se alabó: “Mentí fidelidad al nuevo amo”. En otro alzamiento la fortuna traicionó a Rodríguez Objío. Los anexionistas, rencorosos, recordaron las burlonas injurias y a Jove Barrientos, y sin blandita misericordia lo mandaron al patíbulo.
Refiere Ud. si no he oído mal, que Rodríguez Objío escribió que Rodríguez Objío escribió que Pedro Florentino atizado por el odio de raza, ultrajó y mató. ¿No habrá confusión de nombres? El cubano Dr. Benigno Souza fue quien afirmó valerosamente que Florentino, negro andrajoso, a sangre y fuego entró a Baní y por sus desmanes Máximo Gómez y otros patriotas comenzaron a pelear, ayudando a los anexionistas, afirmación que Gómez contribuye a rectificar en declaración jurada.
Admiraba el gobernador español, Ribero, que “el General de División Don Pedro Florentino (un aldeano) fuera de modales correctos”. Florentino era un mestizo: mezcla de indio, de negro y blanco italiano. Le salvó la vida y le evitó ultrajes al joven Rosendo Prevost, blanco de raza, alegando que era un ingenuo.
Al General Domingo Lazala y a Comas, y a Blanco Altagracia, y al general Reinoso, blancos adversarios, les salvó la vida remitiéndolos al gobierno restaurador, para que en el Cibao “corrijan con el ejemplo de los buenos”…A Máximo Gómez, blanco y españolizado, casi le suplicó que rectificara entrando en la causa de la Restauración “que es justa”.
No acató la orden de fusilar a Luperón: “que lo fusile el gobierno, que yo no voy a ser cómplice de semejante crimen”. En Las Matas de Farfán sí fusiló al negro Marcos Hernández, Capitán convicto de traición a la Patria. Desde Las Matas de Farfán ordenó el fusilamiento de los anexionistas que tenía en rehén. Fanático, ordenó además la muerte de otros que consideró traidores o indiferentes a la libertad de los dominicanos. Error que nadie justifica.
Desde entonces nació la leyenda negra creada y difundida por los familiares de los muertos en rehén, necesarios e influyentes en la política, y cualquier leyenda persiste más que la realidad más evidente.
Ningún detalle e interpretación mengua el mérito del libro de Ud., de gran valor en cuento a la vida de Juan Pablo Duarte se refiere. Es la opinión de su modesto servidor.
Sócrates Nolasco
30 de abril, 1975.