En una conversación casual con un buen amigo surge el tema de la soltería, los hombres, las mujeres y la actualidad. Ambos divorciados, él ligeramente más joven que yo, pero más al día en temas de enamoramiento y por supuesto, con la perspectiva que no tengo, la de los hombres, le pregunto qué cómo se hacen los hombres ahora para enamorar una mujer, que si es más complicado también para él después del divorcio o por el contrario, las cosas se dan con más facilidad. Todas mis preguntas fueron contestadas y mi intuición no estuvo lejos de las respuestas.

Entre un tema y otro le cuento lo difícil que se hace, al menos en mi caso, encontrar una pareja después de tantos años de divorcio, con mis hijos entrando a la adolescencia, con las ocupaciones que otorga la vida adulta responsable y con la claridad en las prioridades que la vida define después de los 40. Su diagnóstico fue breve, preciso y algo inesperado para mí, porque aunque entre mujeres y amigas uno se comenta esas cosas y coincide muchísimas veces en ellas, escucharlo de un hombre como una realidad contundente es difícil.

“A los hombres no le gustan las mujeres independientes como tú”, fue el resultado del análisis. Ya el argumento lo había escuchado, lo he asumido, lo he comentado entre mujeres cercanas, pero creo que n el fondo me negaba a creer que aquella afirmación podía ser verdad. Ante mis ojos y mi lógica sigue careciendo de sentido que, entre una mujer que ha sido capaz de resolver y enfrentar situaciones en la vida ella sola, por las decisiones que fueran, y otra que se mantenga amarrada por miedo, la más valiente vaya en desventaja. Y no lo digo ni desde el dolor ni mucho menos el resentimiento; por el contrario, lo digo con mi curiosidad natural y con el deseo de aprender a ser menos independiente, más frágil, menos pragmática y resuelta.

No es la primera vez que el debate se da, pero sí la primera que la afirmación salía de un hombre que, sin algún interés en mí, me hablaba con sinceridad. Como un golpe de realidad. A partir de ahí entonces surgen preguntas que aún no le encuentro respuestas y que quizás, otras mujeres en situación parecida a la mía que puede también inquietarles. ¿Cómo una mujer sola pone la responsabilidades en pausa y deja de resolver? Tenga o no tenga hijos; ¿Qué se supone que debe hacer una mujer para no parecer independiente ante los ojos de un hombre? ¿Cómo resuelve una mujer sola sin que se le acuse de ser independiente? ¿Dónde engancha uno el traje de responsable con uno mismo y en el caso más serio, con los hijos que esperan cuidados y seguridad de una madre? Me veo haciendo estas preguntas y me parece un absurdo que a las mujeres ahora también se les cargue el título de independientes como si eso fuera algo malo.

Por un segundo trato de imaginarme poniendo en pausa mi independencia y pienso en colegio, alquiler, seguridad, alimentos y la vida misma, no solo mía, sino también la de mis dos hijos que cuentan conmigo. ¿Cuándo fue que ser independiente, en un uso malísimo del término, se volvió algo malo? Porque si me tocara elegir la pareja perfecta, entre sus atributos me encantaría que fuera capaz, igual que yo, de resolver lo que la vida le ponga y que no le tenga miedo a nada.

Más allá de mis inquietudes, que responden a mi naturaleza curiosa más que necesidad, no me imagino ni por un segundo sacrificando mi paz, mi integridad y mi sentido de responsabilidad cada mes cuando toca pagar las facturas y cuando la realidad te obliga a hacer malabares como contorsionista para darles una vida digna a dos muchachos, saber que tú has cumplido y que estás haciendo tu parte. Si eso es ser independiente, entonces me declaro independiente y en capacidad de resolver sin miedo. La aspiración es hacer un equipo y cargar nuestra independencia entre dos, no solo sobre los hombros de uno. Aunque, por lo que veo y afirman los mismos varones, la independencia mal pague o no resulte un atractivo.

Enamorarse se complica cada día más. Los tiempos en que las parejas eran un equipo parecen cosa del pasado y encontrar un compañero de vida ya no se condiciona solo al afecto, el gusto y la compatibilidad. Solo de algo estoy más que clara, si las mujeres la llevamos difícil para encontrar un buen hombre, los hombres también van cargando pesado para dar con la indicada, así que en esta carrera vamos corriendo parejo. Mientras tanto, sigo creyendo que cada independiente tiene reservado un rebelde por ahí.