Quizás la característica principal del proceso electoral que se inicia es que, a diferencia de los anteriores, no tiene esa carga emotiva que produce la lucha contra regímenes de relativo largo tiempo, de vocación continuista y de generalizada corrupción como el anterior gobierno del PLD. Por eso, las próximas elecciones no tienen esa sensación de polarización catastrófica de las pasadas, sino que en ella se encuentran tantos matices que podría decirse que, en última instancia, estos constituyen su esencia. En ese contexto, algunas colectividades y sociales plantean su disposición de asumir y promover cuestiones del presente gobierno que entienden positivas, se perfilan novedosas alianzas, mientras que otros mantienen sus viejas posiciones.
Al momento de presentar una opción o de asumir posición frente al presente proceso electoral, no se pueden soslayar algunas cuestiones importantes y que mucha gente las podría tener en cuenta a la hora de hacerse un juicio sobre el momento político que vive el país. Hay un Ministerio Público que lleva varios procesos contra exministros y personajes ligados a viejas o nuevas fortunas que por la magnitud de las imputaciones que se les hacen tipifican como complejos; ministros en áreas claves de probada verticalidad ética/moral y de incuestionable solvencia profesional como en ninguna otra administración del pasado, al igual que el personal de Compra y Contrataciones que impide la formación de estructuras mafiosas como en anterior gobierno y limita la corrupción en diversas instancias.
Igualmente, un manejo del Presupuesto Nacional sin las triquiñuelas del pasado, a todo eso, podría agregarse la existencia de un posible nivel de conciencia ciudadana como sedimento dejado por las marchas de Marcha Verde un importante un activo social del cual difícilmente podría sustraerse este gobierno. Son cuestiones que algunos sectores dicen que no sólo se debe reconocer, sino profundizar/impulsar. No obstante, persisten temas no menos significativos: en algunas áreas los poderes fácticos parecen tener más poder que antes, se mantiene la permisividad hacia personajes de dudosas prácticas, trayectorias y acusados de cometer hechos dolosos y/o de corrupción que pretenden presentarse como candidatos del partido oficial a puestos congresuales y municipales.
Con tozudez, también persisten las actitudes propias del ultranacionalismo, algo míseramente expresado con la reciente prohibición de la marcha de sectores de la diáspora haitiana que querían manifestar una demanda de ayuda a Haití de parte de la comunidad internacional. Algo qué en esencia coincide con la misma que hace el gobierno en diversos foros, nacionales e internacionales. Una absurda negación de derecho, del mismo derecho que demanda y ejerce la diáspora dominicana en varios países. Una lastimosa coincidencia con el FU que, tratando de crecer, anida en su seno a sectores del ultranacionalismo montaraz que ven en ese partido la oportunidad salvadora para salir de su insignificancia electoral. Además, que apuesta a su crecimiento organizativo y electoral en trasiego de militantes y de la masa de votantes del PLD.
En algunos sectores de la oposición que se reclaman alternativos persisten en una tozudez que les impide llegar a acuerdos sostenibles y comprender la importancia de la profundización de las conquistas democráticas objetivamente logradas, que es la más expedida vía para vincularse con el país real, con ese que les sirve de contexto y no el machonamente imaginado. El progresismo dominicano ha carecido de ese ambiente de debate de ideas en los ámbitos de la política, de la cultura y de la academia que han tenido otros países. No ha asumido consecuentemente la conciencia de que del debate, de las luchas unitarias en el territorio o en los ámbitos de los gobiernos locales por cuestiones concretas es que surgen los acuerdos políticos viables y sostenibles.
Encontrar la respuesta/salida a la presente coyuntura electoral es difícil, pero caminar sin ella es transitar hacia ninguna parte. Enfrentar un proceso electoral sin respuestas mínimamente claras es inconducente y eso sucede cuando no se hace un análisis de coyuntura objetivo para poder identificar la diversidad de matices que la configuran para tratar de encontrar en ellos la posibilidad de insertarse correctamente en ella. Sólo así se pueden lograr acuerdos sentados sobre bases sólidas para que sean creíbles por la gente, una condición indispensable para su sostenibilidad en el tiempo. Y es que todo proyecto político del que se busca cambios sustantivos en cualquier sociedad tiene que ser proyecto al largo aliento, no meramente coyuntural.
En procesos electorales con las características del presente, sin ese elemento de emotividad que produce la lucha contra regímenes cuya continuidad se percibe como catastróficas para el futuro del país, las posiciones maximalistas no tienen sentido. En estos procesos el margen de maniobra para propuestas decididamente alternativa es prácticamente nulo. Por tanto, hasta ahora la posición más realista es la de asumir, apuntalar y profundizar conquistas democráticas objetivamente logradas. Vivimos uno de esos tiempos de la política en que, como dice la sabiduría china, hay que apoyarse en las columnas más pequeñas porque no se tiene la capacidad o posibilidad de apoyarse en las más fuertes. Es tiempo de resistir y prepararse para transitar un camino que es largo, tortuoso e incierto. Objetivamente, no hay de otra.