La República Dominicana, desde ayer, 27 de octubre de 2024, cuenta con un nuevo texto de la Constitución. Con la Reforma introducida por la Asamblea Nacional, integrada por los miembros de la Cámara de Diputados y de Senadores, se completan los cambios número 40. Desde el 1854 hasta el 2024, la cantidad de modificaciones se han realizado para responder a caprichos de dirigentes nacionales y a necesidades demandadas por el contexto y los tiempos en que vivimos. Las modificaciones que se acaban de introducir a los artículos 81, 166, 167, 169, 171, 178, 179, 268 y la creación del artículo 274, no se sabe qué tiempo permanecerán. La facilidad para las modificaciones no tiene nombre.

Las modificaciones actuales introducen, nueva vez, la supresión de la continuidad en el poder ejecutivo después de dos períodos. Esta normativa se suprimió en el 2015 y ahora se restablece la prohibición. Esperamos que se mantenga y que no vuelva a cambiarse sólo por la ambición que obsesiona a los dirigentes políticos y empresariales. Esta modificación es relevante. El período de ocho años es suficiente para que el partido político que gane las elecciones generales y el presidente electo trabajen intensamente y con seriedad. Más de ese tiempo, reduce la alternancia y puede sentar las bases de un apego al poder que paralice el desarrollo integral del país.

La Reforma que se acaba de realizar cuenta con el apoyo del partido oficial. Los partidos de oposición se declararon contrarios a la Reforma constitucional por razones procedimentales. Aunque es una oposición con debilidades extremas, contar con sus opiniones y propuestas no sólo es importante, sino que constituye una necesidad para fortalecer la visión plural y para garantizar una decisión más consensuada. No se explica, por qué los que votaron con tanto entusiasmo por la eliminación de la reelección después de dos períodos, en el 2010, ahora no apoyaron este cambio. Les faltó tenacidad y audacia para lograr que los procedimientos para las modificaciones superaran los escollos percibidos.

Hoy, amanecemos con una Carta Magna renovada. Preocupa saber hasta cuándo durará y con qué celeridad se introducirá otra. El cuerpo legislativo y la ciudadanía tienen que tomar posición frente a la pericia con la que en esta nación se modifica la Constitución. Parece que es uno de los países donde una reforma constitucional se realiza con la mayor facilidad. Para hacerlo, se han de requerir procesos reflexivos, de diálogo y de análisis que involucren orgánicamente a la ciudadanía. Sí, los legisladores son los autorizados a realizarlas; pero, esto no descarta que la ciudadanía aporte más; y que, especialmente, tenga información y conocimiento completos de la razonabilidad de los cambios.

En el nuevo texto de la Constitución se destaca, también, la unificación de las elecciones municipales, congresuales y presidenciales. Esta modificación, aunque no cuenta con todo el respaldo de la diversidad de actores y sectores nacionales, parece que puede contribuir a la reducción de costos y, de forma particular, podría reducir el que el país se mantenga en campaña electoral permanente. Esto último es una situación insoportable, por la contaminación ambiental, por los gastos excesivos y, sobre todo, por el estrés que sufre la población. No se puede vivir eternamente en actividades clientelistas. Por esta misma razón, se ha de situar y organizar mejor el período eleccionario.

Las modificaciones constantes a la Constitución de la República generan dificultades en los estudiantes, en los docentes y en la población en general. Estos tienen que ponerse en contacto con nuevas conceptualizaciones, enfoques y posiciones diferentes. Los cambios constantes impiden una asimilación integral del sentido, de la importancia y de los aportes que se ofrecen. Ahora es necesario organizar un proceso informativo-educativo que permita una apropiación clara y práctica de los cambios introducidos. Las instituciones educativas de Pregrado y de Educación Superior deben aprovechar este tiempo para orientar y reforzar la identificación con la Constitución.

El ideal es que se apliquen los cambios introducidos en la Constitución y que se reduzca o elimine la práctica de tantas modificaciones. Esta situación crea inseguridad y rechazo. Hay que superar la expresión de que la Constitución es un pedazo de papel. Por ello, hay que trabajar para que la ciudadanía comprenda y viva la Constitución más allá del papel; para que la asuma y la aplique en su trayectoria personal y colectiva como un conjunto de directrices fundamentales para un comportamiento ciudadano y social, civilizado y motor del desarrollo nacional.