La política y la religión son variables emanadas desde los orígenes del Estado. Ambos tienen un punto común: el poder y su manejo de las masas. Establecen uno y otros, los principios morales para detener las pulsiones inconsciente o tirarla por la borda, según la legibilidad del mundo societal.

Al pensar este artículo pensé en la fantasía histórica promulgada por Diderot, Voltaire y Rousseau.  Ellos postulan: la autonomía, soberanía, laicidad, tolerancia y universalidad de los Derechos humanos, la de no depender de un poder divino, para las cosas del gobierno. Pero se equivocaron, tenemos una guerra, en el que los oponentes claman a viva voz, a su Dios guerrero. Para proteger sus territorios religiosos dicen usar armas de destrucción masiva. Con esos instrumentos de muerte, muestran la fuerza de “Dios hombre” .  La fuerza militar es necesaria para nosotros los ciudadanos comunes de la tierra y  en su lógica, ellos son los representantes políticos de la guerra, los elegidos de Dios.

Esos muchachos proclaman y usan sus misiles balísticos, hipersónicos, entre otras cosillas que causan muertes y terror,  tales como: Shahab-3, Fattah-1, La Honda de David, Arrow 2 y 3, bueno, son tantos, que ya mi seguimiento falla en el conteo de estas armas de gran potencia. Estos aparatos del mal son sus predilectos por su alcance y potencia eréctil. Están diseñados por alta ciencia. A esos científicos que desarrollan armas, yo lo llamó: los malos hijos de Hefesto. Usan el aval científico para el mal y lo disfrazan de defensa. Pero hay que ponerle su nombre verdadero son sangunarios. Ellos traicionan la ética de la ciencia, la de crear mejor vida, bajo lineamiento de respeto e integridad.  Las armas se construyen como instrumentos de castigos, violencia, terror y muerte. Intensifican el odio y eliminan la libertad.

También están los hacker que pululan por doquier, para dar seguimiento a las defensas, los sistemas militares y hasta para ver los pechos de mujeres en sus habitaciones y vender sus imágenes por el mercado negro, ya que esto gusta a los voyeristas escondidos. Como yo no tengo curvas, ni edad para mercadear, las persecuciones de “mi Hacker” están dirigidas, para  provocar cadenas de odios entre gente diversa, por razones ocultas, sacarme de los medios de comunicación (lo que no voy hacer). Esta es la sorna de la época.

Ayer pensaba en la eufórica fantasía, de que el mundo es un proyecto enciclopédico en el que se trata de lograr la conciencia,  a través de la palabra. Y es claro que no. Los destinatarios están trastornados con el consumo sectario del mercado de la guerra. Se vende de todo, desde camisetas, juegos para simular la guerra y lógicamente, los que tienen el permiso para ello, se dedican  a las ventas de armas, ya que deja onerosos y buenos capitales. Todos ellos corren tras una perpleja estética de titiriteros armados.  Ahora bien, ¿por qué se apoyan en la religión?, simplemente necesitan un brazo moral. Nadie quiere ver correr la sangre, pero si su Dios es guerrero, eso facilita que se sostengan esas ideas de venganza, odio racial y  religioso. ¿Estamos en una guerra religiosa?, no lo creo, es solo una gran pantalla, para poder sostener la limadura de su hierro.

Los conflictos son políticos y bien calculados para la destrucción del otro. En el idealismo de las metáforas, la legibilidad se traduce, a través de la interpretación de la imagen que se mercadea. Los deseos son irreflexivos y muchas veces actúan a tontas y locas. Por eso sale la bestia con la pura identidad del odio, ese que subyace en los sujetos y que se mercadea para llevarlo a lo colectivo. Es el gran proyecto epocal, hacer de la guerra una necesidad para la defensa.

En ese mundo de gozosa sensación de poder tienen lugar los verdaderos motivos de la guerra. Y estos no se refieren a una serie ignota y secreta de nuestro cuerpo. Más bien, se corresponde, a sistemas políticos que están sostenido en un colonialismo histórico riguroso y elaborados métodos para matar. No hay forma para reimaginar diferentes formas de relaciones sociales y económicas nuevas. No lo aceptan, por eso vuelven y vuelven con las formas antiguas para sostener la ignorancia, la guerra y la falta de solidaridad.

Decía Enrique Dussel que Occidente y el mundo necesitaban un proyecto de liberación ética, pero no promulgada por las religiones o el universalismo occidental que todavía sigue asumiendo los universalismo, el concepto de “civilización” el de innovación tecnológica como pandereta que debe tocarse como una realidad trascendente.  Entendía que para sanar y para los daños contra la naturaleza, las personas y los territorios se necesta crear una nueva ética contra el proyecto colonial que se sostiene en la guerra y los grandes intereses de las corporaciones armamentísticas es imaginar un nuevo mundo. Yo necesito envolverme en esa nueva sabana, lo demás son datos intrascendentes. Creo en una ética que desafíe la condición de sujetos dominados, por actores autónomos y libres respirando los aires de la paz.