Hace varias semanas que la sociedad dominicana participa de una situación incómoda que se desarrolla entre los editores de libros de textos y el Ministerio de Educación de la República Dominicana (Minerd). Las dos partes han trabajado juntas desde hace varias décadas. Ahora, se le ha dado un vuelco a esta tradición. Como es natural, las editoras han reaccionado con furia a una decisión para la que no estaban preparados y que impacta de forma negativa a sus empresas. Impacta, también, su incidencia social y educativa en el país. A su vez, el Minerd, se ahorra mucho dinero, pone en acción su libertad para decidir directamente quienes escriben los libros de textos.

A la discusión relativa a quién tiene derecho a elaborar los libros de textos, se añaden ahora los errores y las faltas que se han encontrado en los nuevos libros de textos. Esta discusión adquiere una preocupación de más alto nivel por poner en juego la calidad de los aprendizajes de los estudiantes. De igual manera, entran en discusión la credibilidad de las instituciones contratadas para la elaboración de los libros de textos, la capacidad de los autores para tal misión, así como la de las instancias revisoras y evaluadoras. A decir verdad, resulta preocupante que los libros de textos tan esperados presenten condiciones que se distancian de la calidad requerida.

Valoramos el esfuerzo del Minerd para que los estudiantes del ámbito preuniversitario cuenten con libros de textos, después de tantos años de espera. Sin embargo, nos preocupan varios aspectos, que deben ser revisados por el Ministerio. Este, si no quiere que el debate de los libros de textos dure hasta la eternidad, debe ponerle atención sistemática a cuestiones sustantivas. Una de ellas es revisar el tiempo acordado para la elaboración de los textos. La presión social y educativa no debe provocar la elaboración de textos al vapor. Este tipo de producción requiere un trabajo libre de apremio y regulaciones precisas. En esta misma dirección, el Minerd tendrá que revisar los criterios o lineamientos que les aportó a los autores para tener resultados de alta calidad.

Otro aspecto importante que debe revisar es la evaluación de los textos y la instancia responsable de la misma. La evaluación ha de hacerse con rigor y de forma exhaustiva.

La publicación de los textos evidencia la necesidad de repensar y de reorganizar los mecanismos y procesos de evaluación. En este mismo sentido, se ha de fortalecer la formación de los evaluadores. Estos requieren una formación más calificada.  De igual forma, necesitan directrices que les permitan un trabajo consistente en el ámbito de la evaluación; y un compromiso ético insoslayable.

La instancia evaluadora tiene un rol importante para que la discusión sobre los libros de textos no se convierta en un debate sin fin. Todo lo que puedan hacer para superar las tensiones que se producen está a favor de la calidad de los recursos de apoyo al aprendizaje y a la credibilidad de las instancias responsables de este compromiso nacional. El sector educación está desafiado a crear menos escándalos en el país. Se ha de procurar que cada acción y cada proceso responda a decisiones y seguimiento con carácter integral. Este carácter se ha de aplicar a la nueva revisión que se le hará a los libros te textos que presentan problemas.

El ideal es que, de un debate sin fin, se avance a una situación en la que las editoras respeten la decisión tomada por el Ministerio de Educación. Y, de otra parte, que el Ministerio se organice, para que, con respecto a los libros de textos, logre más credibilidad y garantice un trabajo consistente y en paz.