Hoy se cumplen 38 años desde que el presidente Betancur firmó el decreto que creó el Centro Internacional de Física (CIF) de Bogotá. Este acontecimiento tuvo lugar en un momento de extrema dificultad para Colombia. Apenas un mes antes se había producido la toma del Palacio de Justicia y la tragedia de Armero.

La fundación del CIF fue el resultado de lo que podría denominarse como una interferencia coherente y constructiva de diversos factores. Entre ellos, destacan la presencia de un sólido grupo promotor, en el cual la Sociedad Dominicana de Física, con su presidente Luciano Sbriz, desempeñó un papel fundamental. También cabe resaltar el apoyo de la Sociedad Colombiana de Física y de su presidente Humberto Rodríguez, así como el respaldo del sistema universitario, que percibió el proyecto como un motor de desarrollo en lugar de una amenaza o fuente de celos entre instituciones. La visión del Gobierno colombiano en ese momento también fue crucial. En aquel entonces, no existía el Ministerio de Ciencia. Cumplía con sus funciones Colciencias, como departamento administrativo, adscrito a la Presidencia de la República, que estaba dirigida por dos grandes visionarios: Efraím Otero y Fernando Chaparro. Además, en Trieste y Fermilab, se contó con el apoyo prestigioso del Premio Nobel Abdus Salam y de Leon Lederman, quien recibiría el premio tres años después, y de un joven futuro Premio Nobel, Giorgio Parisi.  Tres presidentes, Turbay Ayala, Betancur y Barco recibieron a Salam, garantizando su apoyo. Lo hizo Gaviria cuando ministro de Hacienda, Sámper conocía el proyecto desde su concepción.

El impacto del CIF se refleja en el aumento de las presencias latinoamericanas en el ICTP, en su contribución al nacimiento de la física de altas energías en Colombia, en su participación en la creación de empresas tecnológicas, en los reconocimientos internacionales recibidos, dos libros relatan su historia, en los diversos prestigiosos premios nacionales e internacionales otorgados a sus fundadores, el más reciente de los cuales será presentado a uno de sus cofundadores en la próxima reunión general de abril de la Sociedad Americana de Física.

El CIF no fue el único centro creado en la década de los Ochenta con el apoyo de Abdus Salam. En América hubo más. Los principales fueron Multiciencias en Perú y el Instituto Internacional de Física Teórica y Aplicada en la Universidad de Estado de Iowa, que, por diferentes razones, tuvieron una vida corta, a pesar de lograr resultados de extraordinaria importancia. Lo que ha permitido al CIF llegar a ese aniversario fue ese amplio respaldo nacional que lo protegió también en momentos difíciles.

Hubo intentos de replicar esta experiencia en el Caribe colombiano, Ecuador y República Dominicana. No tuvieron éxito por diversas razones. En la República Dominicana, no fue por falta de apoyos prestigiosos. Hace dos años, en la apertura del Congreso Internacional organizado por el MESCyT, otro Premio Nobel, David Gross, enfatizó esto. Sin embargo, otras razones, como la pandemia y debilidades en la coordinación entre Gobierno y universidades, contribuyeron a la extinción del proyecto. Irónicamente, la Sociedad Dominicana de Física, que había sido promotora del CIF, tuvo en este caso una posición ambigua, que llegó a rechazar, en esos mismos días, la solicitud de membresía de uno de los promotores del proyecto y cofundador del CIF, sin ofrecer una explicación clara, ni cuando le fue solicitada apelándose a los derechos garantizados por el art. 44 de la Constitución de la República Dominicana.

Ahora, en el Gran Caribe se está promoviendo un proyecto de mayor envergadura. En América Latina hay un solo sincrotrón (en Brasil, desde 1998). Los más cercanos son los de Estados Unidos. Hace dos años se propuso la creación de un segundo sincrotrón latinoamericano, ubicado en el Gran Caribe, y posiblemente integrado por algunos aceleradores más pequeños, conocidos como fuentes de luz compactas (FLC). Este proyecto, de carácter regional, ha surgido en República Dominicana y ha integrado dos propuestas nacionales, México y Colombia, que se iban discutiendo desde 2015. Cuenta con un fuerte apoyo en el sistema internacional de sincrotrones, especialmente en Brasil y en Medio Oriente (SESAME), pero también en Europa y en Estados Unidos con los prestigiosos Stanford Linear Accelerator Center and Lawrence Berkeley National Laboratory. Comparte con el proyecto africano las motivaciones políticas y socioeconómicas que lo justifican.

Proyectos de esta naturaleza son proyectos de estado, y es de notar cómo entre sus proponentes se encuentra el que fue viceministro de Ciencia y Tecnología del segundo gobierno Medina, y cómo ha recibido un gran respaldo por parte del actual gobierno, ya que el proyecto ha surgido y se ha fortalecido en simposios organizados en las últimas tres Semanas de la Ciencia Dominicana y siempre inaugurados por el ministro de Educación Superior, Ciencia y Tecnología. Excelente resultado de una de las actividades bandera del MESCyT.

Un sincrotrón puede contribuir a la creación de ese doctorado en Física que el país espera desde hace cinco años, pero hay que destacar que no es un proyecto de física. La accesibilidad a esa tecnología puede beneficiar el desarrollo agrícola y fortalecer el sistema sanitario. Su construcción y gestión puede impulsar un cambio hacia una industria tecnológicamente avanzada. Inclusive un proyecto como una FLC podría integrarse a la creación de una Ciudad del Conocimiento si el sincrotrón se estableciera en otro país de la región.

Esto no son solo sueños. La región Centroamericana se está moviendo. En una reciente reunión internacional en Panamá, el Congreso de Investigación Sostenible e Innovación, SRI2023, el vicepresidente anunció grandes planes. ¿Pueden los demás países del SICA y del Caribe conformarse con un papel secundario en un proceso que necesitan para no quedar relegados a un rol de mercado y proveedor de bienes y servicios para los países del Primer Mundo en el futuro?

El desarrollo científico de la región no puede prescindir de la creación de grandes infraestructuras cuyo costo, si se tratara de un sincrotrón, será ampliamente compensado por los beneficios, tangibles e intangibles, de una tasa de retorno de al menos dos dígitos porcentuales y quizás mucho mayor, como comprueba un caso muy estudiado, el del sincrotrón británico. Y entre los intangibles, se fortalecerá la integración regional, incluyendo también al Caribe anglófono.

Ojalá, dentro de doce años, cuando sea el cincuentenario del CIF, se pueda inaugurar el Sincrotrón Latino Americano Gran caribeño.