"EL HIJO DEL GENERAL LEAL"
"¿Y es verdad coño, que ustedes van a fusilar al hijo de un general?”
Ulises Cerón Polanco y Bienvenido Silveira Leal Prandy ( La Chuta), cayeron el 12 de enero del 1972, junto a Amaury Germán Aristy y a Virgilio Perdomo. Siete años antes, en el intento del asalto frustrado de San Francisco de Macoris, estuvieron de espaldas y amarrados, frente a un paredón, para ser fusilados por los guardias del CEFA, el 25 de junio de 1965.
Ese día llegaron a esa ciudad en un carro con varias armas escondidas en las interioridades de la carrocería del vehículo, constituían parte de los hombres con el material de guerra a ser utilizado en el asalto al cuartel de la Policía y a la fortaleza del ejército. El asalto fue un fracaso, el ejército tomó la delantera y el factor sorpresa no pudo estar del lado de los combatientes. Pese a que reunieron un grupo importante de hombres y decenas de armas, los guardias hicieron grandes redadas y desataron un fuerte ataque, matando a muchos. Una gran parte de los comprometidos en la acción, fueron capturados sin poder combatir ya que no tenían las armas en ese momento. Entre los apresados, estaban Anulfo Reyes, Blanco Peña, Fidel Guzmán, Ivelise Acevedo, Franklin Rancier, Monchin Pinedo, Virgilio Perdomo, Bienvenido Silveira Leal prandy, Ulises Cerón, Polanco y más de cien personas . Entre tantos, también apresaron a Jimmy Vargas, Rodrigo Lozada, Sóstene Peña Jaquez, Pasito Polanco, Baldemiro Castro y otros más, los cuales fueron golpeados y fusilados en la fortaleza, en el cementerio y en la finca de Pedro González
El plan y la orden impartida por la Junta Genocida de Reconstrucción Nacional, presidida por el general Antonio Imbert Barreras, al coronel Perelló Soto, fue torturar y matar a todo el que fuera sospechoso de simpatizar con los constitucionalistas.
Los guardias iban sacando de la celda a los presos de dos en dos para fusilarlos. Esto le contó Ulises Cerón a Villa Tavárez, cuando estaban en Cuba en el año 67, entrenándose para la guerrilla del coronel Caamaño. Le expresó, con lágrimas en los ojos, lo doloroso que fue presenciar el fusilamientos de Pasito Polanco, Jimmy Vargas, y dos jóvenes francomacorisanos. Explicó cómo una ocurrencia espectacular como la Chuta pudo salvar la vida de ambos:
"Eran como las siete de la noche cuando cuatro militares se presentan y nos llaman a la Chuta y a mí. Por la forma en que nos condujeron, no tuvimos dudas de que había llegado la hora de nuestro fusilamiento. Nos colocaron de espaldas a una pared, mientras nos estrujaban maldiciones, nos decían malditos comunistas. ¡ Hijos de sus malditas madres , ya verán cómo matamos a los comunistas ! Nos amarraron las manos por detrás y nos colocaron pañuelos en la cara, mientras cuatro guardias nos apuntaban con sus fusiles, esperando únicamente la orden de fuego. No temblábamos, no llorábamos, no pedíamos compasión, al contrario, nuestros labios dibujaron una sonrisa de coraje, de valor, de patriotismo."
Así, frente a la muerte, resignados a caer con la frente en alto, los dos héroes solo piensan en su patria y en la firmeza de enfrentar a los enemigos del pueblo, con la pena de no morir con las armas en las manos combatiendo a los enemigos y asesinos del pueblo. Sus últimos pensamientos son para la patria mancillada, esperando con hidalguía las balas en su cuerpo.
De pronto, una voz contundente rompe el silencio de la noche! Y retumba en el oído de los guardias y el oficial que los dirige:
"¡ Coño ! ¿pero es verdad que ustedes van a fusilar al hijo de un general?"
“Era la voz de la Chuta. El jefe del paredón, mandó alto al pelotón de fusilamiento, pidió a la Chuta que identificara a ese general, que era su papá. La Chuta, sin inmutarse y con altivez le contestó : "El general Leal, es mi padre. Está de puesto en el Este". "El oficial dijo que no conocía a ese general, pero que averiguaría a más tardar mañana, y de no ser así, prepárense para morir."
Pospusieron el fusilamiento, en lo que el oficial averiguaba, para no cargar con un problema tan grande como el de fusilar al hijo del general Leal. La suerte cayó encima de Ulises y de La Chuta, el general Leal nunca aparecería, puesto que no existía. Pero llegó la Comisión Internacional, exigida por el gobierno del coronel Caamaño para que se detuviera e investigara el genocidio en San Francisco de Macoris. Los fusilamientos se detuvieron. Fueron tantos que impactaron de manera muy sensible en todos en el Cibao y todo el país. Quedaron presos, pero se salvaron del paredón.
Este relato es ampliado por la compañera Sagrada Bujosa, quien cuenta la audacia sobrecargada de la Chuta, cuando trasladaban a los sobrevivientes del intento de asalto, a la cárcel de la Victoria :
"Generalmente los guardias y policías despojan a los prisioneros de dinero y cualquier prenda que tengan. Resulta que la Chuta tenía un reloj muy bueno y un guardia se lo incautó. Cuando los sueltan, La Chuta, después de dar unos pasos, se devuelve y le dice al guardia con su característica voz nasal : "¿Tú creías que te ibas a quedar con mi reloj? Devuélvemelo que ese me lo regaló mi papá, el general Leal."
Ulises y La Chuta se salvaron ese día, trágico y doloroso para las fuerzas constitucionalistas al tratar de extender la guerra contra el invasor Yanqui y la reconstruida Junta Cívico Militar de San Isidro. Siete años después, caerían luchando contra los mismos enemigos del 65.
¡¡¡ Todo el honor para ellos !!!