El 24 de febrero, cuando empezó la Invasión u Operación Militar Especial de Rusia en Ucrania publiqué: UCRANIA, UNA GUERRA PACTADA. Me equivoqué. Es una guerra, pero no fue pactada. Es la única parte del artículo por la que debo pedir excusas. Todo lo demás, sigue siendo válido.

Afirmé que EEUU y la OTAN habían ganado ya la batalla publicitaria y convencido al mundo de que Rusia era el agresor -que lo es-, pero, como en un juicio por homicidio, se cuidaron de mencionar que Rusia actuó en defensa propia. Por razones políticas comprensibles, ocultaron un conjunto de circunstancias atenuantes.

Mientras Rusia destruye las capacidades militares de Ucrania la amenaza de la OTAN queda menguada. Como Occidente no iría a la guerra total por Ucrania lo único que faltaba era ver si Rusia se atrevería a ponerlo a prueba: una jugada de póker.

Lo sensato, lógico y razonable desde el principio era haber excluido a Ucrania de la OTAN por las mismas razones que EEUU obligó a Rusia a retirar los misiles nucleares de Cuba en 1962. Los americanos no estaban dispuestos a vivir con la amenaza representada por esos misiles nucleares tan cerca de su territorio. Pero, los jefes de la OTAN no aprendieron ninguna de las lecciones del general Panfilov cuando en diciembre de 1941 dirigía las tropas soviéticas en la carretera de Volokolamsk en las afueras de Moscú. Tampoco aprendieron otra lección: los aparatos de inteligencia hoy en día están en manos de los políticos y por eso mienten descaradamente y la jefatura militar está comprometida con las grandes corporaciones por eso ven la guerra solo como un negocio. Yo mismo subestimé esta última situación y eso me llevó al error de creer que prevalecería la visión política.

Sigo creyendo y reitero que Rusia no tiene intención y posiblemente tampoco medios para embarcarse en la ocupación de Ucrania. Pero está obligada a desarmarla y está haciéndolo por la fuerza. Tampoco creo que la lentitud del avance ruso se deba a la falta de medios, una estrategia equivocada o la resistencia ucraniana. Creo, más bien, que se trata de un asunto de medios y costos. El país que ocupa un territorio ajeno está obligado a proveer comida, techo y amparo a la población ocupada. ¿Que interés puede tener Rusia en asumir esa carga?

¿A Rusia le conviene un avance rápido? ¿Que gana Rusia avanzando con ferocidad y al costo de conquistador? Muchas bajas civiles y propias que luego perseguirán a los mismos rusos. ¿No es acaso mejor dejar que el propio gobierno ucraniano le haga frente a las necesidades de su población mientras está militarmente inutilizado? Y ¿los errores que  inevitablemente se cometerán van a la cuenta rusa o la ucraniana?

Son preguntas.

Lo que está ocurriendo en el terreno no es lógico, pero es real y terrible. Y ¿la OTAN va a seguir expandiéndose hacia el este? Alguien en Polonia, Hungría, Rumanía, Lituania estará ahora dispuesto a dejar a la OTAN instalar dispositivos nucleares?

Rusia, sin duda, pagará un alto precio reputacional, pero hay que preguntarse. ¿Cesaron en algún momento las sanciones, el acoso y la hostilidad para con Rusia? No importa lo que hiciera, Rusia nunca fue suficientemente buena y limpia para Occidente. Es como el tema racial. Gente que nunca fue suficientemente blanca o distinguida para ser aceptada en sociedad.

Queda un último argumento. Y ¿qué vamos a hacer con Rusia que ha violado la soberanía de otro país y merecido por ello toda clase de condenas? Bueno, el problema es quién condena y denuncia y con qué derecho. EEUU, UK, Francia, Alemania, España y otros invadieron Iraq, Afganistán, Libia. Todos bombardearon y descuartizaron a Yugoslavia, intervinieron en Siria, ¿Con qué derecho? Quienes debieron dar el ejemplo violan su propia legalidad. Ya no hay ninguna legalidad, para nadie, en ninguna parte.

La tragedia de Ucrania, a la cual no son nada ajenos los dirigentes del gobierno de ese país, es solamente parte de otras tragedias en un mundo que cae para rehacerse en otro nuevo orden, y mejor que sea así porque la alternativa es Mad Max.