Trujillo erró al creer que el asunto Galíndez estaba resuelto. Pero lo que más problemas iba a generarle era la desaparición del piloto gringo, Gerald Murphy. Las otras muertes como la del médico Rivera, la de Gloria Viera, la mujer que sedujo a Galíndez y preparó el camino para el secuestro, o la del sicario apodado El Cojo, eran muertes sin resonancia. El problema adquiere otro nivel cuando el 3 de diciembre de 1956 Murphy desaparece de la faz de la tierra, apareciendo solo su carro Ford en el malecón de Santo Domingo.
El asesinato de Murphy no resolvió nada y lo complicó todo. Se trataba de un ciudadano norteamericano que, además, los senadores de su Estado, Oregón, y sus padres, asumieron intensamente esa causa, pidiendo el esclarecimiento del caso. Incluso su novia y su padre, tuvieron el valor de venir a la misma República Dominicana y declarar aquí al respecto. También la Embajada norteamericana pidió ante la Cancillería dominicana esclarecer el hecho.
La presión era tan constante que Trujillo entendió necesario buscar un culpable de esa muerte. Ahí aparece otra vez el siniestro Félix W. Bernardino, y convence a Trujillo de que se incrimine al piloto Octavio de la Maza. Era el momento indicado de vengar la muerte de su hermano Luis ocurrida en la Embajada de Inglaterra tres años atrás. El caso Galíndez y la muerte de Murphy le puso a Tavito en su camino.
II
El plan era que Tavito admitiera haber matado a Murphy por éste pedirle tener relaciones homosexuales. Son de esas cosas absurdas que Trujillo armaba y que casi siempre les salían bien. Pero esta vez la trama no iba a resultar.
Tavito cayó preso el 17 de diciembre de 1956. Intentan presionarlo para confesar, pero Tavito no era fácil de doblegar. Era un hombre de carácter, difícil de manejar. El propio Trujillo conocía el temperamento y la personalidad de Tavito, y así se lo dijo en aquella fiesta en Jaraboca, cuyos pormenores son narrados en la primera entrega de estos artículos, a Ramfis, cuando le advirtió que con hombres como Tavito no se juega, y que eso les iba a traer problemas a los dos.
En esta ocasión, para complacer a los Bernardino y de manera particular a su socio en el crimen Félix W. Bernardino, se olvidó de su advertencia a Ramfis y decide involucrar a Tavito en la trama Galíndez-Murphy. Ese error le costó la vida.
Dice Juan Bosch, en su libro "Las Dictaduras Dominicanas", que Octavio de la Maza nada tuvo que ver con la muerte de Murphy, y lo dicen también otros autores, como el autorizado investigador Víctor Grimaldí. Pero no se trataba de si era o no culpable, sino de resolverle un asunto al Jefe.
Tavito no podía autoinculparse de un crimen cometido por otros. Pero eso significaba desafiar a Trujillo. Entonces, sin calcular riesgos ni consecuencias, decreta su muerte. No analizó que Tavito era parte de una familia numerosa, con prestigio social y con historias conocidas de valor personal, especialmente de su hermano Antonio de la Maza, un hombre que no conocía el miedo.
Dicen que hasta el propio Ramfis intervino a favor de Tavito, pero, y eso es mucho decir, no pudo variar la decisión de su padre, muy influenciada por Félix W. Bernardino, y también por creer que ese teatro satisfacía la presión de la Embajada norteamericana.
A la edad de 38 años Tavito fue asesinado en la cárcel. La falsa versión de la policía fue que se había ahorcado con un mosquitero. También presentaba una supuesta carta donde confesaba haber matado a Murphy por éste acosarlo sexualmente y en ella anunciaba su suicidio.
III
Con la muerte de Tavito quedó cobrada la venganza de los Bernardino. Se dice incluso que el propio Félix W. Bernardino fue personalmente quién lo mató en la cárcel. De todas maneras, el hecho es que nadie, ni los amigos, ni la familia ni la Embajada, creyó en la versión del régimen. Todos sabían que ese crimen había que apuntarselo, como el de Galíndez y el de Murphy, al dictador. Sólo que ahora iba a tener de frente a Antonio de la Maza, un hombre que no descansaría hasta no matar al propio Trujillo.
A partir de ese momento Antonio vivió para vengar la muerte de Tavito. Trujillo, ladino y cínico, y conociendo el carácter inflamado y cargado de honor personal de Antonio, trató de ablandarlo otorgándole jugosas contratas. Trujillo siempre creyó que todo el mundo tiene un precio, que todo se compra y se vende, incluyendo el honor. Pero con Antonio de la Maza nada iba a funcionar. Trujillo se le olvidó lo que le advirtió a Ramfis en Jarabacoa, aquello de que con todos los hombres no se juega.
Antonio estaba dispuesto a jugarse la vida con tal de vengar la muerte de su hermano. Efectivamente, cuatro años después de la muerte de Tavito, la venganza sería cobrada en grande la noche del 30 de mayo de 1961, en el malecón de la República, a manos de Antonio de la Maza, quien tuvo el honor de encabezar el grupo de los siete heroes de la avenida y de disparar el primer tiro de su escopeta que resultó ser mortal. Trujillo fue introducido como una rata en el baúl de uno de los tres carros, precisamente propiedad de Antonio de la Maza, que participaron en la emboscada. Ahí, en ese baúl, terminaron 31 años de crímenes del poder trujillista. La venganza de la muerte de Tavito estaba cobrada, y con ella también la de muchos, muchos más.