Ganó quien no teme sonreír ni enojarse; quien no teme equivocarse y rectificar a tiempo; quien no usa saco y corbata, a menos que lo órdenes el protocolo obligatorio; quien aquí y allá habla con la gente como habla la gente; quien toma decisiones importantes como si tal cosa; quien se faja a trabajar en serio desde el amanecer hasta la madrugada; quien no cita a ningún teórico de derecha o izquierda en ningún discurso; quien es líder de un partido que no declara ninguna ideología… En fin, inevitablemente ganó, como se predijo en todas las encuestas, quien gobierna, no como máximo mandatario iluminista e iluminado, sino como simple funcionario público.