Hay funciones públicas que atraen toda la atención y dependiendo del nivel de institucionalidad del país de que se trate, gozan de más o menos privilegios, muchas veces abusados, de respeto, simpatía, repudio o temor, y sus titulares y todo aquello que realizan trasciende; pero hay otras que a pesar de su importancia y del enorme sacrificio que estas suponen, no son valoradas en su justa dimensión.
La labor de un buen fiscal, que tenga la valentía, tenacidad, probidad y sentido de justicia para perseguir los delitos es invaluable, no por las horas de trabajo, a veces interminables, las cuales son en muchos casos pobremente remuneradas, sino porque nada material puede compensar el riesgo que asumen cada día por su labor de investigación y persecución de delitos, por tener que enfrentar a personas poderosas o altamente peligrosas y la vulnerabilidad a la que se ven sometidos no solo ellos, sino su familia.
La intrepidez con que asumen sus funciones, no siempre se refleja en sus expresiones, por eso la sobriedad y parquedad con que habló el fiscal especial de la investigación contra el expresidente Donald Trump, Jack Smith, contrasta con la gravedad de las acusaciones, pero al mismo tiempo sus palabras tienen una fuerza impactante al decir que, “Tenemos un conjunto de leyes en este país y se aplican a todos”, y, “el compromiso de nuestra nación con el estado de derecho es un ejemplo para el mundo”.
La amplia hoja de servicios del fiscal Smith revela que no le tiembla el pulso, como lo hizo en sus inicios como fiscal adjunto en Nueva York, persiguiendo a miembros de bandas callejeras en los violentos años noventa, investigando malas prácticas policiales o escudriñando delitos financieros, o como titular de la sección de integridad pública del Departamento de Justicia, investigando casos de corrupción y delitos electorales, hasta sus más recientes funciones, persiguiendo y condenando los crímenes de guerra cometidos en Kosovo, en el Tribunal Penal Internacional de La Haya. Precisamente cuando se aprestaba a investigar por estos y crímenes contra la humanidad al expresidente Kosovo Hashim Thaci, fue llamado por el fiscal general de los Estados Unidos de América para que se hiciera cargo de la investigación de los papeles de Mar-a-Lago, documentos clasificados que se llevó el expresidente Trump a su residencia y que se negó a devolver, acción poderosamente representada en las imágenes de un baño repleto de cajas con parte de estos, los cuales contenían informaciones confidenciales que según lo alegado ponen en riesgo a su país y a sus oficiales de organismos de seguridad.
Paradójicamente estos actos fueron cometidos por quien, en la campaña del año 2016 fustigó a su rival Hillary Clinton, diciendo que haría cumplir las leyes relativas a la protección de información clasificada al acusarla de utilizar un servidor de correo electrónico privado en vez de uno gubernamental seguro, lo que para muchos fue un ardid para impedirle llegar a la presidencia, que podría tener un efecto bumerán.
Casi al mismo tiempo en nuestro país hemos vivido el despliegue de la denominada operación Halcón IV mediante la cual se persiguen organizaciones criminales, vinculadas a amenazas de muerte contra la Procuradora General de la República, la respetada magistrada Miriam Germán Brito, tocándole su fibra más sensible, su hijo. El arrojo con que la procuradora general adjunta a cargo de la dirección de persecución Yeni Berenice Reynoso dirigió el operativo, junto a los directores de organismos de seguridad del Estado, enfrentando no solo redes criminales sino connivencias de miembros de distintos organismos de investigación del Estado, reflejan cuan peligrosa es la función del ministerio público, y cuanto merece ser respetada y protegida.
Valoremos en su justa medida la dedicación, determinación, perseverancia y valentía de quienes hacen del cumplimiento de la ley y la búsqueda de la justicia la misión de sus vidas, a expensas no solo de no poder tener ni ellos ni su familia normalidad y sosiego, sino de ser objeto de amenazas, que a pesar de que inquietan, jamás amedrentan a esos buenos fiscales, a quienes debemos rendirle merecido homenaje.