PURO DOLOR
“Llegué por el dolor a la alegría. Supe por el dolor que el alma existe”, dijo para sus adentros, mientras elevaba los ojos al cielo, entre miles de seres que nunca habían visto sus rostros e hicieron un pacto con Dios, para ver la luz, entre el cielo y la tierra, donde el ser solaza sus sombras y el cuerpo refunde su alma, entre los que regresan de la muerte y quienes viven sin saber por qué.
CASI LA IMPOSIBLE
A Johanne
Me escuece verle la cara y reír, pero no puedo mirarla fijamente, pues ella solo desea vengarse de mí. Si acaso pudiera dibujarle los labios, la habría besado, pero ella rehúye y me deja plantado. Sin tan solo me diera otra oportunidad, le diría lo mucho que la quiero, aunque nunca regrese conmigo, para poner fin a este encuentro soñado.
EL MAESTRO Y EL DISCÍPULO
Un día el maestro le dijo a su discípulo: “El ser nunca desaparece porque encarna amor y muerte”. El discípulo se paró del asiento y dibujando un corazón en el aire, dijo a su maestro: “El amor es un quebranto que la muerte devora. El amor nos libera del otro borrando los límites del miedo”. Desconcertado y sin saber qué hacer, el maestro, sentado en forma de loto, con los ojos fijos en el jardín, respondió: “Sin amor, el deseo es imposible. El deseo es el ente que nos libera y encadena. Es mejor saciarse del otro y vaciarse en la nada”. El discípulo respondió: “No estoy convencido del todo, pues lo mejor es redimirse y luego morir. Con la muerte es imposible alcanzar la nada, por eso morimos a cada instante”. En estado de éxtasis y agitando las manos, el maestro, para terminar la conversación con el discípulo, sentenció: “Yo prefiero gozar y morir a cada instante”, y se encaminó al interior del monasterio, donde lo esperaba su amante.