Un llavero hecho con cuerda,
los jardines de un botánico,
una primavera, una veintena
de perros atadas a una mano,
el talento del paseador
de tantas vidas a su cargo
y vos atada a mi memoria
por la sensación de cuerda
frotando el metal de la llave,
el corazón envuelto como
el cáliz en su sagrario
esperando la mano
que lo llevará al altar
para hacer el milagro
que sustenta a tantos
como yo, creyente
todavía y refortalecido,
gracias a la magia
hecha a mano,
el llavero transformado:
carne y hueso.