Estos son los hechos crudos de una historia de abusos intrafamiliares, una historia entre tantas que se repiten a la saciedad en nuestro país.

 

A…, de 13 años, fue violada y asesinada el pasado fin de semana por su padrastro en el Callejón Obrero de Villas Agrícolas.

 

Ya la risa y los pasos de la niña no se harán oír en el sector. Ya se esfumaron sus sueños de ser una gran deportista y una gran mujer.

 

¡El barrio está de luto! Los vecinos, a gritos e indignados, dicen que en el Callejón Obrero hay muchos tigres, pero que jamás nadie había actuado con tanta crueldad.  Reclaman que le entreguen al asesino para ellos mismos hacer justicia.

 

La madre de A… era una de las dos mujeres de una humilde familia de nueve hermanos. Las dos se criaron solas, sin orientación y sin recursos. Rápidamente N… cogió el camino de la calle con su hermana. Sin embargo, la hermana encontró a Dios, es cristiana y salió de la calle.

 

El padre de A… era un hombre casado del  vecindario y con el embarazo no dejó su hogar ni mudó a la madre como a menudo se estila.

 

N.… tuvo que bandeársela sola, con su muchachita al hombro como se dice.

 

Vivieron muchos hombres con la madre y la niña en la desgarradora promiscuidad que caracteriza el hábitat del Callejón donde todo se ve y se sabe.

 

El abusador, o sea, el último padrastro, se mudó en la casa cuando la niña tenía 7 años.

 

La relación era tóxica y la madre totalmente dependiente de su marido. Los vecinos, sin embargo, le habían dado la voz de alarma

 

La niña había experimentado cambios de comportamiento, pero la madre no se preocupaba y estaba muy segura de su hombre. El padre biológico ahora grita su muerte, pero hasta ahora no se quería hacer responsable de la niña para no trastornar su hogar.

 

¿Desde cuando el padrastro manoseaba la niña? Esto ya no se sabrá con precisión.  A… decía a su manera lo que dice un número asombroso adolescentes en situaciones semejantes: “todo lo hago por fuera, tengo mi tapita, no se preocupen”.

 

La madre y el padrastro peleaban; llegaron a pleitos violentos, golpes y amenazas de muerte. El hombre bebía y se drogaba. Supuestamente, según los vecinos, la madre lo había denunciado a la fiscalía, pero siempre lo aceptaba de vuelta.

 

El fatal domingo, en el aposento sórdido, mientras la madre estaba en su trabajo, la niña se quedó durmiendo en la casa. El padrastro, frustrado porque la madre ya quería dejarlo, bajo los efectos del alcohol y de no se sabe qué otras substancias, aprovechó el sueño de la menor y la abusó, la ahorcó, la mordió y, sin que esto fuera demasiado, le echó cloro en la boca para confirmar que la niña estuviera realmente muerta.

 

Después de cometer el crimen el siniestro asesino llamó a la madre y le dijo  “ven que maté tu hija”. Con los gritos de la madre y cuando repararon que la niña había muerto, el asesino salió disparado. Perseguido por los tigres del barrio el hombre se mandó hasta el puente de la cuarenta de donde se tiró. No se ahogó y fue rescatado por varias personas hasta que llegó la Policía.

 

Al final de la tarde de ayer el ataúd blanco hizo su entrada en el Callejón Obrero. Todo el vecindario se aglomeró frente a la casa de A… En el entierro hubo guaguas, motores y muchísimas gentes de a pie.

 

La muerte y la violencia son el pan cotidiano de los moradores de los sectores vulnerables, pero la muerte de una niña en condiciones tan atroces todavía conmueve a los más insensibles y al barrio entero.

 

Además de su dolor de madre N… carga con el oprobio de su comunidad que la responsabiliza de la muerte de su hija.