Nos encontramos en medio de una confusión. Corrijo, en medio de un mar de confusiones. No nos ponemos de acuerdo, y cada quien debe halar para su lado. Obviamente, si espera, espera y espera y nunca le llega el turno de que atiendan sus necesidades más perentorias. Y entonces confundir la satisfacción de sus necesidades con darse una hartura de comida llena de delicatessen, filetes de cordero, finos pescados a la plancha con vino o caviar. No, comer comidas caras no va a mejorar la calidad de vida de nadie, como tampoco su condición humana, y es lo que se debe perseguir, mejorar la condición humana de la población, de las personas.

Podemos decir lo que sea, pero andamos dando palos a ciegas, y poniendo poca o ninguna atención a lo central, a lo que está en el nudo de los problemas, la educación y la formación en valores, por ejemplo. Los profesores dicen que están atiborrados de trabajo para emprender la enseñanza de la educación ambiental. ¿Y de qué tanto trabajo hablan con los índices de educación tan bajos de nuestros estudiantes? Es muy ineficiente su desempeño, pero a eso no se le pone atención. No existe la preocupación por tecnificar todos y cualquiera de los oficios que pueda desempeñar un trabajador, para entonces tener que ponerlos de manera ineficiente a chupar de la teta del Estado con un sueldo de miseria porque son compañeros de la base, una forma de justificar pisotear la dignidad de las personas y salir ilesos. Pero sí hay dinero para construir un muro en la frontera.

Solo hace falta vivir un tiempo en una ciudad secundaria de una provincia cualquiera de nuestra geografía nacional. Te retrotrae a épocas pasadas, de hasta más de un siglo, a un ordenamiento feudal, cuando sólo importaba el comercio, y la producción de lo más básico, la alimentación, estaba restringida a este trabajo, el menos considerado y valorado, a pesar de su importancia. Es decir los pobladores rurales no tienen importancia, el campesino no tiene ningún valor y por eso se le abandona. No se invierte en la mejora, la tecnificación y la eficiencia del trabajo de la producción agrícola, claro, a menos que no sea a través de los conductos del clientelismo político, a pesar de que si existe dinero para la construcción de un muro en la frontera.

Otro tema desatendido es el del entendimiento de lo que son el ejercicio de la autoridad, el abuso de poder y la violencia. Ya se ha mencionado, por muchos medios, la normalización de las formas de vida que tenemos en las que asumimos como bueno y válido el abuso y la violencia, confundiéndolo con el ejercicio de la autoridad que requiere del respeto en ambas direcciones en cualquier tipo de relación, ya sea familiar, laboral o comunitaria. Pero no, la no aceptación del abuso y la violencia se asume como insubordinación al poder establecido, y todas a una, asombrosamente, se ensañan contra la víctima, considerando que al macho JEFE hay que respetarle su rol de mando y agachar la cabeza frente a su “autoridad”. Es lo que ocurre cuando la exclusión, la injusticia y la discriminación hacen mella en lo espiritual y emocional de las personas que provocan daños mayores debido al resentimiento que no saben conducir y del que no se pueden liberar, casos que requieren de atención profesional psicológica inmediata y eficiente. Pero sí hay dinero para invertir en la construcción de un muro en la frontera.

Pero pensamos que el inmediatismo, resolver el día de hoy y mañana ya se verá, será parte de la solución. Pero no es cierto, sólo agravará el problema, porque postergarlo y no enfrentarlo, conllevará a un empeoramiento de la situación, que agregue más víctimas y heridas sociales más profundas. El no saber cómo enfrentar y afrontar las demandas de una comunidad que llama a sus autoridades a reunión de sus Juntas de Vecinos para exponer sus necesidades y reclamos, y enviar un emisario que sólo anota para reportar lo expuesto, es una de las formas en que la política y los políticos asumen la realidad social del día a día, una de las formas en que se expresa la poca importancia que se les da a las comunidades. De esta forma, las situaciones se siguen manejando y dilucidando como se hacía en los tiempos feudales, a pesar de que los funcionarios, y hasta los mismos residentes comunitarios, viven pegados al celular leyendo y haciéndose alienar por las redes sociales. Pero tenemos dinero y medios para la construcción de un muro en la frontera, y además, debemos aceptarlo como bueno y válido.