Algunos autores consideran que el uso del contenido del término curriculum se remonta a la Grecia de Platón y de Aristóteles, y entra de lleno en el lenguaje pedagógico cuando la escolarización se convirtió en una actividad de masas. De modo que el concepto moderno de curriculum y su construcción conceptual, está directamente ligado al desarrollo de las sociedades industrializadas, al paso de la educación general y especializada por la demanda de formación puntual y de acuerdo a la división técnica y social del trabajo. Al respecto, Luis Alberto Malagón Plata (2005), plantea que la educación como producto de la sociedad cambiante y dirigida al hombre como ser social, erige ante sí retos sobre cómo prepararlo para la vida y cómo permitirle enfrentar los desafíos temporales, porque ella es la vía para la formación de las nuevas generaciones para su auto transformación y la transformación de la sociedad.

En términos generales, la teoría curricular ha analizado el curriculum como conjunto de experiencia, planificada o no, que el medio escolar ofrece para el aprendizaje. Esto implica una selección de los contenidos condicionados a distintos niveles, que lo contextualizan. Sin embargo, el análisis del curriculum no puede ser reducido solo a los contenidos culturales tal como  son diseñados y organizados. Es preciso, además, analizar los mecanismos y acciones que lo conforman y reconstruyen a lo largo de su desarrollo práctico.

Decker F. Walker (1990), citado por Escudero (2003), define la teoría del curriculum como “un cuerpo de ideas, coherente y sistemático, usado para dar significado a los problemas y fenómenos curriculares, y para guiar a la gente a decidir acciones apropiadas y justificables”. Por eso, todo fenómeno curricular conlleva implícitamente una concepción curricular, a la vez, toda teoría del curriculum implica un determinado esquema racionalizador y configurador de la práctica curricular que resulta.

Según Margarita Osorio Villegas (2017), el curriculum es un constructo histórico, tanto en su teoría como en sus prácticas, y es cada comunidad educativa la que debe definirlo de acuerdo a cómo explican la relación escuela-sociedad, teoría-práctica y el rol de sus actores en la dinámica de las instituciones educativas. Mientras que José Gimeno Sacristán (2013), considera que la teorización sobre el curriculum sirve de núcleo para integrar conocimientos y aportaciones de y en las Ciencias de la Educación. Y resalta que el curriculum “tiene un poder inclusivo que permite hacer de él un instrumento esencial para hablar, discutir y contrastar las visiones sobre lo que se cree es la realidad educativa, cómo darse cuenta de lo que es el presente, de cómo y qué valor tenía la escolaridad en el pasado e imaginarse el futuro, al contenerse en él lo que se pretende que aprenda el alumnado; en qué se desea que se convierta y mejore”.

Antonio Bolívar, en su libro publicado en 2008 titulado DIDÁCTICA Y CURRÍCULUM: DE LA MODERNIDAD A LA  POSTMODERNIDAD, expresa que el curriculum se ha ido constituyendo, desde la segunda mitad del siglo XX, en un conjunto de teorías y establece tres grandes enfoques sucesivos o etapas que han configurado la teoría del curriculum: a) Modelos de planificación racional, donde el curriculum, desde una separación entre los que diseñan y ponen en práctica, es un instrumento para guiar la práctica; b) Enfoque práctico o de proceso, que prima el desarrollo práctico, donde el profesorado delibera y decide lo que es mejor en cada situación; c) Reconceptualización y teoría crítica, que entiende de modo comprehensivo el curriculum tanto como un medio de reproducción social como una posibilidad de cambio educativo y social.

Por su parte, el profesor brasileño Tomaz Tadeo da Silva (2001) considera que en la noción de teoría, una teoría del curriculum empezaría por suponer que existe esperando por ser descubierta, descrita y explicada, una cosa llamada curriculum. Por tanto, curriculum sería un objeto que precedería a la teoría, la cual solo entraría en escena para descubrirlo, describirlo y explicarlo. En tal sentido, expresa: […] “después de las teorías críticas y poscríticas, no podemos mirar el currículum con la misma inocencia de antes. El currículum tiene significados que van mucho más allá de aquellos a los que las teorías tradicionales nos confinaron. El currículum es lugar, espacio, territorio. El currículum es relación de poder, El currículum es trayectoria, viaje, recorrido. El currículum es autobiografía, nuestra vida, currículum vitae, en el currículum se forja nuestra identidad. El currículum es texto, discurso, documento. El currículum es documento de identidad”.

La teoría curricular es un enfoque teórico-práctico orientado en examinar y darle forma a los contenidos que deben enseñarse en el ámbito educativo. Aquí se decide qué contenidos deben estar presentes en el curriculum, considerando cuáles son los aprendizajes necesarios para los estudiantes, en un sistema educativo concreto. Sus orígenes se sitúan en Estados Unidos, en las primeras décadas del siglo XX. Época en la que se intentaron homogeneizar los contenidos escolares en todas las escuelas del país, como respuesta a la gran inmigración europea y los avances en la industrialización. A John Franklin Bobbit se le atribuye la autoría del primer trabajo sobre la teoría curricular por su libro titulado The curriculum, publicado en 1918. Él “plantó la semilla para que otros pensadores expandieran con sus puntos de vista y hallazgos la teoría curricular” (Montagud Rubio, 2021).

Las principales corrientes de la teoría curricular son: a) Académica. El objetivo de la educación es especializar a cada alumno en un campo concreto del saber. Concibe a los docentes como personas cuya tarea es proporcionarles a los alumnos el conocimiento necesario y ayudarles a resolver sus dudas o problemas; b) HumanísticaConcibe el curriculum escolar como un conjunto de conocimientos orientados a proporcionar la máxima satisfacción a los alumnos. La escuela debe crear un clima cordial y de seguridad entre estudiantes y docentes. El conocimiento que se enseñe debe ser flexible y diferente, en función de los gustos y las necesidades de modo que todos aprendan aquello que les interesa, para que la experiencia educativa sea útil y gratificante; c) Sociológica o funcionalista. Esta corriente entiende los estudios como una manera de preparar a los alumnos para el mundo laboral. Considera que lo apropiado es transmitir los conocimientos prácticos y teóricos que necesitarán para convertirse en buenos trabajadores en el futuro (ídem).

El curriculum, de alguna manera, será siempre objeto de preocupación de las personas que se dedican a la enseñanza (Osorio Villegas, 2017), aunque en la literatura se le ha dado poca atención a la importancia que tiene la teoría curricular como elemento constitutivo de la formación integral de los docentes. Al respecto, Stephen Kemmis (1993) señala que la teoría curricular afronta un doble escenario: la relación teoría-práctica en el proceso educativo y la relación entre educación y sociedad. En este sentido, el curriculum no solo es un puente que concreta la relación entre la sociedad y la educación sino también una labor, una experiencia pedagógica. En cambio, William Frederik Pinar (2004) considera que la teoría curricular es un campo interdisciplinario comprometido con el estudio  de la experiencia educativa que tiene que ver con la escuela, aunque en ocasiones no se circunscriba solo a ella. Su papel es proporcionar a los educadores una comprensión amplia de los presupuestos fundamentales, las prioridades y los valores de las prácticas educativas en las que participan. Mientras que otros autores indican que debería existir una relación entre la teoría y la práctica curricular que les permita tener una visión más inclusiva del mundo y participar de una práctica más reflexiva y enriquecida teóricamente.

Elida Giraldo Gil (2009), afirma que como las bases para la práctica educativa se establecen durante el período de formación de los docentes, es importante examinar el lugar de la teoría curricular y reflexionar sobre su importancia en su formación. Propone que para crear nuevas posibilidades en la preparación de los docentes, los formadores necesitan ampliar la visión sobre la teoría curricular, y a su vez, conectarla a las experiencias personales y profesionales de los que están en formación. Una teoría curricular amplia y comprensiva debe describir y explicar el curriculum desde una perspectiva biográfica, cultural, política e histórica y en términos de distintas perspectivas sociales. En la realización de esta tarea, los teóricos del curriculum realizan análisis multidisciplinarios que incluyen marcos teóricos de distintos campos científicos.

En conclusión, no obstante su importancia, la investigación en teoría curricular y formación docente aún es insuficiente. Estudios recientes sobre su efectividad en programas de formación docente señalan que la teoría curricular, como orientación y condición para la práctica, es uno de los factores críticos para que un programa sea exitoso. Sin embargo, son escasos los estudios en estos programas. Giraldo Gil (2009) sugiere que se necesita plantear y responder preguntas tales como cuál teoría curricular es más relevante enseñar y aprender, qué la hace más relevante y para qué propósitos. También se necesita saber más sobre lo que los docentes en formación y ejercicio piensan acerca de la teoría curricular, de cómo ellos conceptualizan y definen el curriculum y qué conexiones encuentran entre la teoría curricular que les enseñan y ellos aprenden, y la práctica siendo futuros docentes o en ejercicio.