El panorama político electoral en América Latina y el Caribe vuelve a polarizarse con el resurgimiento de posturas ideológicas inflexibles. Colombia, México, Perú son gigantes en la región desde el punto de vista de su potencial económico, recursos naturales y población; sin embargo, el revanchismo político como directriz en la formulación de políticas públicas impide fortalecer los vínculos que deben vertebrar la prosperidad y el bienestar de toda la sociedad.

Como país en desarrollo, con buenas proyecciones en el corto y mediano plazo, la República Dominicana debe verse reflejada en los peligros que pueden albergar determinados discursos que, aunque emocionan y llegan a la fibra más profunda de la condición humana, constituyen planteamientos equivocados cuando inciden en la división de los distintos segmentos de nuestra población.

Una buena política pública debe tener la capacidad de atender a los problemas comunes, mitigando el riesgo de divisiones profundas entre los actores involucrados. Por eso las consultas deben ser amplias y abarcadoras de las visiones de todos. Dialogar y aportar razones, argumentos y evidencias asegura que la decisión adoptada pueda ser robustecida con mayores niveles de legitimidad por los responsables de aplicarla y más aceptada por los destinatarios. Debe poder ser revisada como resultado de un monitoreo constante de sus efectos.

Radicalizar la implementación de políticas públicas a través de discursos dirigidos contra “los ricos”, “los pobres”, “los trabajadores”, “los empresarios”, “los marginados”, puede lacerar nuestra paz social. Esto no quiere decir que se van a dejar de atender las problemáticas fundamentales que heredamos como país salido del colonialismo, caudillismo y dictaduras. Sin embargo, hemos de poner atención a la repercusión de los discursos y las consecuencias que puede conllevar.

La inversión nacional y foránea de buena calidad contribuye a nuestras aspiraciones de desarrollo. Hoy día existen muchas estrategias para potencializar el impacto positivo en las comunidades de destino de inversión. También las hay para mitigar los riesgos de impacto en el ambiente, las comunidades y de manejo ético de las propias organizaciones (ASG o ESG). La sostenibilidad, ha pasado de ser un enfoque caritativo para evolucionar a una visión más amplia, incorporándose a la mejor cultura corporativa.

El Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas mantiene en las últimas décadas una mirada específica sobre el impacto de la actividad empresarial en los derechos humanos. El marco proteger, respetar y remediar, así como el Pacto Mundial han sido herramientas claves para crear el camino de compatibilidad entre desarrollo económico y humano.

Es indudable que para afianzar el desarrollo sostenible la cooperación del sector privado es crucial. Por ello, el más reciente reporte del grupo de trabajo del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas sobre el tema de derechos humanos y las corporaciones transnacionales y otras empresas, llama a las instituciones financieras para el desarrollo a fortalecer el respaldo al sector privado para mejorar la inversión en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En este sentido, en la reciente Asamblea de Gobernadores del BID, se anunció un incremento en su capital para el financiamiento del sector privado en temas de igualdad, medio ambiente y protección de minorías.

Por otra parte, entre el 27 y 29 de noviembre Ginebra será sede de la 12ava edición del Foro de las Naciones Unidas sobre Empresas y Derechos Humanos, un escenario donde legisladores, sector privado y gobiernos del mundo estamos llamados a coincidir para asegurar la cohesión necesaria hacia la consecución de los ODS sin dejar a nadie atrás, lo cual también significa sin perjudicar a nadie de forma irrazonable o arbitraria.

Apostar por la sostenibilidad es profundizar en la solidez de los puentes que unen las distintas aspiraciones que convergen en la sociedad. Los enfoques realistas no son solo razonables sino también saludables para la estabilidad y prosperidad de los pueblos.

Veo con preocupación que las generaciones más jóvenes vean como buena política recurrir a la revancha y a la división como estrategia discursiva. Esto no es bueno. Tampoco trae nada nuevo. Las consecuencias están ahí: Cuba y Venezuela son dos puntos de referencia en nuestra región de los peligros que encierran las diatribas ideológicas de tendencia revanchista.

Tendamos puentes no murallas, cuidemos el discurso por la salud de la democracia.