Hoy el análisis geopolítico admite que el mundo ya no es bipolar. La bipolaridad existía durante la Guerra Fría, cuando la hegemonía política y militar se la disputaban EEUU y la Unión Soviética. Pero el mundo se ha tornado multipolar porque ya 9 naciones poseen armas atómicas y las economías de los BRICS disputan a EEUU el poderío económico. Ahora la guerra entre Ucrania y Rusia ha desatado una competencia brutal entre la democracia y el autoritarismo. La tecnología digital disponible para ambos sistemas políticos pone los pelos de punta.

El meollo de la actual competencia política se perfila en los métodos de control social y político de cada sistema de gobierno. En la democracia el control lo ejercen los poderes del Estado (legislativo, ejecutivo y judicial), las instituciones y, a través de votaciones, se escogen libremente a las figuras que ostentarán los cargos electivos. En cambio, una dictadura concentra todo el poder en una sola persona o grupo “que ejerce el mando absoluto por la fuerza o por el fraude, sin respetar los principios constitucionales democráticos y reprimiendo las libertades individuales.” Los métodos de control social y político entre los dos sistemas son muy diferentes.

Ambos sistemas de gobierno usan la tecnología digital. Tanto en la economía como en el sistema político, la democracia se beneficia de la amplia distribución de la información que hacen posible los dispositivos y herramientas digitales. También el acceso al internet y la telefonía móvil son totalmente libres. Estonia, por ejemplo, ha avanzado hacia la “sociedad de la información” al emplear la digitalización para fortalecer la transparencia en su sistema democrático. (Hasta las elecciones usan el teléfono móvil para la votación.) En gran medida su avance se debe a los programas obligatorios de “competencia digital” que ofrecen las escuelas.

El sistema político abierto de Estonia es la antítesis del régimen político que impera en naciones totalitarias. En una dictadura se puede restringir o eliminar tales medios si los mismos amenazan el poder de los entes dominantes. Los métodos de control digitalizados incluyen no solo la recopilación de datos personales, irrespetando así las nociones tradicionales de privacidad. También se usa la desinformación a través de las redes sociales (“fake news”) para apuntalar los intereses de la clase dominante. Una veintena de países está adoptando el “autoritarismo digital con censura extensa y sistemas de vigilancia automatizados.”

El modelo autoritario esta más desarrollado en China que en cualquier otra parte. “Las autoridades utilizan una sofisticada base de datos nacional que vincula documentos de identificación, datos de reconocimiento facial, huellas dactilares e historial de viajes. Una segunda capa de escrutinio más poderosa es la vasta red de cámaras de CCTV de China, cuyas imágenes se analizan en tiempo real mediante software de inteligencia artificial vendido por una gran cantidad de compañías chinas como Huawei, Sensetime, Megvii y CETC. Sin restricciones por el débil sistema legal de China y un naciente código de privacidad digital, los gigantes tecnológicos y el aparato de seguridad de China pueden rastrear teléfonos, monitorear compras en línea y descifrar mensajes.”

Con más de 600 millones de cámaras de vigilancia, en China hay una por cada dos ciudadanos. “La gente ahora está siendo vigilada en el trabajo, en las calles, en el transporte público, cuando salen de sus hogares y cuando regresan. Estas cámaras verifican si las personas usan mascarilla, cruzando la calle antes de que se enciendan las luces verdes para peatones. Si se descubre que rompen las reglas, las personas pierden sus puntos de crédito social, se les cobra una hipoteca más alta, impuestos adicionales y una velocidad de Internet más lenta. No solo eso, el transporte público para ellos también se vuelve caro, y la lista continúa.” Este sistema se conoce como “crédito social”.

China también está diseminando sus sistemas de censura y vigilancia. En los últimos años ha patrocinado seminarios de varias semanas de duración para participantes de docenas de países con el fin de promover su adopción. Además, sus empresas han suministrado equipos de telecomunicaciones, tecnología avanzada de reconocimiento facial y herramientas de análisis de datos a gobiernos con un pobre récord sobre los derechos humanos.  Rusia, por su parte, ha usado los medios digitales para influir sobre los resultados electorales de algunas naciones. (El caso mas conocido es el de las elecciones del 2016 en los Estados Unidos.) En general, la tecnología digital ya está siendo usada para controlar a la población, lo cual es contrario a la aspiración de que el internet sea un promotor de la liberación humana.

El Centro de Ginebra para la Política de Seguridad resume aptamente los desafíos que representa la tecnología digital en materia de control social y político. “El autoritarismo digital  puede definirse vagamente como  la utilización de las tecnologías de la información digital por parte de los estados con fines de control social, represión y vigilancia y para reforzar su gobierno. Las tecnologías digitales (como la IA, los sistemas de reconocimiento facial y las redes sociales) han profundizado sustancialmente el  conjunto de herramientas disponibles para el control social. Los sistemas ubicuos de recopilación de datos, la biometría y los sistemas avanzados de procesamiento de datos de IA permiten un seguimiento y un perfil precisos y amplios de los ciudadanos a través de la recopilación masiva, el análisis y la clasificación de datos, lo que permite a los gobiernos lograr granularidad y escala en sus operaciones de vigilancia.” “Además, los regímenes autoritarios han armado el hecho de que las deliberaciones políticas y la organización en el siglo 21 tienen lugar en gran medida en línea. Como tales, pueden controlar más fácilmente las narrativas a través de la censura y frenando las libertades de Internet, o con cierres absolutos de Internet, que se han convertido en una herramienta popular para la represión digital en todo el mundo.” En tales casos de nada sirve el Starlink de Elon Musk.

“La capacidad de las tecnologías digitales para socavar y degradar la democracia y reforzar el autoritarismo es un fenómeno global que no se limita estrictamente a los regímenes autoritarios, sino que también afecta a los democráticos. De hecho, gran parte de la tecnología que permite el autoritarismo digital es de origen occidental y es ampliamente utilizada por los estados democráticos. Países como Francia, Estados Unidos, Alemania y Japón son, por ejemplo, vendedores y usuarios de dicha tecnología, involucrando profundamente a Occidente en el autoritarismo digital y poniendo incluso a las democracias avanzadas en riesgo de abusos.” “La escala, la granularidad y los tipos de datos que estas nuevas tecnologías permiten a los gobiernos recopilar, a menudo sin las barreras de seguridad adecuadas, amplían enormemente sus poderes de espionaje más allá de lo que tradicionalmente se necesita para la seguridad y lo que es normativamente aceptable.”

Lo anterior sugiere que las capacidades digitales existentes conforman peligros patentes para la libertad individual y el control social y político de los sistemas de gobierno. El sistema autoritario ya está logrando controlar la población a fin de que los gobernantes se perpetúen en el poder. Hasta ahora, en cambio, los gobiernos democráticos no han masificado las cámaras de vigilancia y censura. Pero el peligro de que distorsionen la democracia está presente y la capacidad para incidir en otras naciones sugiere que la guerra entre los regímenes autoritarios y las democracias se librará por lo menos parcialmente a través del internet y la tecnología digital. Para las democracias existe ya el desafío de conservar su esencia libertaria para no caer en las garras del totalitarismo. Tremenda paradoja que la IV Revolución Industrial, la Era Digital y la posverdad traigan aparejado al Gran Hermano de George Orwell en su novela 1984. ¿Será el mundo unipolar eventualmente?